Tenía a Gerard entre mis brazos, sobre mí, jadeando mi nombre, pidiéndome más, diciéndome que me amaba, haciéndolo mío. Contemplaba sin cansarme de ello su rostro extasiado de placer, sus labios entre abiertos, sus ojos verdes mirándome, su negro cabello pegado a su rostro, su blanca piel con una ligera capa de sudor.
- Frankie te amo - decía mientras se estremecía entre mis brazos, mientras buscaba mi boca, su lengua se encontraba con la mía.
- También te amo tanto mi Gee- le dije, mientras sentía que estaba a punto de correrme en su interior. Pronto me vine y sentí como él hacía lo propio entre nuestros estómagos.
Nos tiramos en la cama para recuperar el aliento. Lo atraje a mis brazos, cubrí nuestros desnudos cuerpos con una sábana, di un casto beso en su frente.
- Te amo tanto Gee- Y yo a ti Frankie
- Prométeme que te quedarás conmigo
- Te lo prometo, no quiero estar sin ti - dijo mientras se aferraba a mi cuerpo, como si tuviera miedo de que pudiera irme y dejarlo, pero yo jamás me iría de su lado.
Lo amaba tanto, Gerard era todo para mí, tan solo verlo mi corazón se aceleraba, me hacía tan feliz. No creí nunca que fuera a dejarme, sin embargo a la mañana siguiente, cuando desperté busqué su cuerpo a mi lado con el tacto, pero al abrir los ojos nada, no había rastro de Gerard, me había dejado cuando prometió no hacerlo.Miré el reloj y mierda, era bastante tarde ya, ¿cuánto tiempo había dormido? El suficiente para darle tiempo a Gerard de irse, de dejarme, de no darme una explicación.
Me levanté rápidamente, tomé mi ropa del piso y me vestí lo más rápido que pude, era demasiado tarde para mí, para él.
Tomé mi celular y llamé a Gerard pero nada, estaba apagado, entonces decidí marcarle a Ray.
- ¿Ray?- Enano, ¿dónde estás?, ya estamos en la iglesia, ya comenzó la ceremonia
- ¿Qué? ¿Gerard está ahí?
- Pues claro, como no iba a venir a su propia boda -me quedé callado por unos segundos.
- Voy para allá Ray
- Ok, acá te vemos
No podía creerlo, Gerard iba a casarse a pesar de que la noche anterior dijo que me amaba, que no me dejaría, después de haber sido mío, cómo podía hacer eso, maldita sea, por qué me mintió. Salí de mi departamento, bajé las escaleras con prisa. Salí del edificio y corrí hasta mi auto, necesitaba llegar, necesitaba estar ahí, aunque ni siquiera sabía para qué, Gerard ya había decidido.Cuando llegué a la iglesia entré lo más sigiloso que pude, sin embargo algunas miradas se posaron en mí, y como no, ni siquiera iba vestido para la ocasión.
Me quedé congelado cuando lo vi a lo lejos, estaba ahí en el atrio, vestido con un traje negro, una camisa blanca, una corbata roja adornando su cuello, con su cabello negro ligeramente alborotado. Tomaba de las manos a Lindsey, quien lucía tan hermosa, su cabello negro recogido en un chongo, su blanco vestido, sus labios rojos, el velo en su pelo. Deseé por un momento ser ella para estar ahí, frente a Gerard.
Cuando llegué estaban leyendo los votos, busqué un lugar en los asientos de atrás. Pronto el sacerdote miró a Lindsey y le preguntó si tomaba a Gerard como su esposo para amarlo y respetarlo en la salud y en la enfermedad, estar con él en la riqueza y en la pobreza. Ella, con una gran sonrisa dijo -sí, acepto-. Entonces tocó el turno a Gerard, quien pude notar estaba algo nervioso, antes de responder al sacerdote lanzó una mirada a todos los presentes, ahí estaban sus padres, los de Lindsey, estaba Mikey, también Ray con su inconfundible cabello afro, entonces sólo dijo las palabras que me destrozaron el corazón -Sí, acepto-. El sacerdote los declaró marido y mujer y yo, yo simplemente traté de ser fuerte, aunque sentí como mis ojos comenzaban a inundarse de lágrimas, las cuales no quería dejar salir. Sentí el sabor salado llegar hasta mi boca, sí, ahí estaba yo, llorando como un tonto por alguien que ni siquiera valía la pena, que había echado por la borda todo lo que sentíamos y todo por el qué dirán, porque sus padres no aceptarían jamás que era homosexual, porque qué iban a decir sus amigos, sus conocidos, la gente, ¡maldita sea!, ¿a quién le importa eso.
No podía creer que Gerard hubiera arruinado nuestras vidas de aquella forma, que haya elegido una vida aparentemente sencilla sólo para guardar las apariencias.
No pude estar ni un minuto más ahí, me puse de pie y me di la vuelta. Salí de la iglesia, mi estómago estaba revuelto y como un patético hombre al que le habían roto el corazón, ahí estaba afuera del templo, agachado, vomitando, con las lágrimas rodando por mis mejillas. No deseaba que nadie me mirara en aquel estado, así que como pude me incorporé, caminé hasta mi vehículo, no iba a soportar más estar ahí y ver al hombre que tanto amaba al lado de otra persona.
Pasé varios días de amargura, en mi soledad, bebiendo como un estúpido, olvidándome de mi trabajo, de mis amigos, de todo. Sin embargo una mañana me decidí a no amargarme más por una persona que sólo me había mentido y a la que ni siquiera le había importado, así que decidí borrar a Gerard de mi vida, eliminando su número de mi teléfono, no me quería ver tentado a llamarlo una vez más sin obtener respuesta. Lo borré de mis redes sociales, destruí sus fotos, tiré todo aquello que me recordaba a él, o casi todo.
Un par de semanas después me enteré que Gerard había regresado de su luna de miel, seguro se la había pasado genial el maldito mentiroso, fue lo único que pude pensar. Para mi sorpresa, esa misma noche ya estaba ahí, tocando a mi puerta, cuando abrí odié tanto encontrarme con su cara.
- Hola Frank
- ¿Qué quieres?
- Perdóname
- Mejor lárgate
- Frank, escúchame
- No tengo nada qué escuchar, mejor ve con tu esposa, debe estar esperándote
- Frank, yo no quería...
- ¿Qué no querías?
- Casarme, pero no tuve opción
- ¿No tuviste opción? Por favor, mejor lárgate ya
- Frankie, por favor
- Que te largues maldita sea
No soportaba más escuchar sus estúpidas escusas, así que le lancé un golpe en el rostro, lo que provocó que Gerard cayera al piso. Estaba tan molesto, no necesitaba escuchar sus estupideces. Me odié por haberlo golpeado y por dejarlo ahí tirado en el piso viendo cómo comenzaba a quebrarse, pero no, yo no iba a aceptar más sus mentiras. Cerré la puerta y lo dejé ahí.
Siguió insistiendo, tocando varias veces más para que lo dejara pasar, para que lo escuchara, su voz se oía quebrada, pero simplemente lo ignoré.
Me metí en la cama, no pude evitar soltar en llanto, en verdad lo amaba, pero él, maldito Gerard Way, me mintió, me prometió que se quedaría conmigo, sin embargo me dejó, no podía creer cómo había echado todo a la borda, por qué maldita sea decidió estar al lado de una persona que ni siquiera amaba y todo para guardar las apariencias, simplemente aquello no me cabía en la cabeza, no lograba comprenderlo. Tomé el dibujo que Gerard había hecho de mi rostro, lo único que aún conservaba de él y que se encontraba guardado en mi buró, y comencé a destrozarlo hasta que quedó hecho mil pedacitos.
Mientras mis lágrimas rodaban por mi rostro y mi almohada se notaba ya algo húmeda, me quedé dormido y maldita sea, lo encontré en mis sueños, ahí estaba Gerard, en un mundo donde todo era perfecto, donde él había decidido quedarse a mi lado, donde lo besé, lo abracé y donde miré sus verdes ojos por última vez.
FIN
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Encendimos el fuego (One-Shots Frerard)
أدب الهواةBreves historias de amor entre Gerard Way y Frank Iero.