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—Pensé que nos íbamos a quedar a jugar—Hyunjin le soltó la mano, alejándose unos centímetros del espacio personal del pelinegro

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—Pensé que nos íbamos a quedar a jugar—Hyunjin le soltó la mano, alejándose unos centímetros del espacio personal del pelinegro. Seungmin se rascó su sudada palma, ansioso.

—¿Querías quedarte?—le preguntó, Seungmin se lamió los labios sediento, la verdad era que estaba aburrido, Minho no dejaba de mirarlo sospechoso o distanciarlo de Hyunjin. 

—No tenía muchas ganas—resopló. A lo lejos un local de máquinas estaba abierto, unos cuantos niños se turnaban para jugar en el traga monedas, gritando exasperados por no poder ganar un peluche—Vamos allí—Seungmin agarró el brazo de Hyunjin, arrastrándolo de mala gana al lugar.

—Odio estas máquinas, son una estafa—recalcó Hyunjin, apoyándose aburrido en el hombro de Seungmin. El más bajo metió tres monedas y comenzó a jugar. La calmada respiración de Hyunjin en su piel le daba cosquillas, además las traviesas manos del mayor en su cintura le desconcentraba—¡Já, perdiste!

Es porque me pones nervioso.

Lo intentaré de nuevo—gastó otras monedas, fijando con fuerza el botón en la máquina cuando las garras  atrapó uno—¡Aaaah, solo un poco más!

El peluche se cayó con el resto, Hyunjin se burló y lo empujó distraído, chocando sus cuerpos contra la máquina. A Seungmin le recorrió un escalofrío al echarse hacia atrás derrotado, el rubio aún lo sostenía riendo, se sentía tan cálido alrededor, quiso que nunca dejara de tocarlo. 

—Inténtalo de nuevo, quiero ese de allí—Hyunjin no se daba cuenta de lo que provocaba en Seungmin. El más bajo asintió, volviendo a jugar una vez más por obtener el tierno perro de felpa.

—¿Por qué el perro? El hurón es más bonito—Seungmin guio las garras al hurón blanco que estaba al costado del vidrio, era más fácil de sacar. Escuchó un "pff" de Hyunjin cuando las pinzas de metal soltaron al tierno hurón. Seungmin hizo un puchero decepcionado, se le estaba yendo todo el dinero.

—Porque a mí me gustan los perritos.

Ambos continuaron gastando monedas, en cada ronda más desesperados por ganar. En un momento Hyunjin quitó los inquietos dedos de la cintura de Seungmin y caminó al mostrador de la tienda con la justificación de comprar agua, Seungmin no lo esperó para volver a jugar y fracasó por décima cuarta vez en el día. Quería ese hurón, hasta los niños de antes habían ganado un osito, ¿por qué no él?

—Hyunjin, tu empuja la máquina por este lado, yo busco el hurón entre los vidrios, después corremos—propuso malvado, agachándose preparado para robar el inocente peluche—¿Hyunjin?—preguntó sin obtener respuesta. Algo fue puesto en su cabeza: pequeño y liviano.

—Es hora de irnos, cachorrito—Seungmin se tocó el cabello, tomando entre sus manos un llavero con una pequeña versión del hurón de la máquina. Su corazón saltó de un costado a otro producto de las grandes mariposas subiendo y bajando por su estómago, alterando el pobre organismo de Seungmin. Hyunjin ya estaba en la esquina de la calle, esperando a que cambiara el semáforo. Seungmin corrió, apretando con cariño al hurón, inevitablemente no dejaba de sonreír.

𝐦𝐨𝐧𝐠 𝐦𝐨𝐧𝐠 𝐬𝐞𝐮𝐧𝐠/ʰʸᵘⁿᵐⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora