Enfermo

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Tal vez suene muy enfermo, pero solamente quiero estar dentro de él, quiero abrir sus hermosas piernas y penetrarlo. Tan profundo.

Quiero poder llenarlo por completo de mí, correrme adentro de él mientras miro esos hermosos ojos verdes. También quiero vaciar mi simiente en todo su cuerpo, en su linda carita, en su pecho, en su abdomen, para hacerle ver de esta forma que es mío, sólo mío. Que me pertenece y que nadie más puede tocarlo.

No tolero que alguien se le acerque, que lo mire siquiera. Porque Gerard es mío, siempre lo será.

Es lo más valioso que tengo, lo único que me importa. Mataría por él. Lo he hecho.

Acabé con esa maldita puta que me lo quería quitar, Lindsey era su nombre. La puta le coqueteaba cuando estaban en la universidad, igual que mi Gerard estudiaba artes. Más de una vez los vi riendo, Gerard me dejaba para irse con ella, "es sólo un trabajo de la escuela", me decía, pero yo no me tragaba eso. Un día intercepté a esa maldita puta y la maté, le corté las muñecas, la dejé tirada en el baño de la universidad. Gerard lloró mucho, "por qué Frankie, por qué lo hizo", me decía mientras se desahogaba y mojaba mi playera. Odié verlo llorar por esa puta, hasta después de muerta seguía ocasionándome problemas.

Luego le tocó el turno al imbécil de Bert, con ese idiota no fui nada complaciente. Ese pendejo era compañero de trabajo de Gerard, se quedaba hasta tarde en la oficina, "es que tengo que terminar un cómic, amor", me decía, pero no, no me tragaba eso. Seguramente el infeliz lo estaba penetrando, y lo sé porque más de una vez, al llegar del trabajo, quise tener sexo con él y se negó, "estoy cansado Frankie, pero te lo compensaré", me decía. Se quedaba ahí dormido, con su diminuta ropa interior, tentándome y yo sabía que ese infeliz lo había tocado.

Investigué todo sobre ese idiota, llegué a su casa, lo golpeé. "No sé cómo Gee puede estar contigo, no lo mereces", me dijo con su nariz ensangrentada, "¿Y tú sí?", le cuestioné. El imbécil me miró, "yo lo haría feliz", dijo, y no me contuve, me lancé de nueva cuenta sobre él. Lo golpeé tanto hasta que quedó inconsciente, después le bajé los pantalones, saqué un cuchillo y le corté el pene. Lo dejé ahí desangrándose. Maldito cerdo, cómo se atrevió a meterse con lo que es mío.

Cuando se enteró Gerard lloró, lloró más que por Lindsey y esa fue la primera vez que le puse una mano encima. Nunca lo había hecho, nunca lo haría, es lo más valioso que tengo, pero no pude contenerme. "¿Por qué lloras por ese pendejo?", le cuestioné, "era mi amigo", me respondió. "¿Sólo era tu amigo?", asintió, pero me ardía la sangre y le pegué, cayó al piso y lloró aún más, "¿por qué hiciste eso, Frankie?", "cogiste con él ¿verdad?". Lo negó y eso me molestó más, lo volví a golpear, seguía llorando, llorando por ese imbécil y no lo soporté. Me fui. Cuando volví a casa estaba en la cama, hecho bolita. Le llevé flores, le pedí perdón y después le hice el amor.

"Eres sólo mío. Dilo", le mencioné mientras lo penetraba tan fuerte. Sus ojos estaban llorosos, su carita llena de sudor, se aferraba a mí. "Sólo tuyo, Frankie", me dijo, corriéndose entre nuestros cuerpos. Yo seguí penetrándolo, hasta que me vine dentro de él, luego sólo lo abracé, así, sin salir de él, no quería hacerlo, nunca quiero hacerlo.

"Te amo Gerard, y eres sólo mío", le mencioné mientras estábamos así, abrazados luego de llegar al orgasmo. "Te amo, Frankie", me respondió. Hubiera querido quedarme así con Gerard, pero se quejó, le dolían las piernas, dijo, tuve que salir de él, pero amé como mi semen escurrió entre sus lindas piernas. Lo abracé y lo mantuve así hasta quedarnos dormidos.

Al despertar lo volvimos a hacer. Ahora él sentado en mi regazo. "No quiero salir de ti", le dije cuando de nuevo intentó separarse. Al final lo hizo, odié que lo hiciera. Ese día lo cogí tantas veces hasta que terminó exhausto, no fue ni al funeral ni al entierro del imbécil de Bert.

Se tomó varios días de descanso después de la muerte del pendejo ese, yo me encargué de que se olvidara de él, cogiéndolo tan duro todos los días, dejándolo tan cansado, pero tan lleno de mí, porque sólo mi semen puede entrar por ese hermoso culo que tiene.

Cuando volvió al trabajo regresaron también sus excusas para no tener sexo, "estoy cansado, Frankie", decía siempre. Una de esas tantas veces no me pude aguantar, "¿estuviste con alguien?", le cuestioné, él negó. Le bajé los pantalones y su ropa interior y comencé a estimular su pene, no quería, pero hice que reaccionara hasta que estuvo erecto, lo engullí. Después sólo subí y bajé mi mano por todo su falo, él gemía, gemía como puta. "Sé que quieres correrte, hazlo en mi cara", le dije y con un lánguido gemido todo su semen salió disparado, salpicando mi rostro. Probé su sabor, delicioso, después de eso tocó mi turno y lo penetré tan duro, sin preparación. Me corrí en su culo tres veces esa noche, terminó exhausto, se durmió antes de que siquiera pudiera salir de él, así que pude disfrutar mucho más tiempo de estar dentro suyo, incluso volví a ponerme duro. Me lo cogí mientras dormía.

Todo iba tan bien hasta el día en que descubrió ese maldito pene podrido de Bert que guardaba como un trofeo, y ¿por qué lo descubrió? Porque empezó a apestar, claro que iba a apestar, era el pene de un pendejo. Horrorizado me cuestionó qué era eso, luego hizo sus conclusiones y me gritó que era de Bert, que yo lo había asesinado, me miraba con terror, así que lo tuve que hacer, otra vez le pegué. Se dejó caer en el piso, "claro que lo hice, estabas cogiendo con él", "yo nunca he estado con nadie más que contigo", me dijo llorando, "no mientas, siempre llegabas cansado y no querías coger conmigo porque ese idiota ya te la había metido". Y lloró más, "y ahora lloras por ese pendejo", le dije acercándome a él, me miraba con miedo, odié que hiciera eso. Iba a pegarle, pero me arrepentí, en vez de eso lo abracé, "perdóname Gee, es que te amo tanto", le dije, Gerard no reaccionaba a mi abrazo.

Luego se separó de mí y dijo las palabras que mayor dolor me han causado: "Ya no quiero estar contigo", y obviamente eso me hizo enfurecer aún más. "Tú no vas a dejarme", fue lo que le dije antes de golpearlo nuevamente. No quería lastimarlo, no quería dejar marcas en su linda carita, pero no tuve opción. Afortunadamente bastó un golpe para que quedara totalmente atolondrado, así que lo tomé en mis brazos y lo llevé a nuestra habitación. Con una vieja corbata até sus manos sobre su cabeza, sus piernas las abrí y las até a los extremos de la cama, Gerard intentó quejarse, pero antes de que lo hiciera coloqué unos calcetines en su boca. Al reponerse intentó zafarse, tuve que golpearlo de nuevo. Tomé unas tijeras y desgarré toda su ropa para quitársela y dejarlo desnudo. Lo dejé así y me fui pensando en qué haría ahora para mantener a Gerard conmigo.

Opté por tranquilizantes, lo dejaban idiotizado, eso me permitía poder desamarrarle las piernas para poder penetrarlo sin que hiciera ningún intento de escapar. También compré varios dildos para dejárselos en el ano y no tener que prepararlo cada vez que quisiera coger con él. Aunque también tuve que comprar montones de toallitas limpiadoras, papel higiénico y sábanas, porque Gerard hacia un desastre haciendo sus necesidades en la cama, incluso alguna vez orinó mientras se la chupaba, pero fue excitante.

Su hermano Mikey vino más de una vez a preguntar por él. Le dije que me abandonó, que se fue, incluso le mandé algunos mensajes desde el celular de Gerard diciéndole que estaba bien, que no se preocupara, que pronto lo visitaría, aunque nunca lo hará.

Sé que Gerard odia las agujas, pero he optado por inyectarle una sonda para poder alimentarlo y otra más para mantenerlo sedado, para que apenas pueda quejarse.

Ahora tengo a Gerard sólo para mí, nadie más puede tocarlo, ni siquiera mirarlo. Sólo yo, y amo verlo así, desnudo y siendo mío, sólo mío. Ahora puedo quedarme dentro de él todo el tiempo que quiera, apenas si suspira mi nombre mientras sus brazos parecen querer alejarme pero fallan en el intento. Tomo fuerte sus piernas y lo embisto una y otra y otra vez hasta sentirme seco, hasta saciar mis ganas de Gerard, lástima que eso nunca va a suceder.  

Encendimos el fuego (One-Shots Frerard)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora