Capitulo Veintisiete

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Cuando Hyunjin entró al apartamento finalmente abandonó su fachada dura y dejó expuesta la fragilidad que tanto se esfuerza en ocultar.

Su cuerpo temblaba y las lágrimas se condensaron en sus ojos con gran rapidez, desatando la tormenta más fuerte que encerraba en su interior. Las viejas heridas se abrieron y las nuevas sangraron, recordándole que, aunque se puso un parche no había logrado sanar.

Se reprochó a sí mismo por ser débil, pero se permitió sufrir ahora. Después volvería a ser fuerte, después volvería a ser la persona que se enfrenta a todo y no reniega de las cicatrices que le quedan grabadas en el alma.

Por supuesto que hizo uso de su ingenio y lengua afilada para responder a los ataques verbales de su madre, sin dejar entrever algún signo de lo que estaba seguro la omega querría ver. Su dolor, su angustia, consternación y sufrimiento. Guardó todo para él. 

Después de conseguir enfurecerla lo suficiente se marchó, pero quedó totalmente cansado de aquello, con una pesadez casi tangible sobre sus hombros.

Con todo lo que había comprado se dirigió a pasos temblorosos hasta la habitación principal. El aroma del alfa dando de lleno contra su sensible olfato.

Inspiró profundo y solo para torturarse un poco más sacó prenda por prenda, admirando cada una en silencio mientras lágrimas caían en alguna de ellas. Las palabras de su madre resonando en su cabeza una vez más hicieron que sus sollozos solo fueran en aumento.

Abrazó con fuerza la mayoría de las pequeñas prendas que pudo coger, impregnando así su aroma en ellas, era una lástima que la tristeza opacara la exquisitez de su fragancia.

Se sentía perdido y vulnerable.

Necesitaba con urgencia un calmante, pues no quería más retrocesos. Su lobo aullaba adolorido, inquieto y lamentable.

Por un momento perdió su autocontrol y su instinto animal tomó el mando.

Con el rostro aún bañado en lágrimas y pequeños hipidos saliendo de su interior empezó a rebuscar en las cosas del alfa. Cogió todo aquello a su alcance que tuviera especialmente fuerte el aroma del dueño.

Se dedicó a apilar sábanas, fundas, ropa y demás a su alrededor. No supo bien en qué momento, pero también muchas de sus propias cosas terminaron rodeándolo, ni siquiera fue consciente de cuando las tomó. Solo sabía que en el momento en que quedó rodeado por una fortaleza en la que abundaba su aroma, el del alfa y dónde estaban aún las prendas de su bebé no nacido, logró sentirse en calma.

Su instinto animal lo había llevado a hacer algo que nunca antes sintió la necesidad de hacer. Era la primera vez que construía un nido.

Y lo hizo totalmente en trance.

No fue hasta que terminó que cayó en cuenta de ello, pero no se permitió cuestionarse más. Solo respiró con tranquilidad en la paz que le traía el lugar en el que se encontraba.

Se dedicó a acariciar su vientre mientras en posición fetal tenía resguardado el pequeño conjunto que más le gustó.

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Ya era tarde cuando abrió la puerta de su apartamento.

Se sentía cansado, exhausto, cómo si le hubiesen drenado toda la energía del cuerpo. Su jornada laboral fue sumamente pesada y adjuntando a eso el hecho de que su lobo fue lo menos cooperativo, sentía que podía quedarse dormido ahí mismo.

Mucha de la angustia y preocupación de su lobo casi lo hace fallar en su trabajo, pero como el profesional responsable que era no se podía permitir aquello. Suprimió a la fuerza a su animal interno para no perder la vida de algún paciente mientras laboraba.

Huellas -JeongJin-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora