2. Quiero la verdad

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Lo que llaman un amor desastroso.

Capítulo 2: Quiero la verdad.

-Lía Sellers-

Tener recuerdos de los que no tengo la menor idea por qué son, es la cosa más molesta. Tengo recuerdos de algunos chicos, y de una chica, en especial. Hace algún tiempo la llevo soñando y me asusté tanto cuando se acercó a mí que fui grosera con ella. Quería recordar algo sobre ella, y por más que la miraba no sabía quién era. Solo podía ver dentro de mí algunos recuerdos distorsionados, y no lograba aclararlos.

Ese día que la vi en la editorial, fue porque Alejandro me pidió que lo acompañara; ahí trabaja él. Le pregunté quién era la chica esa, y él negó haberla visto antes. Alejandro es mi esposo hace años, bueno, eso me han dicho desde que desperté de un accidente, y lo primero que miré fue su bonito rostro. Ha estado conmigo cada vez que lo necesito, pero por más esfuerzos no logro recordar nuestra boda. Solo sé que es mi esposo por la cantidad de fotografías que hay colgadas en la pared de nuestra casa. Él dice que fuimos novios desde preparatoria, y siento vergüenza de no recordar nada de lo que me cuenta que hemos pasado juntos.

Los que dicen ser mis papás vienen cuando tienen tiempo libre, estaban viviendo fuera del país. Yo estaba con ellos, pero después de un tiempo nos vinimos a esta ciudad. Hay algo que no se ha borrado de mi memoria, y es Berni: mi hermana melliza. Siempre quise verla, pero mis papás me decían que no era buena influencia para mí, y gracias a que Alejandro consiguió su número, pude hablar con ella, y nos veremos hoy a las seis, aquí en mi casa.

Hay días que me siento tan deprimida por no recordar nada más que a mi hermana y ese accidente donde estaba con alguien que no recuerdo. Alejo dice que es él, pero yo estoy casi segura que no. Estos días me he sentido tan triste, siento que esta no es mi vida, y que tengo tantos vacíos dentro de mí que nadie llena, ni siquiera Alejo con sus atenciones y sus bromas.

Se supone que cuando estamos con alguien y hacemos el amor, uno se siente bien. En cambio, para mí es incómodo dejarme tocar por mi esposo, no le digo nada, pero no me gusta tener intimidad con él: me siento expuesta. Tengo que fingir cada orgasmo, porque siento pena con él, y no quiero hacerlo sentir mal.

-Alejo -lo llamo logrando que aparte la mirada de su laptop. Me regala una sutil sonrisa-. ¿Cómo fue que me quedó esta cicatriz? -levanto mi blusa dejando ver la cicatriz que tengo en el abdomen-. No lo recuerdo.

Se rasca la cabeza con algo de desesperación.

-Te quedó del accidente, ¿lo recuerdas?

-No lo sé. ¿me cuentas cómo pasó todo? -me acerco, me siento en sus piernas y él me da un beso-. Es que yo tengo recuerdos muy vagos, y lo que me has contado no concuerda con lo que yo creo que pasó.

-Lía, tú no recuerdas nuestra boda y vas a recordar ese accidente -suelta sin darse cuenta de que sus palabras han sido tan crudas, y me levanto de sus piernas-. Ven, no quise hacerte sentir mal.

-Pero lo lograste.

Salgo de la habitación dando un portazo, no sé qué le pasó para que me respondiera de manera tan grosera. Yo solo quiero recordar quién soy, de dónde vengo y por qué parece que aquí nadie me conoce. Quiero saber todo de mí, y nadie me habla de cómo era o qué hacía. Ni siquiera sé si era una perra sin corazón, aquí nadie habla de mi vida antes del accidente.

Me miro en el espejo y no sé quién es ese reflejo, y me duele saber que mi memoria está tan mal, como yo. Me siento asfixiada en esta casa, me asfixia no saber nada de mi pasado. No cabe duda que necesito salir de aquí. Me arreglo un poco el cabello como me enseñó la terapeuta, y salgo sin hacer ruidos. El día está nublado, pero no pretendo llevar paraguas. Miro el cielo, y bajo mi mirada hasta el suelo, empezando a caminar.

No sé a dónde voy, pero quiero conocer más allá de esta pequeña ciudad que está matando mis ilusiones.

-¿Lía? -escucho una voz detrás de mí. Miro para ver quién es, y como lo esperaba no sé quién es. La chica es de piel blanca, nariz pequeña que lleva un arito, cabello largo y de la misma estatura que yo. Ella se mira sorprendida, y yo no sé cómo actuar, no la recuerdo-. Por todos los cielos, estás viva -me abraza de repente y la hago a un lado.

-¿Quién eres? -pregunto y ella retrocede-. Disculpa si soy grosera, pero no tengo idea quién eres -dejo salir risitas por lo nerviosa que estoy, ella se ríe-. Me recuerdas tu nombre, por favor.

-Keindy -dice sonriente-. ¿Cómo es que estás aquí? Todos han pensado este tiempo que estás muerta.

-¿Quiénes son todos, y cómo es eso que estoy muerta?

No entendía nada de lo que estaba hablando la chica de nombre raro, pero ella parecía conocerme.

-¡No seas payasa! -Explota en risas, y al ver mi cara de confusión se queda callada-. ¿De verdad no sabes de qué hablo? -niego-. ¿No te acuerdas de Betsy, Brian o Berni?

Niego con mi cabeza.

-Lo siento, tengo que regresar a casa.

Salgo casi huyendo de esa chica, no entiendo de qué está hablando, yo solo recuerdo a Berni. Por lo visto mi caminata ha fallado. Regreso a casa y cuando estoy por abrir la puerta siento a alguien detrás de mí. Miro por encima de mi hombro, y cuando veo que es mi hermana me le tiro encima. No había sentido tanta paz en meses.

Ella solo llora sin mencionar una sola palabra, y tal vez es de alegría por verme. Tengo lindos recuerdos con mi hermana. Se aleja un poco y me mira negando con su cabeza.

-No sabes cómo le pedía a Dios que esto pasara -rompe en llanto-. Me negaba a tu muerte, porque esa parte que uno siente lo que la otra, no lo sentí yo -me vuelve abrazar-. Te he extrañado como no alcanzas a imaginar, te he llorado y he luchado por no recaer en el alcohol desde tu partida, y ahora mírate a unos pasos de mí.

-¿Podemos ir a otro lado? -asiente y la tomo de su mano para alejarnos de mi casa. Ella se mira tan frágil, pero no la abrazo-. Tengo una sopa de letras en mi cabeza, no sé qué decirte, estoy en blanco. Tuve un accidente y no recuerdo nada.

-¿Qué hay de mí?

-No sé, pero nunca te has ido de los pocos recuerdos que hay en mí. Siempre recordaba tu sonrisa, y la de otra niña que no sé su nombre -aguanto las ganas de llorar, no quiero verme vulnerable-. Mi vida es como una película, casi parecida a un diluvio de vagos recuerdos. Mis papás dicen que debe ser por mi accidente que estoy confundida.

-Espera, ¿tú todo este tiempo has visto a nuestros papás?

-Sí. Ellos vienen cuando tienen tiempo a visitar a mi esposo y a mí.

-¿Esposo?

Berni se ríe, parece que le ha dado gracia lo que he dicho.

-¿De qué te ríes?

-No puedes tener esposo cuando eres homosexual -me quedo en silencio por lo que ha dicho-. Estás enamorada de una chica. La amas.

-Yo no soy eso que dices -me defiendo-. No me gustan las chicas, y no puedo estar enamorada de alguien más cuando estoy casada con un chico.

Está loca.

-Mira -saca un celular de su bolsillo, y me deja ver una foto donde estoy yo sonriendo con una chica que besa mi mejilla-. Ella es Betsy -pasa más fotos y me estoy besando con la chica-. No puedes estar casada, ¿qué demonios te hicieron?

-¡¿Quién es Betsy?! ¡¿Por qué tú y aquella chica la mencionan?! -Me altero y comienzo a gritar-. No sé quién soy y me sales con que yo soy homosexual, y que esa estúpida chica es como mi novia. ¡Qué está pasando!

Ya no podía seguir ocultando como me dolía este tema. Apenas y recuerdo mi nombre, y resulta que mi vida antes de esta, es un desastre. Quiero morirme.

-Tu nueva vida es una mentira.

-Quiero la verdad.

-La tendrás. Ven conmigo.

Lo que llaman un amor desastroso. [#2] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora