11. ¡Basta, mamá!

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Lo que llaman un amor desastroso.

Capítulo 11: ¡Basta, mamá!

—Especial de la madre de Lía—

Tener que educar por diecinueve años a dos mellizas, es lo peor que he tenido que hacer. Nunca quise tener hijos, y la vida me castigó dándome tres hijas en un solo embarazo. Quise abortar y el imbécil de mi esposo no me dejó: es tan débil.

Detesté ser mamá desde que me enteré de que lo iba a ser, y cuando la última ecografía mostró que eran trillizas, quería morirme. Tanto así que empecé a tomarme unos medicamentos que complicaron mi parto y una de las niñas se vio afectada. Si no quería ser mamá, mucho menos iba a estar pendiente de una niña enferma, y que posiblemente iba a tener diabetes o síndrome de Down, porque ingirió gran parte de los medicamentos que yo tomé por casi seis meses.

Decidí regalarla, y por mucho tiempo pensé que podría estar muerta, y no era así. Judith había crecido lejos de todos nosotros en una familia humilde, no le faltaba nada gracias a que mi esposo le pasaba dinero, sin que ella supiera. Le prohibí que le pasara dinero, para mí nunca ha sido mi hija: ni siquiera ahora que nos hemos unido. Niña estúpida.

—¿Adónde vas? —volteo a ver a mi esposo. Como odio aguantarlo todo este tiempo que llevamos juntos—. ¿Te irás a ver con tu amante o a ver si terminas de matar a tus hijas?

—La primera opción no está mal, de hecho, con él la paso mejor —no suelo negarle nada, y ahora no lo haría—. Por lo menos con él no tengo que fingir los orgasmos, y mucho menos que…

—¡Eres una descarada! —Me tira encima el vaso de ron que llevaba en sus manos, levanto mi mano para darle un golpe y me sostiene de las muñecas—. Eres una maldita zorra.

Le quito sus manos de mis muñecas, y lo empujo.

—¡Me respetas! —Le doy un golpe justo en su nariz—. Siempre te dije que no te amaba, y me compraste con tus regalos. Y sí, soy amante de Harry y nadie va a cambiar eso. Nos amamos.

—Que ridícula —se ríe de manera exagerada—. Ese chico solo está contigo para sacarse a Lía del corazón, tú sabes que él la ama, y tú eres como lo más cercano a ella. Claro, una imitación barata de Lía.

—Eres tan patético.

Cómo odio al maldito de mi esposo, jamás debí abrirle mis piernas y que me terminara dejando la barriga llena de huesos. Tuve puras hijas con defectos de fábrica: dos enfermas y tan sucias, y la otra más loca que una cabra. ¡Reverendo castigo!

Me he enterado de que Lía hoy se pasaba a un apartamento con Berni, es de Lía y ya había vivido ahí. Me enteré porque Judith me lo contó, y por eso estoy enfrente del apartamento para hacer mi mejor actuación. Odio tener que verle su cara de niña buena, pero no puedo dejar que piense mal de mí, menos ahora que está medio loca.

—Hija —me inclino para besar la mejilla de Berni y ella se aleja. Siempre ha sido la más altanera—. ¿Cuándo dejarás de hacerme tanto desprecio?

—¿Cuándo dejarás de ser tan hipócrita?

—Respétame que soy tu madre —quiero pasar, y coloca sus brazos en la puerta.

—¿Mamá, no te cansas de fingir? En serio no tienes que venir aquí con esa sonrisa tan falsa como tú —me señala—. Yo sé todo lo que has hecho, y nunca se me va a olvidar que me dejaste en aquella calle por no llevarme a un centro de rehabilitación, y todo porque te daba vergüenza —me mira y puedo ver el odio que siente hacia mí—. Jamás se me olvidará que quisiste matar a Lía, y estoy muy segura que tú y Judith tuvieron que ver en ese accidente de mi hermana.

—Mamá.

No me da tiempo de hablar, Lía se ha dado cuenta de mi presencia. Está envuelta en una toalla, y muy despeinada. Intento abrazarla y me hace a un lado, no esperaba que ella hiciera algo como eso.

—No tienes idea cómo te extrañé —trato de sonar lo más sincera posible, y que no se dé cuenta de que miento. Jamás la he extrañado—. No sabes todo lo que ha pasado, tu padre está loco, mira como me dejó—le dejo ver la mancha de mi blusa—, dice que me quiere matar, y que nos odia a todos. Fui donde Alejandro y me sacó a empujones de su casa.

—Ay mamá, que mentirosa eres—Lía camina hasta quedar enfrente de mí, y seca mis lágrimas con brusquedad—. ¿Puedes dejar de mentir?, de verdad no es necesario tus lágrimas de cocodrilo.

—Hija cómo me puedes decir eso después de todo lo que he hecho por ti, tú sabes que gracias a mí estás con vida, y sé que te mentí, pero por favor no me tienes que juzgar.

—¡Basta, mamá! —Quita a Berni para enfrentarme—. ¿Crees que yo no recuerdo todo el daño que me hiciste? ¿Quieres que te recuerde que me mandaste a matar? —su mirada se hace más oscura—. ¿O que fuiste tú quien me mandó a cortar la cara? ¿Por qué tanto odio hacia mí?

Ya no tiene sentido que siga mintiendo.

—¿Quieres saber por qué tanto odio? —hablo sin ocultar mi molestia—. Las he odiado desde el primer momento que supe que estaban en mi vientre, ustedes han arruinado mi vida, y como si fuera poco, terminan siendo unas lesbianas. Tú —señalo a Lía— con tu carita de niña buena te has robado todas las miradas que pudieron ser para mí, todo el tiempo estaban pendiente de ti. Y qué puedo decir de ti, Berni —me rio—, muy guapa y todo, pero débil, te volviste una basura en el alcohol. Y hasta le seguiste los pasos a tu hermana la marimacho.

—¿Sabes? Una vez estando niña me dijiste que si tu familia es tóxica, no pasaba nada, que me alejara sin hacer ruido —me sorprende la tranquilidad en las palabras de Lía, yo esperaba otra reacción de su parte—. En ese momento no entendía, pero ahora veo que así tú seas mi mamá, eso no te hace menos tóxica. Te aprovechaste que no recordaba nada y me creaste una vida, ¿pero qué crees? He vuelto, mamá.

Bufo.—Son tan despreciables —me miran—. Las dos son tan cascos ligueros que no encontraron otra cosa que meterse con otras chicas tan zorras y poquita cosa. Siento vergüenza de ustedes.

Me llevo la mano a la cara al recibir la cachetada por parte de Lía. Reacciono dándole otra cachetada, y me la devuelve de seguido. Esta perra me ha golpeado.

—¡A nosotras nos respetas! —Berni toma de la cintura a Lía—. ¡Lárgate de mi casa!

Quedarme iba a ser una tontería, ya había dicho lo que pensaba, y no me voy a quedar a recibir otro golpe por parte de Lía. Jamás pensé que sería capaz de golpearme. Necesito hacer algo que la destruya, no me voy a quedar con esas cachetadas que me dio.

—¿Dónde estás? —pregunto apenas Judith me responde la llamada—. Necesitamos vernos.

—¿Ahora qué pasó?

—Lía ha recuperado la memoria, no sé cómo le hizo, pero recuerda todo lo que hice. Debemos destruirla.

—Mamita, ya veo de dónde saqué el mal corazón que tengo. Que lástima que debamos destruir a Lía, con lo guapa que está.

—Que no se te olvide que no es a ella sola, sino a Berni y a todos los que quieran defenderlas. Y no me digas “mamita” que no me gusta. Te espero en mi casa en una hora.

Cuelgo sin dejarla terminar, y es que haré lo posible por seguir envenenando a Judith en contra de sus hermanitas Sellers. ¡Ja, estúpidas!

Lo que llaman un amor desastroso. [#2] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora