Capítulo 62

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Exactamente lo mismo que me había explicado Maslow, me volvió a explicar Fran.

Traté de verme bastante tranquila, porque de todos modos estaba luchando internamente para no explotar, aunque todos notaban que en mí había más que preocupación.

Yo era una persona demasiado explosiva en el sentido del carácter, y podía decir que, desde diciembre para estas fechas, eso había cambiado significativamente. Sobre todo, tenía que admitir que junto a Maslow desarrollé más sensibilidad que antes, y ya no me consideraba tan grosera como antes, porque lo era.

Ahora estaba preocupada porque me asignaron a ser tiradora después de tanto tiempo y para cuidar a Maslow.

Según Fran me aseguraba que era muy probable que Leonard no moviera ni una pieza para ser evidente, pero yo no le creía eso, porque no iba a malgastar tiempo en ponerme mi traje de tiradora para algo que no fuese seguro.

La cabeza me daba vueltas una y otra vez para encontrarle un fin a este asunto, pero no tenía esa autoridad ni tampoco alguna idea de la cual aferrarme.

Al día siguiente de la reunión, Megan me invitó al lugar al que ella entrenaba, y me aseguró que podía hacer mis tiros a muy larga distancia.

Megan me pasó a buscar a las 7 de la mañana, y yo estaba más que lista.

Cuando me dijo que era un campo abierto me sentí de alguna manera reconfortada, porque campo era lo que me hacía falta.

El lugar estaba lejos de la ciudad, pero al menos me iba a entretener un poco para tratar de despejar mi mente.

Lo que le agregaba emoción al asunto era que había frío, estaba nublado y cuando hablaba hasta sacaba aire de neblina por la temperatura baja sumándole que era mañana.

Me abrigué bien y llevé mis botas negras de excursión.

–Sírvete. – me dijo mi amiga y yo sonreí de lado por estar en mi terreno.

Esto era lo mío. Por años me preparé para ser tiradora sin saber que llegaría tan lejos, y quería hasta besar el suelo por permitirme la oportunidad de disparar aquí.

Había un edificio en forma de garaje bastante alargado. Supuse que ahí se practicaban los tiros a corta distancia en lugares encerrados. Después encontré debajo de un salón abierto los arcos, para practicar puntería, lo que me trajo muchos recuerdos de cuando era adolescente. Había una sección que se encontraba en un cubo medio industrializado donde parecía un almacén de todo tipo de armamento para práctica y que tenía puertas abiertas tan grandes diseñadas de esa manera para darle un aspecto libre cuando estuviesen abiertas. Allá era donde me tenía que dirigir, porque estaba dispuesta a buscarme un franco.

Saludé al agente encargado y Megan le dijo que yo tenía derecho a todo tipo de armas. El chico nunca sonrió, pero intuí que solamente era alguien reservado.

Una vez que escogí las piezas para armarlo, sentí mariposas en el estómago porque tenía mucho que no me dedicaba a esto. Ya estábamos a unos días de agosto, a cuatro meses de terminar el 2016, y sentía una eternidad desde la última vez que disparé con mi franco.

Tardé más en llegar al punto que quería que en lo que organicé las piezas.

Cuando encontré el sitio ideal, me tiré al suelo, me familiaricé con la tierra, el césped y una roca, y entonces me acomodé.

Ajusté la mira, me puse bien la gorra que había traído de casa, y para exagerar mi atuendo, tenía guantes que solo tapaban las palmas de mis manos, pero no los dedos. Casi se me olvidaba mis protectores de oídos para tiro y cuando terminé de acomodarlos, entonces comencé a enfocar mis sentidos.

Mi ProtegidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora