37. - Cierra los ojos-

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- ¿Qué pasó con ustedes el día que salieron? - Hiroko estaba en mi habitación.

- Nada, solo hablamos.

- ¿Solo hablaron? - me miró seriamente. - ¿Segura?

- Si, ¿Que más pasaría?

- No lo sé, quizá, besito por aquí, besito por acá, manito por aquí.

- ¡No! - le lance un almohadón. - No pasó nada de eso.

- No sé si creerte. Hiroto está más feliz de lo usual.

- Le dije que lo amo.

- Eso ya se lo dijiste hace mucho, no es para tanto.

- ¡Hey! No seas así, tomé mucho valor para decírselo.

- Entonces toma el valor y dime que hicieron ese día. Tú mamá dijo que no llegaste a dormir. Supongo que estuviste en casa de Hiroto.

- Si, pero no pasó nada. - mire al techo. - Vimos una película y me quedé dormida, eso es todo.

- ¿Segura?

- Si, Hiroko, segura.

- ¿Como la tiene?

- ¿Qué cosa?

- Que más va a ser, tonta.

- ¡Hiroko! - la empujé. - No preguntes esas cosas, es tu hermano.

- Eres mi mejor amiga, las mejores amigas hablan de esas cosas ¿no?

- O sea sí, pero...

- Entonces ¿se lo viste?

- ¡Ay, Hiroko!

Soltó una carcajada.

El vacío empezó a desaparecer desde ese día, parecía que las malas noches habían pasado, ya no despertaba llorando. Solo había momentos que sentía que alguien me llamaba, pero dejé de tomarle importancia.

Mis padres tenían previsto organizar una pequeña fiesta de cumpleaños por mis dieciocho. Estaba a punto de cumplir mi mayoría de edad, aunque por obvias razones aún no podía beber alcohol – La edad mínima para beber alcohol son los 20 años en Japón. – Tampoco es que quiera hacerlo. Lo que esperaba era cumplirlos y salir de casa, hablé con ellos y los convencí, que como ya iba a graduarme, podría mudarme a un piso sola. Hiroto dijo que podía ir a su casa, pero creo que no es el momento adecuado, quiero ver que es vivir estando sola. No estaré completamente sola, pero esa es la idea.

Visité a Hiroto en su universidad, en la cual rendiría mi examen de admisión en unas semanas. Caminamos por el campus y fuimos a una cafetería antes de ir a casa. Ya estando en casa, el ambiente era cálido, mis amigos estaban ahí, mis padres ordenaban la mesa.

- Ven, cariño. Es hora de pedir un deseo. – Mamá me tomó por los hombros y me llevó hasta la mesa en donde se encontraba una torta de cumpleaños.

- Feliz cumpleaños, a ti... - Sonreían ampliamente mientras cantaban esa canción. Miré el rostro de mis padres quienes cantaban con fuerza, Hiroto sonrió al percatarse que mi mirada se posó en él. Me sentía nerviosa. Estaba ansiosa. Quería apagar las velas y tener mi mayoría de edad.

- Ahora, pide un deseo. – Dijo Hiroko. – Más te vale que sea que entremos juntas a la misma universidad – reí.

Cerré los ojos y contuve el aliento.

Un deseo.

¿Cuál es mi deseo?

Tenía una familia, amigos que me querían y los quería, tenía alguien a mi lado que había dicho que me ama y yo lo amaba. ¿Qué es lo que deseaba? ¿Entrar a la universidad como dijo Hiroko? Si, pero, creía que no era un deseo para mi cumpleaños.

Deseaba ser feliz.

Quiero ser feliz, quiero tomar su mano, abrazarlo, quiero nuevamente recostarme sobre su pecho. Reírme con él. Quiero tenerlo a mi lado, escucharlo y que me escuche, quiero enojarme, reírme, llorar, gritar, disfrutar junto a él. Quiero decirle que nunca dejé de amarlo, que mi mayor miedo no era su padre, sino que él se olvidase de mí y que le gustase alguien más. Quiero decirle que me encanta su sonrisa, verlo dormir, escuchar sus latidos, sentir el calor y el frío de su cuerpo. Quiero ser feliz junto a él.

Pero ese él no es Hiroto.

¿Quién es él?

- A la cuenta de tres. – Escuché a papá.

¿Quién es?

- Uno.

Piensa.

- Dos.

Piensa.

"Cuando te aburras simplemente di mi nombre y ya. Nos vemos en un rato."

- Tres. – Apagué las velas. Y miré a todos.

- ¡Felices 18! – Dijeron y me abrazaron.

Suspiré.

- Dieciocho – susurré.

- No llores, cumplir dieciocho no es malo. – Hiroto acarició mi cabeza.

- No sé por qué estoy llorando. – Lo abracé y escondí mi cabeza en su pecho.

- ¿Quieres salir? – Asentí. – Iremos a comprar unas golosinas, regresamos en un rato.

- Vayan con cuidado. – Dijo mamá.

Salí de casa junto a Hiroto y limpié mis lágrimas.

- Tengo algo para ti. – Hiroto me tomó de la mano. – Te lo daré si vamos al parque que está a un par de cuadras.

- Iré contigo a ese parque.

No tardamos en llegar. Todavía había un par de niños jugando en el lugar.

- Cierra los ojos.

- No vas a hacer nada raro, ¿verdad?

- Besarte no es raro.

- Hiroto, hay niños.

- Mmm... Entonces, te besaré luego.

- Lo estaré esperando.

- Ahora, cierra los ojos. – Lo hice. – Como se pone esto. – Susurró y reí. – No te rías.

- No me rio.

- ¡Hey! ¡Cuidado! ¡Puedes caerte, Dabi! – Gritaron a lo lejos.

Abrí los ojos.

- Te dije que no los abras.

Regresé a ver de dónde provenía aquel grito.

- Te raspaste las rodillas, Dabi. – Dijo la mujer.

- ¿Pasa algo, amore? – Miré a Hiroto y luego al niño.

- Dabi. – Susurré.

- Ya era hora de que regresarás, ya me aburrí de esperar.

Como Una Estrella Fugaz BNHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora