Capítulo 11

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Mis párpados estaban cerrados, pero tuve que comenzar a abrirlos en cuanto sentí un olor muy rico que venía de algún lugar. Cuando desperté yo estaba tapada con la sábana y a mi lado solamente había quedado un vacío.

Decidida, me paré de la cama y me fui al baño para lavarme los dientes y orinar, como era mi costumbre. Después de eso, tomé una bata de baño que tenía colgada y así salí a buscar el origen del olor tan delicioso.

–Buenos días. –dije con mi voz ronca mientras llegaba a mi pequeña cocina.

–Buenos días. –me dijo Maslow y le dediqué una sonrisa desde la barra. – ¿Cómo amaneciste?

–De maravilla, ¿tú qué tal?

–Excelente.

Observé lo que hacía con sus manos. Tenía la sartén en una y con la otra revolvía unos huevos con un utensilio que había encontrado ideal. Por donde yo me había recargado, noté que el café ya estaba listo para servirse en cualquier momento.

–Qué amable de tu parte hacer el desayuno, pero me hubieses levantado para ayudarte en algo. –me amarré el pelo en un moño despeinado.

–No tengo ningún problema con hacerlo yo mismo. Y no digo que sea un gran cocinero, pero de hambre no nos moriremos si tengo que estar en la cocina.

Maslow ya tenía dos platos listos para servir lo que estaba haciendo y así lo hizo mientras hablaba. Después tomó otro plato que tapaba una servilleta, que en un instante quitó para dejar ver tocinos.

–Mi amor, ¿de dónde sacaste tocino? Yo no recuerdo haber comprado.

–Ah, eso. –dijo un poco despreocupado, generándome un poco de intriga. – Fui al supermercado.

–¿Qué? – exclamé y fui con pasos rápidos al refrigerador. – ¡Maslow! Mi refri está lleno. ¿Por qué hiciste eso?

–Oh no lo tomes a mal, por favor. – me tomó de la mano. – No es mi intención incomodar, pero quería hacerlo. De hecho, te había dejado una nota por si te levantabas, pero la tuve que tirar a la basura porque seguías durmiendo. –soltó una risita.

–Mas, pero gastaste tu dinero en algo que me corresponde, además de que había lo necesario para hacer cualquier comida aquí, y...– Me calló con un beso y hasta me apretó del cuerpo.

–No pasa nada. –siguió besándome y lo hizo con tanta delicadeza que comencé a estremecerme por dentro.

–Si me sigues estimulando, esto acabará en otra cosa. –dije entre sus labios que volvieron a atrapar los míos.

–No tengo ningún inconveniente en esa posibilidad. – Pasó sus manos a mi trasero y lo apretó.

–Joe, cada vez te deseo más.

–Sarah, cuando me llamas por mi nombre hasta me siento especial.

–¿Quieres que te deje de llamar por Maslow? –negó y se llevó mi labio inferior con los suyos.

–No dije eso amor. Pero siento mucha debilidad cuando me dices Joe, porque nadie lo usa... o al menos son muy pocos. –lo tomé del mentón con mis manos y me miró a los ojos. – ¿Tú quieres que te diga de alguna forma?

–Nunca he tenido un apodo, pero te diré que de todas las personas que pronuncian mi nombre, la única que lo hace especial eres tú, con tu voz tan profunda. –Maslow se rio y me dio varios besos en la cara.

–Te voy a poner un apodo, y será entre nosotros. Así te diré.

–¿De verdad? –sonreí y le di un beso.

Mi ProtegidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora