Capítulo 7 (2/2).

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Me concentro en el ojo que está visible y trato de adivinar qué puede haberle pasado entre la última vez que la vi —hace dos meses, cuando se quitó el maquillaje anime y llevaba puesto un vestido veraniego de color amarillo con sus piernas morenas al aire— y ahora. Por más que lo intento, no logro unir los puntos entre esa chica risueña, que bailaba sin zapatos en el parque, y esta, con la cara machacada y ensangrentada.

Alguien le ha colocado los brazos a ambos lados del cuerpo por encima de las sábanas. También están llenos de cardenales, aunque menos graves que los de la cara y la cabeza, creo. Recorro con la mirada el mapa de las heridas que cubren su brazo derecho hasta llegar a la muñeca y de pronto me doy cuenta de que me he inclinado para observarlas más de cerca. ¿Nadie más se ha fijado en que estas marcas parecen huellas dactilares, violáceas, ovaladas, como una garra? Como si alguien la hubiera asido de la muñeca con tanta fuerza como para quebrarle los huesos. La idea de que alguien pudiera hacerle daño de esa manera me hiela la sangre. Empiezo a temblar.

Al mirar por la ventana, veo a la médica Bata Blanca con expresión seria y resuelta mientras habla con las enfermeras. No parece la clase de persona a la que se le escaparía algo importante. Porque habrán mirado bien, ¿no? No iban a pasar por alto algo tan evidente, y tampoco querrán que yo lo mencione, ¿verdad? Como si pretendiera decirles cómo tienen que hacer su trabajo o algo así. Pero... por otro lado, Naomi estaba inconsciente cuando la encontraron, y lleva así desde entonces. No podría decirles que le duele la muñeca. Estoy a punto de alargar la mano para tocar la suya, pero me contengo.

Nai y yo quedábamos muy a menudo. A todo el mundo le daba por pensar que nos gustábamos por el simple hecho de que siempre nos veían pasando el rato. Por eso, cuando desapareció, la policía nos pidió que le entregáramos nuestros teléfonos y portátiles para hurgar en ellos en busca de pistas sobre su paradero. Les dije que si supiera algo se lo habría contado ya, pero aun así insistieron en que era mejor echar un vistazo, así que se los dimos. No había nada en ellos que indicara que sabíamos dónde estaba, porque no teníamos ni puta idea.

La policía creyó que yo debía de saberlo todo sobre ella, porque era lo que decía la gente, su familia, sus amigos, e incluso mi madre. Que si había alguien que supiera dónde estaba, tenía que ser yo. Porque nos gustaban las mismas cosas y nos hacíamos reír. Porque terminábamos las frases que íbamos a decir antes de acabarlas. Pensaron que había algo entre Nai y yo porque habíamos escrito la mayoría de las canciones de Mirror, Mirror, y muchas de ellas eran de amor. Pero esas canciones nunca fueron sobre nuestras vidas.

Nai jamás me preguntó en quién pensaba cuando se me ocurrían las letras, ni yo a ella. Se sobreentendía que nos gustaba alguien que no estaba disponible. Una de las cosas que más me molaban de nuestra relación era que no nos hacía falta conocer todos nuestros secretos. Nos bastaba con conocernos. En todo caso, ella era la única chica con la que podía estar sin preguntarme cómo sería besarla. Ese no era nuestro rollo.

Ahora, a su lado, me dan ganas de tocarle la mano, pero me contengo. Antes lo habría hecho sin importarme lo que dijeran los demás, porque Nai y yo sabíamos lo que éramos. Sin embargo, ahora ya no sé quién más le ha dado la mano, ni quién le ha hecho daño. Ahora es una desconocida, y aunque ha vuelto, es ahora cuando más la echo de menos.

Entrelazo sus dedos con los míos con mucho cuidado de no hacerle daño. Tiene la piel cálida y noto el latido firme de su pulso contra mi muñeca. Miro a Leo y a Rose y veo que siguen perdidos en sus pantallas, así que acerco su mano hasta mi boca con mucha delicadeza y susurro sobre su piel.

—Vuelve, Nai. Te necesito.

Y entonces lo veo. Al principio no es más que un destello, una especie de media luna. Antes no era visible, pero de repente ahí está, nuevo y reciente. Claro y rotundo.

—Joder —digo en voz alta. Rose y Leo me miran.

— ¿Qué? Rose se acerca.

—Un tatuaje —les cuento—. Naomi se hizo un tatuaje mientras estaba desaparecida.

Mirror mirrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora