18. Tráfico

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Parecía ser una tarde como cualquier otra ese día en el banco, mientras el señor Nakamura, uno de los cajeros, atendía uno por uno a los clientes que esperaban en la larga fila, junto con el resto de sus colegas que hacían lo mismo. La luz del sol entraba por las ventanas que conformaban la mayor parte de la extensión de las paredes, mientras que uno de los dos guardias de seguridad que se encontraban ahí bostezaba abiertamente, luchando por mantenerse alerta como su profesión se lo exigía. El cuchicheo entre los clientes afortunados que ya estaban siendo atendidos y los cajeros que, como siempre y para frustración de los que aún esperaban, eran demasiado pocos comparados con las ventanillas que también se encontraban disponibles pero completamente vacías, era casi lo único que rompía con la aburrida monotonía dentro de la sucursal, aparte claro de la fastidiosa música de ambiente que supuestamente debía ayudar a relajar a los clientes, pero que solamente servía para recordarles cuánto tiempo tiempo habían perdido ya en la espera, inconscientemente contando en sus cabezas el número de veces que la tonada se repetía desde que habían llegado, hasta perder la cuenta en su letargo.

Pero ese día estaba a punto de dejar de ser como todos los demás. Una camioneta Volkswagen Crafter salida de la nada se detuvo súbitamente frente a la entrada, provocando un fuerte rechinido sobre el pavimento al frenar que despertó de golpe a los medio dormidos. Antes de que todos terminaran de darse cuenta de lo que pasaba un grupo de hombres enmascarados y armados había bajado del vehículo y entrado al banco, abriendo fuego en contra de uno de los guardias sin razón aparente, antes de anunciar el asalto con más disparos al techo y ordenarle a todos los que quedaban en el interior que se arrojaran al suelo.

Uno de los asaltantes examinó a cada uno de los cajeros hasta encontrar a Nakamura, a quién levantó y le ordenó que lo llevara hasta la caja fuerte, acompañado de otros dos de sus cómplices, mientras el resto se quedaba a vigilar a los rehenes.

-Oye oye, tranquilo -le decía en voz baja el cajero al asaltante que lo empujaba por el pasillo del banco-. Yo estoy con ustedes en esto, ¿lo recuerdan? No hay que ser tan bruscos...

-¡Sólo cállate y date prisa! -le ordenaba el criminal, hasta que llegaron a la caja, la cual Nakamura comenzó a abrir-. ¿Desconectaste las cámaras y las alarmas?

-Hace como quince minutos -le preguntó Nakamura-. ¿Por qué diablos llegan tan tarde?

-Hubo un problema con la camioneta. ¡Deja de hacer preguntas y apúrate si quieres tu parte!

Nakamura por fin abrió la caja y él y los ladrones entraron para comenzar a llenar las mochilas que los asaltantes llevaban con billetes.

-¿Por qué mataron al guardia? -les preguntó Nakamura mientras terminaban-. Creí que sería un trabajo limpio.

-Era un idiota -le respondió el mismo asaltante-. Iba a tratar de hacerse el héroe en algún momento.

-¿Cómo puedes saber eso? -preguntó Nakamura confundido

-¡Ya te dije que no hagas preguntas! ¡Sólo lo sabemos, ¿está bien?!

Embolsaron todo el dinero que fueron capaces de cargar y los cómplices lo llevaron de regreso a la camioneta. Justo antes de salir de la caja Nakamura sintió un fuerte golpe detrás de la espalda, justo debajo de su cuello, que lo dejó en el suelo.

-¿¡Qué demonios haces!? -le gritó al atracador que lo había derribado-. ¡Ya les dije que yo soy uno de ustedes!

-Lo siento pero no vas a salir de aquí -le dijo, antes de apuntarle con su pistola.

-¿¡Qué!? ¿¡Pero por qué!? ¡Yo también estoy metido en esto! ¡No podría hablar aunque quisiera!

-Claro que puedes, y lo harás. Sabemos exactamente lo que harás.

Sword Art Online: Drive-By Ridin'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora