Capítulo 54*

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SARAH

Una mano me movió el hombro constantemente hasta que logré razonar y despertarme. La expresión facial que tenía de seguro era de fatalidad, pues me sentía desconcertada y apenas y me di cuenta de que seguía la noche y que me encontraba en casa de Megan.

–Sarah, despierta. – me dijo ella y parpadeé con pesadez en los ojos.

La miré en cuanto por fin pude enfocar mi visión y sonreí todavía con sueño pesado.

–¿Qué hora es? – pregunté todavía notando que era de noche.

–Son las dos de la mañana. Te quedaste dormida. – dijo y la noté inquieta.

–¿Qué pasó?

Mi propia pregunta me puso en guardia y la mente comenzó a volar al mil por hora creando escenarios terribles y también alarmas para prepararme a lo que sea. Tal vez Fran quería que nos fuéramos a trabajar.

Lo que frenó de golpe mi imaginación, fue la mano de Megan posando sobre mi hombro.

No sabía ni qué sentir. Primero fue como si la sangre se me hiciera pesada, y después como si se congelara. El corazón de la nada lo tenía en la garganta sonando al mil hasta conectar con mis oídos y taladrarme.

El lenguaje corporal de ella describía tensión y pesar. Eso me había asustado.

–Es Maslow. – no le pregunté, fue una afirmación que rogaba porque no fuera así. – Dime. – le exigí y ella cerró los ojos.

–Sarah, sí es Maslow, pero...– en lo que ella trató de acomodar sus palabras, yo busqué mi teléfono y desesperada me metí a la conversación que tenía con él.

No me había respondido desde la última vez que le había enviado y explicado que había ido a inspeccionar con Fran. Y cuando iba a marcarle por teléfono, Megan puso la mano que tenía en mi hombro ahora para tapar mi teléfono.

Mis manos comenzaron a sudar y hasta me encontré temblando. Me sentía mal y no sabía nada todavía.

–¿Por qué te quedas callada? – las lágrimas se me escurrían de una en una.

–Perdón, es que no soy buena dando malas noticias.

Sentí la profundidad de un golpe en el pecho y que el corazón se me apretaba a más no poder.

–¿Está...? –pregunté y la voz se me quebró horrible. No pude siquiera pronunciarlo.

No me había respondido y me eché a llorar con mucha amargura.

–¡No! Tranquila. – me abrazó y yo me colgué de ella como si encontrara algún consuelo que jamás hallé. – Perdón, es que estoy en shock. Él está vivo.

Él está vivo.

Esa frase me tranquilizó un poco instantáneamente, pero no lograba eliminar toda la preocupación y dolor que sentía por el no saber lo demás.

–Dime qué pasó. – le supliqué entre un intento de recuperar mi respiración que se me había alterado.

–Lo hirieron. – el mundo se me cayó a suelo y con él hasta el alma. – Fran me llamó para que te dijera y creo que lo están interviniendo.

Me quité de ahí como en un arranque de desesperación, y me fui a poner los zapatos.

–¿En dónde? – pregunté con voz temblorosa.

–Sarah, ¿a dónde vas? –me giró para que la mirara. – Bueno, qué pregunta tan estúpida. – dijo y ella también fue a buscar sus zapatos.

Mi ProtegidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora