17. ¿Me meterás eso?

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Lo que llaman un amor desastroso.

Capítulo 17: ¿Me meterás eso?

Lía Sellers—

¿Cómo es que terminé tan excitada? Culpen a Betsy que andaba de mano larga durante toda la noche, y ahora no quiere tocarme porque según ella, estoy castigada. En serio que se aprecia. Ni estando desnuda ante ella quiere tocarme.

—¿Adónde vas? —sigo recogiendo mi ropa del piso, y me envuelvo en una sábana—. Lía, te estoy hablando.

—¿Eres ciega o el alcohol afectó tu sistema, Betsy? Me voy a buscar a alguien que me folle y me quite las ganas que tengo, y que tú no me quieres quitar.

—No harás eso.

—Sí lo haré. Tú no quieres tocarme, entonces debo buscar quien lo haga.

No alcanzo a salir, me toma del cabello dejándome pegada a la puerta, y mi ropa cae al suelo. Su respiración está muy pesada, y la puedo sentir en mi cuello. Betsy me va a matar si no me hace nada aquí mismo.

—Cuando te dije que eras mía, hablaba muy en serio —me jala la sábana que cubre mi cuerpo, estoy desnuda, y ella detrás de mí solo con ropa interior—. Tú, Lía Sellers Dallas, me perteneces.

—Por favor, tócame, no aguanto las ganas —me hace quedar enfrente de ella—. Por favor...

—Te voy a coger tan fuerte que todos aquí escucharán tus gemidos. Tú me perteneces —abre mis piernas, hace que una quede puesta en un banquillo. Puedo ver que trae puesta la pantaleta de starp on. Le quito su sostén y así tengo una mejor vista. Clavo mis uñas en sus hombros, al sentir que ha entrado en mí sin avisarme, y sin nada de compasión. Mi trasero se pega a la puerta cada vez que Betsy entra y sale de mí. No hago otra cosa que gemir, y pegarme a sus senos que saben a gloria—. Dime que solo eres mía.

Me ordena, y no puedo ni hablar, solo estoy ahí quejándome. —Yo... yo soy... tuya... ¡Ahhh!

Entra hasta el tope, y aprieto su pezón. Sale de mí y deja mis manos afirmadas en la puerta, me hace quedar con mi trasero levantado, y vuelve a penetrarme. Esto se siente tan bien, es como si una pequeña parte de mi deseo se estuviera llenando. —¡Ah, Betsy! ¡No pares!

Se sigue moviendo cada vez más fuerte, y siento mis piernas temblar. Sus manos masajean mis senos, y mis pezones están demasiado erectos. Quiero que siga con sus movimientos y sacie mis ganas.

—Eres... eres mía, Sellers —me penetra—. Mía y de nadie más —sale de mí, siento mi cuerpo temblar, y al mismo tiempo mis fluidos mojan mis piernas. Le saco lo poco que tiene de ropa, y doy un salto para quedar en su cintura, y ella me detiene por mi trasero para que no me caiga. Nos besamos con toda la pasión posible, y su mano libre acaricia mi espalda-. Te deseo tanto.

-Hazme tuya-me deja caer en la cama, y mis piernas quedan abiertas, para que Betsy pueda quedar en medio, y así pueda moverse hacia arriba y hacia abajo. Se siente demasiado bien estar sintiendo el roce de nuestras partes, y como mis dedos entran y salen de su sexo, y los de ella se mueven en el mío.

Se aleja de mí, y la veo sacar un consolador de su bolso. Es la primera vez que lo veo, porque es distinto a los que he visto, este es con una ligera curva ascendente del eje.

—¿Me meterás eso? —Bet se ríe de mi cara, y es que eso se mira tan raro.

—Esto es un consolador del punto G. Si lo ves así, con la liguera curva ascendente del eje, es para no tener que adivinar cómo encontrar la parte más profunda y placentera de la vagina, ósea el punto G femenino.

Asiento convencida de lo que ha dicho, y me acuesto de nuevo, me sigue besando, y siento el pequeño vibrador, darme placer. Gracias a que es de forma ergonómica, puedo sentir como me masturba y estimula mi punto G. No dejo de quejarme con cada vibración, me afirmo con mis codos, para poder tomar los senos de Betsy en mi boca, y seguir masturbándola con mis dedos.

Aprieto los dedos de mis pies, por las enormes sensaciones de placer que puedo sentir, con mis manos arrugo las sábanas, y es que este aparato puede hacerte perder en tus deseos más sucios.

—¡Ay Dios! —gimo—. ¡Ya no... ahhh... no puedo más! —arqueo mi espalda, y cierro mis ojos cuando siento que estoy por correrme. Betsy devora mis senos con todo el placer posible, y eso basta para que sienta como exploto llena de placer. La tumbo en la cama, y separo sus piernas, colocando en su parte el consolador, y veo como muerde sus labios. Sus ojos parecen blancos, y su cara ha tomado un color rosa. No pierdo el tiempo y voy directo a sus senos, paso mi lengua por cada uno de ellos, y los atrapo en mis dientes.

Sus senos son la perfección en mis manos y en mi boca. —Te amo con mi vida, cosa fea—. Le susurro, y voy mordiendo el lóbulo de su oreja. Deslizo mi mano por su cuerpo, y busco sus labios. Siento como su piel se eriza, y su respiración ha pasado a un segundo plano.

—Te amo demasiado —es lo último que dice, y se corre. Sus ojos traspasan mi alma, y es como si no hubiera problema alguno en nuestra vida. Su mirada le da paz a mi alma, y su presencia le da sentido a mi vida. La amo, y no tiene sentido negarlo, Betsy es todo lo que busqué todo este tiempo, y no la dejaría ir. Betsy Blair, es la chispa que enciende mi vida.

—Sí creo en la vida después de la muerte —le digo sin más—. Y sí creo que ahí también vamos a estar juntas.

—¿Me quieres en otra vida? Mira que soy muy intensa, no vaya a ser te aburras de mí.

—Tú eres mi felicidad.

—Y tú eres mi vida entera.

(....)

Dormirte tarde, y tener que despertar temprano, es lo peor del mundo. Estoy que me duermo aquí en la mesa, aún sabiendo que el profesor me está mirando la cara de sueño que tengo. Me rio por algo que me dice Keisyth, y nos quedamos hablando, hasta que nos manda a callar el profesor Orlando.

—Profe ya díganos para qué nos hizo despertar tan temprano, mírele la cara de sueño a Lía, casi tiene lagañas del sueño.

—Como que tú estás hermoso —le tiro un pedazo de pan a mi compañero que fue quien habló.

—Bueno los dos se quedan quietos —nos regaña el profesor—. Iremos a divertirnos al pueblo, a conocer la cultura de aquí, y así no dicen que el profesor Orlando los trajo a un viaje y los mantuvo encerrados —vamos a celebrar y levanta sus manos para que hagamos silencio-. A la primera discusión, nos regresamos. Los conozco y sé que no todos se llevan bien, así que ya saben.

—Dígale a Zaira que no vaya a andar de loba cuando vea a los hombres del pueblo —se escuchan las risas por lo que ha dicho mi hermana—. La pobre está muy necesitada.

—Más bien hay que tener cuidado contigo y no te vayas a tomar toda la chicha que hacen en el pueblo, con eso que eres una alcohólica.

—Pero por lo menos mi hermana no se casa con hombres por el dinero, y ella sí sabe escoger-más risas.

—Jóvenes ya. Si siguen así no iremos a ningún lado.

—Relax profe, tomate una avena con pitillo.

Estaba demorando Irene en salir con sus locuras. Nos vamos a las habitaciones para arreglarnos, y no tengo idea de qué ponerme, no conozco el pueblo, y no quiero verme como una chica de ciudad que no sabe donde está. Quiero verme fresca, y pasar el mejor de los días, antes de regresar a la ciudad: mi eterna pesadilla.

Lo que llaman un amor desastroso. [#2] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora