11 (Tom's Version)

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5 meses antes.

— Thomas Arthur Wesley, ¿acaso eres consciente de la cantidad de alcohol y drogas había en tu sangre? — Preguntó Federico Wesley en un tono autoritario, observando a su hijo sentado del otro lado de la mesa, tomando té como si la fiesta de la noche anterior donde la policía casi lo arresta no hubiera existido.

— Me pasé un poco. — Dijo el chico soltando una risita, despreocupado. A Tom realmente no le importaba el daño que podían llegar a hacerle ambas sustancias, de cualquier forma el no planeaba vivir más allá de los cuarenta, viviría hasta que su carrera de golf terminara, no tenía planeado tener una esposa ni hijos, ni tampoco tomar el mando de Wesley Enterprises.

— ¿UN POCO? — Preguntó su padre en un grito. — Estuviste al borde del coma alcohólico...— Soltó preocupado tomando asiento en su silla, en el cabezal de la mesa, quitándose sus lentes y luego masajeando el puente de su nariz, estresado por ya no saber qué hacer con su hijo. — ¿Y si te pasaba algo? Tom... eres mi único hijo, eres lo único que tengo. — El chico miró hacia la mesa, sintiendo algo de culpa invadirlo, nunca se había puesto a pensar en que sentiría su padre si a él le pasara algo.

Aunque no lo demostrara muy seguido, Federico amaba a su hijo más que a nada en el mundo, era lo más valioso que tenía y la idea de perderlo a él también lo asustaba.

— Tuviste un ataque frente a tus amigos... y hay videos de ti vuelto loco rompiendo cosas y peleándote con Sam circulando por todos los canales de televisión... ¿Qué rayos voy a hacer contigo? Sé que como padre estoy lejos de ser el mejor, ¿pero al menos podrías colaborar?— Tom rodó los ojos, le parecía que su padre estaba exagerando demasiado el asunto.

— ¿Cuál es el castigo? — Preguntó Tom en un tono despectivo, esperando alguno de los típicos castigos de su padre, dejarlo sin teléfono, sin dinero o cortar la señal de wi-fi de la casa por un par de días.

De pequeño Tom era todo lo que su padre podía esperar, un chico obediente que siempre se iba a dormir a la hora que debía, y cumplía con su obligación de ir a la escuela y tener hobbies saludables.

La cosa cambió cuando Tom comenzó a viajar solo con su representante, su padre ya no los acompañaba a todos los torneos, ya que estaba muy ocupado llorando por su madre y no aparecía mucho en público.

Tom siguió siendo el mismo hasta que cumplió los trece años, allí fue cuando su representante comenzó a darle más libertades en sus viajes, como irse de fiesta con sus competidores, tomar alcohol luego de ganar un torneo importante y empezar a consentirlo de tal forma de que todo lo que Tom quería, lo obtenía.

Pero seguía siendo un chico promedio cuando estaba en casa, salía de fiesta, sacaba notas medianamente buenas aunque había repetido cursos debido a los largos periodos de ausencia debido a los torneos.

No solía meterse en muchos problemas, y si lo hacía fácilmente su representante lo sacaba de estos sin que su padre se enterara, después de todo su representante era como un segundo padre para él, pero del tipo cool que lo dejaba hacer lo que quisiera siempre y cuando llegara a tiempo y en buenas condiciones a los torneos, pues para eso le pagaban.

— Voy a tener que ponerme firme contigo, porque no hay otra forma de corregirte. — Soltó Federico en un tono serio, Tom asintió con la cabeza, incitándolo a hablar. — Despedí a tu representante, no jugarás más golf. —

— ¿QUÉ? — Preguntó el chico en un grito, se puso de pie y caminó hacia su padre, listo para rogar si era necesario. — Papá no puedes hacerme esto... ¡y no con el campeonato tan cerca! Hace años estoy esperando clasificar. —

Good Boys » Matty's VersionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora