Capítulo 8 (2/2)

25 3 0
                                    


— ¿Cómo es que de pronto sabes tanto de tatuajes? — Me pregunta Leo—. ¿Y por qué íbamos a decírselo a los maderos?

—Porque no lo tenía cuando se fue y ahora sí. Sucedió cuando estaba por ahí. A lo mejor pueden descubrir dónde se lo hicieron, con quién estaba, cómo lo pagó... —Miro a Rose—. Tenemos que decirlo, ¿verdad?

Rose asiente y Leo niega con la cabeza.

— ¿Por qué estás tan sensible con el tema? —le pregunta Rose.

Él baja la mirada.

—No estoy sensible, es que... ya lo pasé bastante mal cuando desapareció, ¿o es que se os ha olvidado? No quiero tenerlos pegados a la chepa otra vez, sobre todo ahora.

Leo no miente. Cuando los polis se enteran de que vives en los bloques de Leo, casi dan por hecho que eres culpable. Allí vive mucha gente buena, como Leo y su madre, pero de quienes se habla siempre es de los delincuentes, de los camellos y de las bandas. En cuanto supieron que Naomi era amiga de un chico que vivía allí y cuyo hermano estaba a la sombra por agresión con agravantes, se lanzaron sobre Leo como fieras. Pasaron más horas con él que con los demás, y aunque se llevaron los móviles y los ordenadores de todos, se quedaron los de Leo mucho más tiempo. Le preguntaron de todo, desde el porno que veía hasta los cargos por los que condenaron a su hermano. Aquello lo destrozó, lo enfureció e hizo que perdiera la poca confianza que le quedaba.

Es lógico que quiera alejarse todo lo posible de la pasma.

—Tal vez no haga falta meter a la poli en esto —titubeo.

—No nos queda más remedio —tercia Rose, que mira a Leo y se encoge de hombros—. Es una pista, ¿no?

—Esa no es la cuestión —dice Leo—. Una chica se escapa y se hace un tatuaje, menuda sorpresa. No quiere decir nada, Rose.

Ella me mira en busca de apoyo, pero no tengo más remedio que darle la razón a él.

—Lo único que sabemos es que esto es muy raro, pero ellos no pensarán lo mismo. No les importará una mierda. Tenemos que descubrir dónde se lo hizo, porque a ellos les va a dar igual.

—Pero sí que se lo diremos a Jackie y a Max, ellos conocen a Nai y saben que nunca lo habría hecho —responde Rose a la defensiva. Odia no tener razón.

En eso estamos todos de acuerdo.

—Necesito tomar el aire —dice Leo, negando con la cabeza—. Este sitio...

Entonces se marcha cabizbajo, con las manos en los bolsillos.

— ¿Cómo es posible que no lo viéramos antes?

Jackie sostiene la muñeca de su hija, con los ojos clavados en el tatuaje. Max está detrás, con un ceño profundo entre las cejas. Ash se ha quedado junto a la ventana, y el sol de primera hora de la tarde acentúa los reflejos rubíes de su pelo. Su rostro no muestra la más mínima expresión, y me pregunto qué es lo que pensará tras esos ojos oscuros.

—Se nota que es reciente, la piel sigue hinchada, y hasta está un poco rosado. ¿Cómo es qué no lo vio? —se dirige a la médica.

—Cuando la trajeron, hicimos todo lo necesario para salvarle la vida —se defiende la doctora Bata Blanca, o Patterson, como reza su placa identificativa—. Esa era nuestra prioridad. Además, no sabíamos si llevaba tatuajes, pero sí que se menciona en las notas...

La doctora se pone a rebuscar entre los papeles de su carpeta mientras Jackie se vuelve de nuevo hacia su hija.

—Pensaba... pensaba que no podía tocarla. —Jackie me mira—. Creía que iba a lastimarla si la movía. No me atrevía ni a tomarle la mano. Si no lo hubieras visto tú, Red, no nos habríamos fijado nunca...

Es una frase un tanto extraña, pero imagino que todo debe de parecerle raro en este momento, en especial desde que le devolvieron a su hija como si fuera una desconocida, con una máscara en la cara.

—Max, ¿crees que debemos decírselo a la policía? Naomi odiaba los tatuajes, decía que eran cosa de fulanas. Nuestra niña no se habría hecho eso...

—No lo sé. —Max acaricia los hombros de Jackie—. La Nai que nosotros conocíamos, no, pero los chavales no dejan de hacer cosas que no te esperas, cariño. Los llamaré y se lo contaré, ¿de acuerdo?

—Yo creo que tiene algún significado —murmura Jackie, más o menos para sí, y veo que Ash cambia levemente su expresión. Ella opina lo mismo. Max tiene razón. Mis padres no saben nada de mí, nada relevante al menos. Puede que Nai se hartara y lo mandara todo a la mierda. Puede que se emborrachara, se colocara y se hiciera un tatuaje, y puede que se odiara tanto a sí misma que decidiera tirarse por el puente, o quizá se cayó sin más.

Excepto por un detalle.

—Y ¿qué hay de los moratones? —Miro a la doctora—. Los de las muñecas.

—Es probable que se los hiciera en el agua. —La doctora Patterson mira la puerta, seguro que le encantaría estar en otro lugar—. Se quedaría inconsciente, se golpearía...

—Aquí no... —Levanto la mano de Naomi con cuidado—. Esto parecen marcas de dedos, como si alguien la hubiera agarrado con mucha fuerza.

La madre de Nai se tapa la boca con las manos y sofoca el llanto.

—No creo que estés ayudando mucho a la madre de tu amiga —me recrimina la doctora Patterson mientras retira la mano de Nai de la mía con delicadeza—. Es imposible saber qué provocó esos moratones, Naomi tiene hematomas por todas partes. —Bata Blanca se yergue y asume el control de todos los presentes—. El estado de Naomi es delicado. Todavía desconocemos el alcance de sus lesiones. Esto va a llevar su tiempo, y necesita paz, tranquilidad y reposo. Sugiero que se vayan todos a casa. Vuelvan mañana, tal vez sepamos algo más entonces.

Miro a Ash y la descubro observándome, los ojos le brillan por toda la ira que está reprimiendo en este momento. Y sé cómo se siente. Esta gente que no conoce a Nai está dispuesta a pensar lo peor de ella. Como si no valiera nada, una descarriada que se ha buscado todo lo que le ha sucedido. No saben quién es la chica tierna, divertida e inteligente que conocemos. No la ven en absoluto.

—Quiero quedarme con ella —le dice Jackie a la doctora, con un tono más bajo. Una advertencia.

—Por supuesto, puede quedarse —responde Patterson—. Pero... ella no se entera. Está muy sedada. Y usted necesita descansar. Estará más fresca cuando vuelva.

— ¿Más fresca? —Rose se echa a reír y me mira con incredulidad.

—Deberíamos irnos. —El señor Demir pone el brazo sobre los hombros de Jackie—. Vamos, chicos. La cena sigue en pie, ¿no?

Leo nos espera fuera.

— ¿Y bien? — Pregunta—. ¿Qué han dicho?

—No creen que signifique nada —le contesta Rose—. Piensan que no es más que una chiquilla desequilibrada que se escapó de casa, se hizo un tatuaje y seguramente quiso quitarse de en medio. Como si fuera mucho lío y no quisieran tomarse la molestia de investigarlo. Así que no cambia su versión de los hechos.

—Pues se equivocan —digo, hablando para mí—. No me cabe ninguna duda.

Mirror mirrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora