Capítulo 55*

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En los siguientes días sucedieron varias cosas tanto por parte de Maslow como por mi parte.

Por motivos de salud, se le dio una licencia médica hasta su recuperación para que regresara al FBI cuando fuera prudente.

En mi trabajo yo había hablado con Fran e incluso le di la opción de renunciar para que no contara conmigo, pues yo estaba decidida a no dejar solo a Maslow. Fran desde luego que no lo aceptó mi renuncia y dijo que regresara cuando yo quisiera, y que, aunque yo estaba comenzando a trabajar apenas con él, que eso no era impedimento.

Después de Maslow, Fran era el jefe más humano que había. Yo no sabía cuándo podría agradecerle por todo y tampoco cómo.

En esos días no salí del hospital. Maslow no parecía estar molesto con mi presencia, pero de vez en cuanto se le notaba un semblante preocupado cuando yo estaba a su lado. Estaba más que segura que tenía un debate mental porque lo conocía como la palma de mi mano.

Habían sido días difíciles.

Yo había cantado victoria antes de tiempo al creer que las primeras impresiones de Maslow habían sido estables. Pero me equivoqué. Conforme más pasaban los días a pesar de que yo intentaba darle ánimos de cualquier tipo, Maslow estaba distante, y claro que lo entendía.

No le gustaba mucho la idea de querer depender del manejo de las personas y en ese sentido era como yo. Ahí comprendí cuando todos me atendían y yo me molestaba por creerme de cierto modo débil. Solo que este caso era totalmente necesario el que tuviéramos que manejarlo.

Le pedí muchos consejos a las enfermeras que lo atendían y no me perdía ni un solo detalle o advertencia de parte del médico.

Aprendí a llevarlo al baño, a dosificar algunos medicamentos, a leer los aparatos que estaban en la habitación para tener un registro suyo; incluso estudié la comida que le estaba dando para que cuando regresáramos a casa yo me encargara de ello.

Maslow pasó ocho días en el hospital esperando el progreso con prudencia de su movilización sin que se lastimara. Él desde luego que ya estaba harto de estar en ese lugar, y al menos estaba más o menos feliz por regresar a casa.

Leonard se había comunicado varias veces con él por razones del trabajo, y le notificó que en la oficina se encargarían de las misiones y todo lo demás que estaba a su cargo.

Joe no estaba para nada contento, pero era el hombre más prudente que yo conocía, así que en esos días nunca peleó por todo lo que se iba presentando, y lejos de eso, se tragaba la irritación y aceptaba las cosas como tal.

Cuando llegamos a la casa fue un traslado un tanto especial. Todavía el amigo de Megan me siguió cuidando hasta que abrí la puerta de la casa de Mas. Ahí se despidió y le agradecí por todo.

Jalé la maleta que Mas había hecho para quedarse en la misión y lo tomé de la mano para que entráramos.

Había perdido algunos kilos y las ojeras se le remarcaban. A mí me seguía pareciendo como un dios griego, pero me preocupaba que se sintiera tan mal.

El doctor nos indicó que necesitaba reposo total, y que no hubiese ningún tipo de agitación que le ocasionara dolor. Eso implicaba, desde luego, ningún impulso sexual estimulado.

–Eso es. – le dije mientras lo sentaba en la cama. – Ahora acuéstate. – jalé una almohada para que recostara su cabeza y seguido de esto, encendí el aire acondicionado y la televisión.

Seleccioné una plataforma para ver películas y puse sin dudar las de Jason Bourne, porque eran sus favoritas.

–Gracias. – su sonrisa seguía teniendo un semblante abatido que me dolía.

Mi ProtegidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora