Capítulo 23

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–Sarah, Sarah, hija. – mi hombro comenzó a sacudirse y parpadeé. – ¿Estás bien?

–Mamá...– gemí un poco cuando sentí el dolor de cabeza y me llevé una mano a la frente.

–¡Gracias al cielo! Estamos vivas. Pensé que te habías desmayado.

Seguíamos en el coche y cuando empecé a enfocar bien noté lo destrozado que estaba todo.

–Mi coche nuevo. –dije y ella rio nerviosa.

–No importa lo material, tú estás viva. – Me giré para verla y frente a mí estaba la bolsa de aire del coche.

–¿Estás bien? ¿Estás herida? –le pregunté.

–Creo que me corté la cara, me arde la mejilla. – la miré y sí, tenía un corte, pero no era grave.

–Sí, pero ya te va a sanar. – le dije y me volví a llevar la mano a la cabeza. –¿Te duele algo? ¿Segura que no te lastimaste más?

–Segura, el cinturón me mantuvo firme y no sé cómo pero acá atrás también tenía una bolsa de aire.

–Sí, el coche viene equipado. – me quejé un poco y maldecí en silencio.

Pegué un brinco cuando la puerta se abrió y mi cuerpo se sacudió en defensa.

–¡Tranquila! Soy yo. – la otra puerta se abrió y los dos sujetos respiraban agitados.

–¿Connor? – pregunté incrédula y en la puerta de mi madre estaba Jerry. – ¿Qué hacen?

–Larga historia. – respondió Jerry y Connor me miraba con las cejas casi en una sola línea. – ¿Qué tan heridas están?

–Yo solamente estoy herida de la mejilla y no es la gran cosa. Me duele el cuerpo, pero creo que es por la sacudida. –dijo mi mamá y yo seguía viendo a Connor.

–¿Tú estás bien? –me preguntó el hombre.

–Sí, muy bien.

–¡Claro! Si te está sangrando la cabeza. –dijo Jerry con ironía.

–No es nada. – dije e intenté salir del auto.

–Espera, no vaya a ser que tengas heridas internas. –dijo Connor.

–Solamente me duele la cabeza, eso es todo. – le dije y me quité el cinturón.

El hombre me tomó de la cintura en cuanto se dio cuenta de mi intención de salir y me paró en el césped.

–Sangras. – puso su dedo en mi frente y tuve que voltear a ver a otro lado para dejar de sentir la incomodidad. – A ver, mírame. – lo miré y luego me alumbró con el flash de su celular.

–¡Oye! – cerré los ojos de golpe.

–Estoy revisándote. –se explicó y luego mi madre salió del auto junto a Jerry.

–El coche se ve destrozado, pero yo digo que sí tiene reparación. – dijo Jerry y se puso a mi lado. – Cielos, tu cabeza sangra, debemos llevarte al hospital.

–¿Y en qué? – enseguida me señaló la Hummer y al levantar mi ceja, me dolió la frente. – Ah, ya. ¿Y el coche negro? ¿Y el camión? – me alteré y busqué con la vista algo que se pareciera a esos dos vehículos.

–Los dejamos ir, pero les ponchamos las llantas derechas. – dijo.

–Pero el camión... ¿qué le pasó? Había un camión que abrió su puerta... y no sé cómo me fui a estrellar con ella... y todo empezó a dar vueltas hasta hace un momento.

Mi ProtegidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora