Insoportable

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Yo lo amaba tanto y no entiendo cómo llegamos a esto, cómo es que sucedió, cómo es que se fue, cómo es que ahora ya no está. Amaba todo de él, su ojos verdes, su nariz respingada, sus delgados labios, su pálida piel, su cabello negro azabache que siempre estaba revuelto, sus manos, esas con las que tantas veces me tocó, su voz, que para mí era lo más maravilloso que había escuchado en mi vida, su risa, era tan peculiar.

Amaba cómo me miraba, esa sonrisa que se dibujaba en su rostro cuando me veía, cómo se estremecía con el simple roce de mis manos, la forma en que me abrazaba, enredándose a mi cuello, restregándose a mi cuerpo, pidiendo que no lo soltara. Amaba cuando me susurraba al oído, sus pucheros cuando estaba molesto, su mano enlazada a la mía.

Amaba su rostro cuando lo hacía mío, cómo gemía mi nombre pidiéndome más, la forma en la que se amoldaba a mi cuerpo en ese acto en el que nos convertíamos en uno. Amaba mirarlo a mi lado al despertar, tan dulce, tan tranquilo, con su cabello revuelto y sus labios entreabiertos.

Gerard decía que estaba tan enamorado de mí, aunque siempre veía en su pálido rostro una expresión de angustia que trataba de disimular sonriéndome con sus pequeños dientes. Le preguntaba si estaba bien, él respondía -sí Frankie, no te preocupes por mí-, aunque yo lo notaba afligido, sabía que algo le angustiaba, pero no me lo decía, sólo me pedía que lo abrazara, que no lo soltara y eso hacía, tratar de reconfortarlo entre mis brazos, secar sus lágrimas con mis besos.

Sin embargo un día recibí esa noticia que me estrujó el corazón, que acabó con todas mis ilusiones, que me dejó los ojos inundados en lágrimas, que hizo que mi mundo se viniera abajo, pues él había desaparecido, nadie sabía que había pasado, dónde estaba, yo me temía lo peor, por lo que salí a buscarlo.

Cerca de su casa había un bosque, uno muy bello donde a veces nos escabullíamos, donde tantas veces fue mío, donde le jure amarlo por siempre y él prometió hacer lo mismo. Me introduje a éste con la esperanza de encontrarlo, podía ver la verde vegetación y un cielo más azul de lo normal que se asomaba entre los árboles. La luz del sol iluminaba mi camino, todo era tan hermoso, destellos que iluminaban las flores de colores, sin embargo yo tenía miedo de encontrar su cuerpo colgado entre las ramas de los árboles, no quería ver aquella escena, pues sabía que no iba a resistir.

No obstante, entre aquel colorido escenario me pareció ver un ángel que se parecía tanto a mi Gee, pude ver en él su blanca piel, su cabello negro azabache, sus ojos verdes, sus labios que tantas veces besé, su torso desnudo iluminado por un resplandor. Supe que era él, aunque fue un momento fugaz, pronto desapareció de mi vista y en su lugar pude apreciar un cuerpo a lo lejos, tirado entre los árboles, no quise siquiera acercame, sabía que era él, Gerard.

El dolor los días siguientes fue insoportable, y aunque me confortaba saber que Gerard se había convertido en un ángel, cosa que mis amigos no creían y decían: "Frank Iero, te estas volviendo loco", no sabía cómo iba a soportar toda una vida sin él, por qué se había ido. Todo se convirtió en oscuridad, mi vida se había apagado sin él, sólo pensaba en hacer lo mismo que él hizo para volver a verlo de nuevo.

A veces lo encontraba en mis sueños, estaba ahí, frente a mí, tan irreal, pues en aquellos sueños estaba consciente de que él ya se había ido.

- Gerard, por qué me dejaste

- Frankie, perdóname, pero ya no podía más

- ¿Por qué lo hiciste?, ¿por qué nunca me dijiste que estabas sufriendo?

- No quería que sufrieras también 

- ¿Y crees que no sufro ahora sin ti?

En esos sueños Gerard no me daba respuesta, sólo se acercaba, limpiaba mis lágrimas, yo lo abrazaba, besaba sus labios, tan suaves, tan dulces, sin embargo cuando trataba de aferrarlo a mí para que se quedara, se desvanecía entre mis brazos, así como todos mis sueños e ilusiones se desvanecieron cuando se fue de mi vida, cuando decidió acabar con todo sin darme ni una explicación.

Ahora era yo quien quería acabar con este sufrimiento de una vez por todas, porque sin Gerard ahora era yo quien no podía más.

Estaba solo en mi habitación, mis padres habían salido a una cena, era la ocasión perfecta, tomé un montón de pastillas para dormir del buró de mi madre, me encerré en la habitación, vi por última vez esa fotografía donde salía junto con Gerard, ambos sonriendo. Derramé tantas lágrimas sobre aquella imagen sólo pensando en él, en que jamás volvería a ver esos hermosos ojos verdes, por lo que me armé de valor, tomé un puño de pastillas, las introduje a mi boca y las tragué.

Pronto estaré de nuevo junto a ti mi Gee, pronto.


FIN  

Encendimos el fuego (One-Shots Frerard)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora