☆゜・。。E X T R A 2。。・゜★

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TENGO LA NECESIDAD DE GRITAR Y LLORAR, ESCONDERME en un lugar en el que no pudieran encontrarme y huir lejos del mundo. Mi pecho duele y tengo la presión sobre mis hombros, como pensé que no volvería a sentir nunca; las nauseas se apoderan de mí, junto al miedo, quiero hundirme y no moverme nunca más, como si eso pudiese evitar toda esta situación y las imágenes que se forman en mi cabeza cuando quiero pararlas, porque tengo tanto tiempo que me odio por ello. Siento que me falta el aire de pronto y lo único que puedo hacer es quedarme quieta, viendo todo borroso por mis lágrimas.

Siento la mano de la madre de Katniss tomar la mía como apoyo, pero ni siquiera el calor maternal puede tranquilizarme ahora, yo no puedo más y me maldigo internamente por no pensar en esto con más detenimiento, por dejar que Finnick me convenciera de algo que yo no sabía si estaba preparada para afrontar, de algo que nunca estuve segura de querer hacer porque vivíamos en Panem. Entonces, me obligo a recordar que no es el mismo Panem en el que yo crecí, ni en el que mis padres crecieron, es diferente, lo hicimos diferente.

Pero no deja de aterrarme la idea.

— ¿Quieres que mande a alguien para que vaya por él?

— No — niego rotundamente —. No. No.

— Tranquila, Selene, tranquila. Está todo bien, tú estás bien, estás a salvo — me repite. Y no sabe que odio esas palabras, esas vacías frases que carecen de sentido para mí —. Ustedes están sanos y salvos.

Me detengo de hacerle daño, de gritarle y de enfadarme, porque ella no sabe lo que esa tonta frase me hace, lo mal que me hace. Odio cada vez que alguien dice algo similar, porque nunca es cierto, porque parte de mí sigue culpándose por la muerte de Kenneth, porque parte de mí no quiere recordar esa frase de alguien más que no sea de su voz. Me aferro a la idea de que aún puedo recordarlo diciéndome eso, pero no es más que otro puñal en el corazón de vez en cuando.

— Tengo que irme a casa.

— ¿Quieres que te acompañe?

Niego. — No, necesito pensar.

— Selene, sé que es difícil ahora, pero sé que puedes hacer esto. Si eso quieres, por supuesto — murmura lo último, intentando que nadie más escuche —. Sólo... tienes que pensar en lo que te hace feliz.

Finnick me hace feliz.

Me aferro a esa idea durante el trayecto a casa, abrazándome a mí misma y secando mis lágrimas con fastidio, porque odiaba llorar, y más odiaba que las personas se me quedaran viendo, sin acostumbrarse aún a que viviera ahí. Extrañaba tener a Arsen en casa, no es que viviera a kilómetros de mí, pero ahora que estaba casado con Annie, vivían en la casa de ella a un par de casas de la nuestra y criaban a su bebé, Meir, ahí. Sabía que si lo llamaba vendría de inmediato por mí, pero no me veía capaz de sentir la lástima de alguien más.

No soy consciente de que he estado llorando, abrazando a mis piernas, hasta que Finnick se hinca frente a mí en el sofá, completamente preocupado y alterado, pensando lo peor y buscando alguna herida, pero no es nada físico lo que me ocurre... bueno, no de la manera en la que él está seguro de que ocurre. No pienso mucho, simplemente me aferro a él y lo abrazo con fuerza, sollozando más y más fuerte, empapando su camisa, pero él no dice nada, simplemente me abraza y me promete que estará conmigo sin importar nada.

— Amor, amor, ¿qué pasa? — pregunta varias veces, pero no recibe respuesta alguna —. Selene, cariño, ¿qué ocurre? ¿Qué puedo hacer para que estés mejor?

II. Libertad ━ Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora