¿Lo prometes?

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Otro día más de suplicio, de tener que aguantar insultos, malos tratos y en ocasiones hasta agresiones físicas, pero ¿qué podía hacer?, fue él quien decidió ese destino, él decidió de forma impulsiva pasar su vida al lado de esa mujer que no había día que no le recordara lo "inútil" y "feo" que era, y obviamente siempre resaltando que era un "maricón".

Gerard estaba cansado de esa situación, pero se sentía incapaz de actuar al respecto, porque Lindsey ya muchas veces lo había amenazado con quitarle a Bandit si se atrevía a dejarla, pero ella ni siquiera lo amaba, sólo era un capricho, sólo necesitaba continuar desquitando su furia con alguien más.

Aquella tarde Gerard había dejado a Bandit con su madre, pretendía arreglar de una vez por todas las cosas con Lindsey, pedirle el divorcio y hallar la manera de que salieran bien de aquella tortuosa relación, sin embargo bastó con que le dijera a su esposa que necesitaban hablar, que las cosas no estaban bien, para que todo se saliera de control y ésta comenzara a gritarle, a insultarlo de nueva cuenta y hasta a agredirlo, lanzándole todo aquello que se encontraba en su camino.

- Tú no me vas a dejar, maricón de mierda -gritó enfurecida Lindsey

- Pero las cosas entre nosotros ya no funcionan -dijo Gerard

- Pues si te atreves no volverás a ver a tu hija

- ¿Qué es lo que quieres?

- Que te calles – mencionó Lindsey soltándole un fuerte golpe a Gerard en el rostro - ¿En serio crees que te voy a dejar para que te vayas con tu noviecito?

- ¿De qué hablas?

- No me quieras ver la cara de estúpida, del enano ese ¿Crees que no sé que sigues enamorado de él?

- Lindsey por favor, hay que dejar ya todo esto por la paz

- Paz es lo que nunca tendrás, imbécil, y antes de que me dejes, te mato – mencionó Lindsey, dándose la vuelta para dirigirse a la puerta y salir de la casa.

Gerard sentía que ya no podía más, se dejó caer en el piso, dejando que las lágrimas comenzaran a brotar de sus ojos, en verdad había sido un imbécil por haber escogido a Lindsey en vez de a Frank, el amor de su vida, y todo por el qué dirán, por los prejuicios, se arrepentía tanto. Necesitaba tanto a Frank, que lo tomara en sus brazos, que lo consolara como solía hacerlo en el pasado, cuando eran jóvenes, cuando aún podían ser felices. Tomó su celular, buscó su teléfono y dudó tanto en hablarle, sin embargo al final se atrevió a marcar, aunque esperaba que éste no contestara.

Un tono, nada, dos tonos, nada, tres tonos, nada, sin embargo antes de que cortara la llamada pudo escuchar la voz de Frank del otro lado del teléfono.

- ¿Hola? -Pero Gerard no contestó

- Gee ¿Estás ahí?

- Frank – Dijo entonces Gerard casi en un susurro. Frank pudo escuchar del otro lado de la línea los sollozos de Gerard

- ¿Estás bien Gee?

- No Frankie, no lo estoy

- ¿Necesitas algo?

- Te necesito a ti

- ¿Qué tienes? ¿Qué te pasó?

- Nada Frank, olvídalo, fue un error...

- No Gee, dime dónde estás y voy a verte

- En mi casa

- Ok, en unos minutos llego

Cuando Frank colgó el teléfono se encontró con Jamia detrás de él.

- ¿Era él? - Frank se quedó paralizado, sin saber qué contestar

Encendimos el fuego (One-Shots Frerard)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora