Capitulo Dieciocho

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El cielo embravecido parecía desatar su furia contra la tierra, caía agua como torrencial, los truenos sonaban aterradores y los relámpagos hacían que el interior se viera tétrico.

A Hyunjin nunca le gustaron las fuertes tormentas, siempre terminaba encogido en un rincón. Porque le recuerdan a ese tiempo que pasó desprotegido y el manto de agua que cubrió su cuerpo la primera noche que fue sacado de su casa. Ese día el cielo realmente descargó contra él todo lo que tenía. Las tormentas eléctricas siempre lo llevan al pasado.

Es por eso que permanece sentado en el sofá de la sala abrazando las rodillas contra su pecho y enterrado su cara en el pequeño espacio que se hace ahí, se estremece ante cada nuevo trueno y el sonido de las gotas de lluvia golpeando fuertemente contra las ventanas parecen tener el único propósito de martirizar su ser.

Se siente estúpido al no poder soltar ese temor incluso en su adultez, pero es algo que se le sale de las manos.

Respira fuerte intentando tranquilizarse, diciéndose a sí mismo que la tormenta pronto va a pasar, que solo es cuestión de esperar.

Pero pasan las horas y el cielo no parece tener intención de darle paz.


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Cuando las primeras gotas de lluvia cayeron Jeongin se felicitó por su decisión de venirse temprano a su hogar, de lo contrario hubiese quedado atrapado en la casa de Yeosang esperando que escampe. Félix por otra parte optó por quedarse y él no insistió en llevárselo cuando quiso irse. Estuvo entretenido en la celebración de cumpleaños de su amigo omega, mas no tenía ánimos de seguir ahí.

Pero pasaron los minutos y con ello llegó el aumento de intensidad en la lluvia, los relámpagos hicieron acto de presencia iluminando cada tanto su apartamento. A medida que los truenos cogieron potencia él se empezó a inquietar.

Sentía a su lobo rasguñar en su interior, y le transmitía toda su ansiedad directamente. Era tanta su intranquilidad que llegó a creer que en cualquier segundo podría tomar su forma lobuna.
Era como si su lado animal le estuviera avisando algo.

El omega que se ha hecho parte de su día a día pasó por su mente y la fiereza de su lobo aumentó. Llamó al número de Hyunjin varias veces para confirmar que esté bien y que la intranquilidad de su lobo no se deba a una mala premonición con respecto a él, pero nadie respondió.

Su preocupación creció y no lo pensó dos veces cuando metió ropa en una mochila, y buscó las olvidadas llaves de su auto. Era peligroso conducir bajo esas condiciones, pero no podría estar en calma si las cosas seguían así.

Encendió su auto y cogió rumbo a una dirección específica, pidiéndole al universo que todo estuviera bien.


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En medio de la bruma en la que estaba sumergido logró escuchar unos fuertes golpes en su puerta, lo suficientemente fuertes como para que se pudiesen escuchar por encima del estridente sonido de la lluvia.

Él no se sentía capaz de moverse del lugar en el que está, sin embargo, cada momento que pasa sin abrir el llamado a su puerta se hace más desesperado.

Tomó profundas respiraciones y llamó el coraje suficiente para pararse, aunque sus piernas estuvieran tiritando ante cada paso; sus manos temblorosas acariciaban su vientre, se acercó a la mirilla y cuando vio quien estaba tras la puerta se apresuró a abrir.

Un Jeongin agitado con mochila al hombro y parcialmente mojado estaba frente a él.

Las luces estaban apagadas y un nuevo relámpago iluminó el lugar.

Al ver a Hyunjin en una sola pieza su inquietud bajó un poco, pero esos ojitos llenos de sentimientos turbios le dijeron que las cosas no se hallaban precisamente bien.
Lo abrazó sin pensarlo dos veces, algo le decía que el omega necesitaba aquello.

A pesar de que Hyunjin no esperaba la presencia del alfa en su hogar, no podía estar más agradecido, y sin importarle la humedad de la ropa ajena recibió ese abrazo como si fuera su salvación. Enterró su rostro en la curvatura del cuello del alfa y sintió como si un peso cayera de su espalda.
Tembló entre esos brazos y solo consiguió que el menor ejerciera mayor presión.

— Lo siento — susurró contra la piel de Jeongin, sin saber realmente porque se disculpaba.

Tal vez por su fragilidad.

— No lo digas otra vez, por favor. — acarició suavemente la espalda del omega — vamos a tu habitación.

Cerró la puerta y entrelazó su mano fría con la de Hyunjin que estaba en iguales condiciones por diferentes motivos. Guio el camino que se sabía de memoria.

Encendió las luces de la habitación y dejó al omega sentado en la cama tras decirle que esperara un momento mientras se cambiaba. En el baño se quitó la ropa húmeda y se puso el pantalón amplio que guardó en la mochila y cuando estaba por ponerse su ancha camiseta la luz del baño repentinamente se apagó.

Alumbró con la linterna de su teléfono y salió apresurado con la camiseta en la otra mano al encuentro del omega, que aferraba sus manos a las sábanas de la cama en medio de la oscuridad.

— Aquí estoy — anunció.

Instó a Hyunjin a acostarse y después él se subió a la cama, los cubrió a ambos con las gruesas mantas y le habló a su acompañante:

— Si consideras que es necesario, hazlo, a mí no me incomoda. — no hubo necesidad de especificar, los dos sabían a qué se refería.

Cuando un omega está asustado tiende a buscar el resguardo de un alfa, la mera presencia de uno ya era una ayuda, pero es claro para todos que se necesita contacto físico para transmitir tranquilidad al omega. Hyunjin claramente está asustado, un plus es su embarazo y el hecho de que, si o si necesita el calor de un alfa, pero no tiene a uno con quién cubrir esa parte tan esencial. Entendió entonces que Jeongin no hacía referencia a qué lo hiciera únicamente en ese momento, le estaba dando el consentimiento y brindándole su ayuda al ofrecerse para atender a esa necesidad tan grande e importante.

Se acercó al cuerpo del alfa y lo abrazó, su propio cuerpo entero quedó apoyado contra el ajeno y Jeongin lo recibió en sus brazos.

Bajo las mantas y la calidez que se le brindaba pudo respirar con tranquilidad, cuando Jeongin deliberadamente dejó escapar sus feromonas su cuerpo se destensó y quedó cubierto con la fragancia del alfa. Lo había marcado con su aroma.

La lluvia seguía igual de fuerte, los truenos continuaron sonando de vez en cuando y los relámpagos también, pero su corazón ahora latía con calma y ya no tenía temor.

Huellas -JeongJin-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora