Capítulo 13 (1/2)

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Estamos esperando a Rose en la puerta del instituto cuando por fin hace su aparición, sale del Audi de Amanda como si fuera una estrella de cine: abrigo de piel falsa de leopardo hasta el suelo, el pelo enmarañado, gafas de sol, labios de color rosa intenso.

Leo y yo nos quedamos mirándola, y sé que mi expresión es idéntica a la suya: boca abierta, ojos como platos, moviendo despacio la cabeza de un lado a otro en una combinación perfecta entre «¿pero qué coño es esto?» y «Dios, me encanta». Su padre no se asoma, ni siquiera dice adiós, y arranca en cuanto Rose cierra la puerta de golpe. Ni se molesta en mirar por encima del hombro mientras camina hacia nosotros con los brazos abiertos.

—¡Mi gente, mi gente! —exclama extendiendo los brazos y besándonos a ambos, primero a Leo y luego a mí.

Noto la textura pegajosa de su pintalabios rosa eléctrico en la mejilla.

—Pero ¿de qué vas? —le dice Leo, entre la risa y la grima.

—¿Te llevan al calabozo y regresas al día siguiente como si no hubiera pasado nada? —le pregunto mientras nos engancha del brazo y nos lleva hasta la puerta, con la cabeza bien alta, como si se lo hubiera pasado de puta madre.

—¿Quién lo sabe? —pregunta mientras sonríe a todo el mundo—. ¿Todos?

—No se lo hemos dicho a nadie —respondo—, pero no ha hecho falta, salía en todos tus perfiles.

—Cómo mola, ¿eh? —Rose suelta una risita—. ¿No te parece alucinante, Red? Es lo más heavy que hemos hecho nunca. Ahora tenemos que escribir una canción sobre la cárcel.

—Estar una hora en la comisaria no es ir a la cárcel de verdad. —Leo se cruza de brazos, decidido a no mostrarse impresionado. A fin de cuentas, él ya ha visto los calabozos de la policía en un par de ocasiones.

—Pues vale. —Rose se encoge de hombros—. Da igual cuánto durara, lo que importa es el hecho. Aunque, la verdad, no fue para tanto. Derramé unas lagrimitas y la mujer amable acabó convenciendo al gordo.

—¿Se enfadó mucho tu padre? —le pregunto. Ella suelta una carcajada.

—Mi padre ni siquiera se ha enterado.

—¿Y eso? Te tiene que sacar un adulto. ¿Fue Amanda?

Rose se echa a reír.

—Tengo mis contactos.

—Por el amor de Dios, Rose, ¿qué contactos son esos? —Leo niega con la cabeza.

—No te lo voy a decir. —Lanza otra risita y me dan ganas de matarla—. Dejémoslo en que los hombres mayores tienen su utilidad.

Leo mira hacia otro lado para esconder lo que le han hecho sentir sus palabras.

—¡Joder, Rose, podrías habernos escrito! —le digo.

Después de haber leído las letras de Naomi, podía haberla mandado a la mierda en ese mismo momento, aunque aún no sabía si debía comentarlo con ellos. Aún estaba flipando porque lo primero que se le había ocurrido a Rose era publicar selfis en Instagram y llamar ¿a Maz Harrison?

—Y ¿qué pasa? —La sonrisa de Rose va y viene.

—Tu padre va a descubrir que te sacó del calabozo un pervertido —le advierto.

—Qué va. Además, tampoco le intereso tanto. —Durante un momento, Rose parece decepcionada—. Le he dicho que tenía resaca esta mañana, a ver qué contestaba, y me ha dicho que la selectividad está al caer y que soy una chica lista, que podría tener un futuro brillante si dejara de hacer el tonto; pero que, si estoy empeñada en destrozar mi vida, él no puede hacer nada, pues su obligación ahora es centrarse en Amanda. En serio, ella es lo único que le importa. Hacerla feliz es su trabajo a tiempo completo. Yo no soy más que un estorbo, un enorme grano en el culo de su eterna luna de miel.

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