Capítulo 5

56 4 0
                                    

Tengo el corazón a mil por hora, un sabor ácido en la boca, el sudor me resbala por el cuello. Son las tres de la madrugada.

Me incorporo, me pica la piel y sé que he tenido una pesadilla, pero no la recuerdo. La boca me sabe a agua sucia de río. Salgo a rastras de la cama y me pongo una camiseta y un bóxer. Abro la puerta y escucho para ver si hay alguien despierto, mamá suele estarlo a estas horas, o al menos no en la cama. Me la encontraré durmiendo la mona, sentada a la mesa de la cocina, tirada bocabajo en el sofá, con un charco de babas debajo de su boca abierta. Ahora mismo es lo último que necesito, topármela medio cocida y enfadada, en busca de alguien con quien desquitarse.

No se oye nada y necesito beber algo, así que me arriesgo. Mi padre está en la cocina, ha fumado y también se huele el alcohol en el aire. Él no bebe como mamá. Ella bebe como respira, su existencia se basa en el vodka, su cuerpo antaño suave es ahora enjuto y escuálido, con la cara roja y llena de sombras. Papá no está tan mal, pero también le gusta tomarse una copita de vez en cuando, para desengrasar, como dice él. ¿Dónde ha estado hasta las tres de la madrugada fumando y bebiendo?

— ¿Todo bien? —me dice con aspecto culpable.

—Tengo mucha sed.

Mis pies descalzos no hacen ningún ruido sobre el linóleo mientras me acerco al grifo y dejo el agua correr entre mis dedos hasta que sale muy fría. Lo oigo moverse a mis espaldas. Tose y jadea; no le sienta bien fumar.

—Bueno, dicen que Naomi intentó suicidarse, ¿no?

—No saben nada. —Me froto los ojos—. Papá, son las tres de la madrugada, ¿de verdad quieres hablar de esto ahora?

—Ya, pero no puedo dormir. Quizá llame a Jackie y a Max por la mañana. Llegué a conocer un poco a Naomi cuando la ayudé a pedir la beca Duke of Edinburgh. Creo que debería decir algo, preguntarles si puedo serles de alguna utilidad.

—¿Y qué ibas a hacer tú? Trabajas para el Ayuntamiento, no para el primer ministro.

—En estos casos hay que demostrar a la gente que te importa.

—Pues podrías empezar por mamá —le contesto—. A lo mejor así le daba un poco menos al vodka.

—No me hables así —me advierte, pero con poca convicción. Sabe que tengo razón. En el fondo es patético. No sé cómo espera que reaccione, pero al pasar de él se reclina sobre la silla con los hombros caídos. Antes quería ser como él, creía que era el padre más fuerte y más guay del mundo. Ahora solo me da repelús. Mi mejor amiga está en coma a unos pocos kilómetros de aquí, le faltan varios pedazos de cabeza y huele como si mamá hubiera echado la pota en el pasillo. Y mi padre... En fin, supongo que a su último rollo le gusta echar un piti de vez en cuando. Solo quiero volver a mi cuarto. Solo quiero esconderme, dormir y olvidarlo todo durante un par de horas más.

Pero no puedo, porque no soy solo yo: también está Gracie. Así pues, tomo aliento y trato de recordar aquel tiempo en el que creía que mamá era la mejor persona del mundo, y papá el más valiente, y vuelvo a intentarlo.

—Papá... Mamá bebe. Y ha empeorado mucho. —Se gira un poco en la silla para no tener que mirarme—. Tú no estás aquí para verlo, y no tienes que aguantarlo...

—¿Quién te crees que va a limpiar este desastre? —me suelta, como si tuviera que darle las gracias.

—¿Y qué? —Me duele buscar las palabras, un dolor físico, como si el interior de mi pecho estuviera magullado, amoratado—. ¿No te parece grave, como cuando...?

Justo después de que naciera Gracie, mi madre empezó a beber mucho, por primera vez que yo recuerde, aunque ahora creo que debió de pasar otras veces. Entonces, mi padre estaba en casa casi todo el tiempo. Se encargaba de Gracie, intentaba que mi madre se pusiera mejor, y no dejaba de repetirme lo fuerte y valiente que yo era. Y lo mucho que me agradecía que no diera la lata y me conformara con todo. Fue por aquella época cuando comencé a engordar, no porque tuviera hambre, sino porque necesitaba algo con lo que llenar el vacío que había dejado mi madre. También fue entonces cuando comencé a esconder comida debajo de mi cama, en los cajones, y mientras mi padre se ocupaba de ella o de Gracie, yo trataba de enmascarar ese dolor a base de zampar. Engullía tanto que al final me dormía. Era la mejor válvula de escape que conocía a los diez años. Más adelante, cuando cumplí los trece, empecé a hacer lo contrario, y ayunar se convirtió en mi forma de controlar mi vida. Pero a los diez siempre tenía hambre, no dejaba de buscar una manera de llenarme, y siempre fracasaba.

—Está muy estresada, ya sabes cómo es —dice mi padre. Igual se lo podría haber ahorrado.

—Si pasaras más tiempo en casa y estuvieras con ella, a lo mejor no se deprimiría tanto —lo intento otra vez—. Quizá no se sentiría tan sola.

Se revuelve incómodo, casi me da la espalda, y ya no puedo dejar de verlo como lo que es. Ni un gigante, ni un dios, ni el hombre al que consideré durante casi toda mi vida como el más fuerte, grande y listo, sino un niño mimado que se aburre de sus juguetes y quiere algo nuevo. Y en ese momento lo odio.

—Pues entonces vete a vivir con la puta a la que te estés tirando ahora.

Cojo el vaso y me voy de la cocina evitando pisar las baldosas ásperas del pasillo.

—Ven aquí ahora mismo —sisea mi padre, y ahora sí que parece enfadado de verdad, pero no me detengo, porque me importa un bledo lo que piense de mí. No recuerdo cuándo fue la última vez que hizo algo digno de elogio.

Al llegar a mi cuarto, cierro la puerta con cuidado y miro por la ventana, esperando a que salga el sol. Esta hora del día tiene algo que me calma. Todo está a oscuras y en silencio. Las hileras de casas con las luces apagadas me hacen pensar en todos los sueños que se suceden ahí fuera, invadiendo las últimas horas del cielo nocturno. Personas distintas en casas distintas, donde nada de esto les está pasando a ellos. No sé por qué, pero pensarlo me hace sentir mejor, porque si esto es tan insignificante que solo me afecta a mí, es que en realidad no puede ser tan malo. Hay momentos en los que tengo la cabeza tan llena de oscuridad que es como una niebla que me impide ver y sentir cosas buenas.

Todo me duele, de fuera hacia dentro. Pero solo yo sufro, y solo es ahora. Quizá algún día le tocará a otra persona. Alguien a quien no conozca o que no me importe; alguien que mire por la ventana esperando a que amanezca mientras yo lleno el cielo con mis sueños. Tengo que dormir. Si no, mañana me dolerá la cabeza y me escocerán los ojos con la luz y los colores. Tengo que conciliar el sueño ya.

Me acostaré, cerraré los ojos y pensaré en cosas buenas. Como Gracie tocando una guitarra imaginaria mientras ensayo. Las carcajadas de Rose, que hacen vibrar todo su cuerpo cuando se apoya en mí. La postura de gladiador de Leo al tocar la guitarra. Cuando Naomi enarcaba una ceja y decía alguna tontería como si fuera lo más serio del mundo y nos hacía reír a todos hasta que nos dolía. Es así como quiero recordarla, y no con la cabeza machacada.

Me despierto unas horas más tarde sin aliento, y esta vez sí que me acuerdo. El agua oscura, espesa y helada me llena la nariz y la boca, entra en mis pulmones, y hay algo, algo frío y cruel, que me empuja hacia abajo, hasta las profundidades submarinas, y sé que no volveré a ver la superficie nunca más.

------------------------------------------------------
Fanpage. 
------------------------------------------------------

¡Buenos días! Espero que vengáis todos a nuestro concierto benéfico. Llevamos todo el verano ensayando y vamos a petarlo con cuatro nuevas canciones. La recaudación va para nuestra compañera Naomi Demir, así que ya sabéis: ¡sacad la pasta de donde sea!

Contaremos con la presencia del músico Leckraj Chamane al bajo. Le hemos preguntado qué es lo que más le apetece de cara al concierto, y nos ha dicho que oír a los miles de fans enfervorecidos gritando su nombre (bueno, en realidad, no).

Pincha aquí para ver nuestro vídeo de «Puedo contar contigo»

Pincha aquí para ver a Rose Carter calentando la voz

Pincha aquí para ver la grabación de los últimos ensayos

Pincha aquí para ver la galería de Mirror, Mirro

Mirror mirrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora