Vemos la película, o, al menos, yo observo cada escena, mientras intento asimilar cómo me siento sin éxito.
Molly Ringwald hace su truco con el pintalabios, y Judd Nelson da golpes al aire y, mientras pasan los créditos de inicio, Rose me coge de los brazos y tira de mí para meterme más en la cama.
Y lo consigue. La miro mientras me lleva hasta el centro, donde me espera, y me levanta el brazo y acomoda su cabeza sobre mi hombro.
Mierda, ¿qué está sucediendo?
—¿Sabes qué, Red? —dice ella—. Creo que eres la mejor persona que conozco.
—Anda, no digas tonterías —respondo, dando gracias porque no vea la estúpida sonrisa con la que miro hacia el techo.
—No, es en serio. —Echa la cabeza hacia atrás, y doblo el cuello para contemplarla—. Nunca has perdido la esperanza conmigo, ni me has decepcionado, por muchas estupideces que haya dicho o hecho; eso es muy especial. Eres muy especial para mí, lo sabes, ¿no?
Cuando acomoda su barbilla en mi pecho, pienso que se me va a parar el corazón; con el peso de su cuerpo sobre el mío, siento que una energía efervescente se apodera de mí, y cuando me pone el brazo sobre el vientre, se me corta la respiración. Está ocurriendo de verdad: estoy en la cama de Rose, y ella casi está tumbada encima de mí.
A veces, me preocupa que no te des cuenta de lo genial que eres —dice con voz suave y dulce.
No puedo más. Me muevo, y me pongo de lado, de modo que me quedo a la misma altura que ella, y nos miramos a la cara; seguimos a unos centímetros de distancia, pero al menos así puedo respirar y no fallecer.
—Pues yo no me considero genial —digo—. No soy más que yo.
—Cierra el pico —insiste Rose—. Eres la bondad personificada; además, nadie toca mejor la batería que tú en todo el universo conocido, ni baila mejor; y me encanta cómo te cae el pelo sobre los ojos, esas camisas de cuadros que te pones todos los días... Red, hay algo que juré que no te contaría, pero no puedo seguir ocultándotelo...
El tiempo parece ralentizarse y, entonces, se detiene. Solo soy capaz de ver el reflejo de las luces en sus profundos ojos azules, el vello de sus suaves mejillas, cómo se curva su labio superior al hablar, y la cicatriz que tiene en la comisura izquierda de la boca. Siento que todo lo que ha ocurrido en mi vida y en el universo, desde el inicio de los tiempos, estaba diseñado para culminar en este momento perfecto y precioso.
No necesito oír lo que me ha ocultado, porque lo sé. Ha ocurrido lo impensable: Rose siente algo por mí.
¡Ella también me quiere!
Mientras me acerco a Rose, todo parece un sueño; coloco la mano sobre su cintura y me inclino hacia ella y la beso con la seguridad de que el destino me guía. Sin embargo, en el preciso momento en que nuestros labios se rozan, veo que sus ojos se abren, sus hombros se tensan y noto cómo se echa hacia atrás; aun así, mis labios se juntan con los suyos, y durante una fracción de segundo, beso a la chica a la que amo, y vivo un momento de felicidad perfecta.
Tan solo un instante después, Rose se ha ido y en su lugar solo queda aire frío.
Cuando tomo conciencia de lo que ha pasado, veo a Rose de pie, mirándome, horrorizada. A partir de ese momento, el tiempo se acelera.
—Hostia puta, Red, ¿qué cojones haces? —dice ella—. ¿Por qué...? No quería que me besaras, ¿por qué has creído que sí? Y ¿tú, de entre todas las personas del mundo, has intentado forzarme?
—No... No quería... Lo siento... Es que pensaba que...
Los acontecimientos se precipitan sin que yo pueda hacer nada. Es como si estuviera viendo una película: mi mente y mi cuerpo aún no han asimilado su expresión. No sé qué se me ha pasado por la cabeza, pero me he equivocado. Lo he malinterpretado, he metido la pata hasta el fondo. Ay, joder, no, mierda, joder, no.
—Lo siento mucho. —Salto de la cama—. Lo siento. Es que pensaba... Bueno, me ha parecido que querías que te besara. Lo siento muchísimo, Rose.
Nunca he visto a Rose tan disgustada, tan enfadada. Tiene partes de la cara rojas y otras blancas.
—Ay, madre, Red, soy tu mejor amiga. Y tú eres la única persona que no quiere joderme.
Confiaba en ti, me sentía a salvo contigo. Y... y... y...
—Tú también eres mi mejor amiga. —Intento acercarme a ella—. Rose, por favor... —¡No! No te me acerques.
Me da miedo moverme o hablar. No tengo ni idea de qué va a ser de mí.
—Si valoraras tanto mi amistad como dices, no habrías hecho eso, Red. Si de verdad soy tu mejor amiga, deberías saberlo...
—¿Saber el qué?
Dejo caer la cabeza, porque sé exactamente cuál va a ser su respuesta, porque es mi mejor amiga, la conozco mejor que nadie, y, a pesar de todo, la he jodido bien.
Así, antes de que abra la boca, ya sé qué va a decir:
—Red, no soy como tú. Soy hetero. Yo no beso a chicas.
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Mirror mirror
Teen FictionLa vida no es perfecta para Red, Leo, Rose y Naomi, pero la música los une, y el futuro de su banda Mirror, Mirror es prometedor. Hasta que Naomi desaparece. Tras encontrar a Naomi inconsciente en un río, la policía baraja la posibilidad del intento...