Cojo el lápiz y me acerco una silla. No es uno de sus colores habituales, sino un rosa suave y brillante, más parecido a su tono natural. Me inclino hacia delante, y nuestras caras casi se tocan mientras recorro la silueta de sus labios, las curvas de su boca en forma de corazón, la húmeda carnosidad de su labio inferior, que se ondula bajo la presión de la punta del lápiz. Mientras la pinto, sin despegar los ojos de su boca, siento una opresión en el pecho y un burbujeo que asciende desde los dedos de mis pies para ir subiendo cada vez más, y soy incapaz de pensar en otra cosa que no sea cómo sería besarla, piel con piel, y me invade un deseo tan acuciante que no puedo seguir a su lado ni un minuto más sin ponerme en evidencia.
—¡Ya está!
Me levanto a toda prisa para alejarme, y el lápiz se me escapa de los dedos —que se han vuelto torpes de repente—, cae con estruendo sobre la mesa y rueda hasta el suelo.
—¿Qué pasa, es que tengo mal aliento? —me dice con mala cara.
Yo me encojo de hombros. Ella desbloquea su móvil y pone la cámara en modo vídeo.
—¿Ya estás lista? —Aún no puedo mirarla, ni quiero que me mire. Necesito poder dominar este sentimiento primero—. ¿Acabamos con esto? Le dije a Gracie que podría ayudarme a ensayar antes de irse a la cama.
—En serio, ¿qué es lo que te pasa? —Rose ladea la cabeza—. ¿Por qué estás tan desagradable?
—No me pasa nada —le miento—. Pero tengo cosas mejores que hacer que maquillarte.
—Qué va. —Rose arruga la frente—. ¿Red...?
Conozco esa voz, que suele marcar el inicio de una conversación incómoda.
—Mira, Rose, déjalo —le digo—. No eres el ombligo del mundo.
Normalmente sería mentira, porque cada día mi mundo gira más en torno a ella, pero hoy no. Por lo menos, hasta este momento.
—Eso ya lo sé... Pero me tienes preocupada. Nunca hablamos de tus cosas, y eso que está claro que tienes un montón de movidas. Pero nunca quieres desahogarte. ¿Por qué? —Rose cierra su espejo de maquillaje y se acerca a mí—. Siempre hablamos de mis rollos, de lo incomprendida que soy y de lo que pasan de mí en casa... —Sonríe, pero debajo hay algo serio, una promesa que espera que cumpla—. Sé que a ti puedo contártelo todo, Red...
Entonces me lleva la mano a su mejilla, y en ese momento desearía combustionar y desaparecer con una nube de humo y ceniza. Habría sido perfecto. En su lugar, me quedo inmóvil como un saco de carne y terminaciones nerviosas.
—Y tú sabes que también puedes contarme lo que quieras, ¿no?
—Claro que sí...
Le aparto la mano de la cara y me pregunto si será cierto, si de verdad podría sincerarme con Rose. Con la chica que básicamente se ha descojonado de todas las declaraciones de amor sinceras que ha recibido. Pero tampoco puedo culparla por desconfiar del mundo, puesto que el mundo le ha dado pocos motivos para confiar en él.
—¿No hay nadie que te guste? —me pregunta, y yo suelto un suspiro y me meto las manos en los bolsillos junto con su teléfono—. Porque si es así, deberías ir a por ella y decirle lo que sientes, sea quien sea. Tú también te mereces ser feliz.
—¿También? ¿Cómo quién? —la interrogo.
—Pues no sé, como el resto de la gente feliz. Yo soy feliz, y Leckraj está como unas castañuelas. Se me escapa una sonrisa.
—Pero eso es porque el amor de su vida es su bajo —le respondo—. Bueno, Rose, ¿hacemos el vídeo de las narices o qué? Por increíble que te parezca, tengo vida más allá de ser tu ayudante.
—¡Tranqui, tranqui! Lo único que digo es que serías un buen partido, y hay otras chicas que también lo creen. Sé que Milly Harker no deja de ponerte ojitos de cordero degollado, y...
—Rose, déjalo ya —la corto, más bruscamente de lo que pretendía—. Mira, no quiero tener novia, ¿vale? Ahora mismo no tengo la cabeza para pensar en eso, sino en el grupo, en Leo y en... ti
—me trabo con la última palabra—. Tú podrás enrollarte con cualquier extraño mientras Naomi está en coma, pero yo no.
Rose me mira durante un momento, se encoge de hombros y vuelve a la mesa, donde empieza a organizar su maquillaje.
—Vamos, que me estás diciendo que soy una zorra egoísta y despiadada —dice, y sé que le he hecho daño, y me duele.
—No, solo digo que no es lo que busco en este momento. No pienso en ello.
—Pues debes de ser la única persona de dieciséis años de todo el mundo —afirma ella—. Venga, vamos a acabar con el vídeo. Estoy lista para mi primer plano.
Antes de que pueda darle al botón, el móvil de Rose cobra vida en mis manos con un zumbido.
Un mensaje de un número que no tiene grabado. Sin darme cuenta, leo la vista previa.
No dejo de pensar en ti y en lo de hoy... ¿Cuándo lo repetimos?
—¡Oye! —Rose me quita el teléfono.
—¿Quién es, Rose? —le pregunto—. ¿Con quién estás quedando? ¿Es Maz?
—Por Dios, Red, ¡cálmate! He salido un par de veces con un chico de... St. Paul's, pero no es nada serio, ya me entiendes. Sin embargo, es evidente que él se ha enamorado de mí.
Solo ha vacilado una milésima en su respuesta, pero yo lo he notado. Rose me está mintiendo, ¿por un chico? ¿Por qué iba a hacer eso? ¿Por qué iba a mentirle a la persona a la que se lo cuenta todo? Responde al mensaje con una sonrisa diminuta y un rubor en las mejillas. Este le gusta.
Un brote de ira surge en mi pecho, y me voy a la cocina a ponerme los calcetines y las zapatillas, mientras maldigo los cordones.
—¿Qué estás haciendo?
—Ya te he dicho que he quedado con Gracie. Me voy.
—¡No, por favor! —Se queda mirándome—. Te lo suplico, solo serán tres minutos. Lo siento, pero no sé por qué te interesa tanto. No es más que un tío al que conocí en el campamento de teatro al que me obligó a ir mi padre. Evidentemente, está colgado por mí, y, evidentemente, yo ya paso de él. ¡No te enfades conmigo, por fa! Yo no tengo la culpa de ser tan arrebatadora.
Está de broma, pero no me hace gracia. Si fuera un ligue del campamento de teatro, me daría igual, pero este no es cualquiera. Si lo fuera, nos leería sus mensajes y nos enseñaría sus fotos de Snapchat para que nos descojonáramos todos.
—No me enfado —le aclaro—. Me preocupo.
—¿Que te preocupas? —me suelta—. Joder, Red, que no eres mi padre. Y, ahora, ¿podemos grabar el vídeo, por favor?
—Bueno. —Vuelvo a coger su móvil—. Tienes cinco minutos, aprovéchalos.
La observo mientras fija la mirada en la lente posterior de su móvil y empieza a hablar como si lo hiciera con su amiguita más pava, salvo porque no tiene ninguna, claro. La contemplo mientras se ríe, con los ojos brillantes, abriendo los labios mientras explica su tutorial lleno de ironía, y es graciosa y ocurrente, y parece que su destino es triunfar. Recuerdo cómo ha entrado a clase esta mañana, como la puta ama, como si conquistara el mundo con cada paso. Entonces me doy cuenta de que, aunque el mundo crea que nada ni nadie sería capaz de hacerle daño, en realidad, es la persona más asustada y solitaria que conozco.
Y si alguna vez permitiera que le hicieran daño, sabiendo lo que sé, nopodría perdonármelo nunca.
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Mirror mirror
Teen FictionLa vida no es perfecta para Red, Leo, Rose y Naomi, pero la música los une, y el futuro de su banda Mirror, Mirror es prometedor. Hasta que Naomi desaparece. Tras encontrar a Naomi inconsciente en un río, la policía baraja la posibilidad del intento...