6. Crimen organizado

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—¡En qué diablos estabas pensando! —le gritaba Rinko a Alice más tarde esa noche. Ya la tenía de vuelta en su habitación, con un grupo de guardias esperando al otro lado de la puerta abierta. Higa estaba ahí también, un poco incómodo. Nunca había visto a Rinko tan enojada—. ¿¡En qué momento se te ocurrió que podías robar mi auto y abandonar la instalación!?

—¡Yo... no sabía qué más hacer! —le respondía Alice, tratando de elevar la voz tanto como ella—. ¡De otro modo tal vez nunca tendría la oportunidad!

—¿¡Y acaso valió la pena haber corrido tal riesgo!? ¡Dime! ¿¡Esto era lo que tanto querías!?

—¡No, yo... ! ¡Yo no quería que eso pasara!

Alice había conseguido regresar de su pequeña aventura en el exterior, pero por desgracia, y para sorpresa de nadie más que de ella misma, lo que había leído y escuchado acerca de conducir no había servido de mucho en la experiencia real. El Honda Insight de la Profesora había acabado derribando una señal de tránsito antes de salirse del camino sin control hasta ser forzosamente detenido por un gran arbusto. Fue bueno que Alice haya tratado de seguir al pie de la letra todas las instrucciones que había recibido anteriormente, incluyendo ponerse el cinturón de seguridad. Aún así, uno de los hombros de su cuerpo robótico había resultado dañado en el choque. Era una avería tan diminuta que ella apenas la sentía al moverse, pero que le costaría a Rath mucho dinero reparar. Dinero que no tenían. Y ni hablar del daño al auto de la Profesora y a la señal de tránsito.

—¿¡No querías que pasara!? —repitió Rinko de forma irónica—. ¿¡Y qué era lo que creías que pasaría exactamente!? ¿¡Creíste que podías simplemente robar un auto, salir a dar un paseo sin haber conducido nunca antes y regresar aquí sin que nadie se diera cuenta!?

—Bueno bueno —quiso interceder Higa—. Trata de entender un poco a Alice Rinko. Es natural sentir un poco de claustrofobia al vivir vigilada las veinticuatro horas del día y querer escapar un momento. Ese es un sentimiento muy humano. Después de todo, ¿no fue precisamente por eso que seleccionamos a Alice? ¿Por su capacidad para romper las reglas? —pero se detuvo al ver la mirada tan severa que le dedicaba la Profesora.

—Tú mejor no hables —le dijo en voz baja para callarlo, antes de volver a dirigirse a la chica—. ¿Y bien?

Alice bajó la mirada y tardó un momento en responder. Claro que se sentía mal por lo que había pasado, pero en su momento realmente sintió que tenía que hacer lo que había hecho.

—¡Es que ya no podía esperar más! ¡Ya no soporto todo esto! ¡Estar aquí encerrada todos los días solamente con el propósito de que me enseñen a funcionar en su mundo como si fuera una niña! ¡Necesitaba sentir la libertad de hacer algo que yo realmente quería intentar!

—¿¡Pero tenías que hacer algo tan irresponsable!? —le seguía reclamando la profesora. Ambas se miraron por unos momentos hasta que Alice volvió a bajar la mirada. Al verla llena de remordimiento, la Profesora continuó en voz más calmada:

—¿Acaso no pensaste en lo que te podría haber pasado allá afuera? ¿No se te ocurrió pensar en cuánto iba a preocuparme yo por ti? ¿O en que pudiste haber lastimado a alguien? La verdad es que yo esperaba más de alguien que fue un Caballero de la Integridad, especialmente de ti Alice.

—Lo siento —respondió ella después de otra pausa, también más calmada—. Es que no es justo. Cuando yo era Caballero de la Integridad mi autoridad sobre el Imperio Humano era incuestionable. Tenía acceso a todo tipo de armamento, armaduras y a artes sagradas. Podía montar a Amayori y viajar a todos lados cualquier día —Alice se sentó desilusionada en el borde de la cama—. Ahora me siento como una prisionera en este lugar, siendo vigilada a toda hora y sin que me dejen utilizar nada que sea más peligroso que un tenedor. Me hacen sentir tan impotente, como un animal enjaulado.

Sword Art Online: Drive-By Ridin'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora