Capítulo 7 (1/2)

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Esto da puto asco. Pensaba que sentiría algo cuando volviera: felicidad, tristeza, cualquier cosa. Sin embargo, ahora estamos los tres sentados junto a su cama sin decir nada, sin sentir..., pues eso, nada. Estamos sentados sobre el vacío.

—Habéis venido. —Jackie sonríe al vernos; ya es algo, porque al menos sabemos que la animamos un poco—. Lo que necesita es tener a gente de su edad cerca, y no a la pesada de su madre matándola de aburrimiento. —Habla como si Nai estuviera sentada en la cama, poniendo los ojos en blanco y soltando comentarios sarcásticos como era típico de ella—. Tranquila, cariño, tus amigos ya están aquí. —Me toca la mejilla con la mano, y le sonrío—. Quedaos con ella mientras me voy a casa a prepararos la cena. ¡Estoy deseando poder sentirme útil de una vez! Max se quedará aquí mientras estemos cenando y luego nos turnaremos otra vez. No quiero que vuelva a quedarse sola, ya lo estuvo en el agua, y... —la voz le falla hasta quebrarse.

—Tranquila, señora Demir —responde Leo, serio y solemne, y le rodea el hombro con el brazo, como si pudiera protegerla con su cuerpo—. Ahora nos encargamos nosotros. Usted vaya a cocinar, que es la mejor chef del mundo, pero no le diga a mi madre que le he dicho eso. Jackie asiente y le da un beso en la mejilla. Después toma aliento, casi sin fuerzas, y besa a Nai en el único trozo de piel lisa y morena que le queda a la vista en la cara.

—Luego vuelvo, cielo, no te agotes demasiado charlando —le susurra.

—Creo que tiene mejor aspecto —comenta Rose una vez que se ha ido Jackie—. ¿No creéis que está mejor? Menos... fría.

Tenía mejor color, eso era cierto, pero solo si te concentrabas en ese único punto sin heridas y el ojo cerrado al que rodeaba. Al verlo, casi parecía que estuviera profundamente dormida, siempre que no mirases nada más.

—¿Qué hacemos? ¿La ponemos al día? —pregunta Leo con las manos en los bolsillos—. ¿Se supone que tenemos que hablar con ella o qué? Esto da muy mal rollo.

Entonces va hasta la puerta y se apoya en ella como si quisiera estar al otro lado.

—Y ¿qué le decimos? ¿Que Parminder sigue siendo una petarda y que el insti es tan aburrido como siempre?

Durante un rato, lo único que oímos son las máquinas y nuestra propia respiración.

—Música —digo, señalando el móvil de Rose con la cabeza—. Sus listas de reproducción de Toonify son públicas, vamos a ponerle alguna.

—Sí, es buena idea. —Rose empieza a trastear con su móvil y abre la aplicación con la que escuchamos nuestras canciones favoritas—. Voy a ver sus listas... Les ponía unos nombres muy chorras, ¿os acordáis de alguno?

—No Apologies, de Sum 41. La ponía en bucle antes del verano. La lista se llamaba «Que te den, capullo».

Rose empieza a buscar y espero a que suene la música, pero en vez de eso se queda mirando la pantalla con el ceño fruncido.

—Qué raro...

—¿El qué?

—Abrid las aplicaciones y buscadla. Su nombre de usuario es NaySay01.

La obedezco y descubro a qué se refiere. Hay dos listas de reproducción con ese título. Una es la que creó Nai en julio del año pasado. La otra se creó en agosto, con el mismo título, las mismas canciones y un nombre de usuario distinto. Le paso el teléfono a Leo, que se encoge de hombros y me lo devuelve.

—¿Y quién coño es DarkMoon? —pregunta Rose—. Mira, si buscas el usuario de Nai, el puto DarkMoon ha copiado todas sus listas. Absolutamente todas. ¿Qué significa eso?

Observamos el teléfono como si fuéramos capaces de descifrarlo solo con clavarle los ojos. Como era de esperar, no podemos.

—Nada, no significa nada. —Leo niega con la cabeza—. Será algún zopenco del instituto que lo hizo después de que desapareciera. Querría hacerse el interesante o algo así. La gente es idiota, no lo olvidéis.

—Como descubra quién ha sido, te juro por Dios que... —Rose le gruñe a su teléfono.

—Pon la música y ya está —dice Leo, tras lo que la pequeña y tranquila sala no tarda en llenarse de guitarras furiosas, un sonido mucho más agradable que el de las máquinas o el de nuestro silencio.

Curioseo el resto del perfil de DarkMoon, y hay más cosas aparte de lo que le ha robado a Nai. Entonces lo veo. También salen nuestras canciones, que solo aparecen en las listas de unas once personas. Sí, Leo tiene razón, tiene que haber sido alguien del instituto, algún fan del grupo, seguro. Bicho raro de mierda. Cuando dejo de mirar mi móvil, veo que Rose y Leo tienen la cara pegada a los suyos, ella está de pie delante de la ventana, y él, sentado en la silla para las visitas, con sus largas piernas extendidas en un ángulo extraño. Me guardo el móvil en el bolsillo y me obligo a mirar a Nai. Estamos acostumbrados a que nuestros amigos estén en línea el cincuenta por ciento del tiempo, tanto que a veces se nos olvida que hay un corazón que late al otro lado de la foto de perfil.

La pelusilla de su sien me indica que han afeitado partes de su larga cabellera negra, la misma que se alisaba con la plancha, mientras que el moratón que asoma por debajo de la venda ha empezado a extenderse y a volverse amarillo. Resulta doloroso mirarla a la cara, y me cuesta ver así, tan destrozada, a esa chica con la que quedaba todos los días, aunque no será tan duro como ser ella, claro. ¿Qué sabrá de esta habitación en la que se encuentra, qué sueños tendrá detrás de sus párpados?

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