Taxi

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-Yo creo que no

Elle se encogió de hombros y se dio media vuelta para salir. Bastante había hecho con cambiar de ropa a su pequeña hija como para que ahora tuviera que encargarse de una acción que ni él hacía para consigo mismo. Al llegar al marco de la puerta, giró la cabeza y abrió la boca para decir algo, pero tuvo que cerrarla cuando la escena de su hija sollozando sobre la almohada llegó a sus ojos.

Él siempre había sido fuerte, más bien, nunca había sentido emociones por o para alguna cosa o persona que no fuera Watari. Sin embargo desde que se había dado a la tarea de conocer a Misa de una forma más íntima, una parte suya se había debilitado.

Su sangre seguía siendo fría, por supuesto, y realmente dudaba que alguna vez llegara a sentir algo por los sucesos a su alrededor o una nimiedad como ver una fotografía de un hombre brutalmente desollado. No, en ese caso él sólo buscaría hacer el trabajo que la policía no podía cumplir y devorar casos como si de pasteles se tratara...

Pero pobre de aquellos que se metieran con su familia. En ese caso, él se encargaría de hacerlos sufrir, incluso si eso involucraba matarlos con sus propias manos. Por alguna razón que odiaba y que su poderosa mente no lograba entender, se sentía débil ante una mirada, una sonrisa, un momento de enojo o el llanto de las únicas cuatro personas que realmente consideraba importantes en su vida.

-¿Ale-...?

-¡No me quieres!

Él suspiró rendido. Obviamente sabía que su hija era una persona manipuladora y dramática, pero aunque siempre se proponía a sí mismo ya no ceder a sus chantajes, escuchar sus lágrimas le irritaba y (podía jurar) casi lo hacía sentir miserable.

-Lo haré-afirmó- pero ya cállate

La niña sonrió y se colocó de espaldas a su padre para que él pudiera peinarla. Ryuuzaki veía el cepillo sostenido con dos de sus dedos, como si fuera el objeto más misterioso, complejo e interesante del mundo entero. Arqueó una ceja y se vio obligado a sostenerlo con algo más que un par de sus dedos para poder apoyarse bien. Comenzó a peinar con miedo de jalar o lastimar a su hija, pero ella no tuvo miedo en ningún momento.

Su cabello era largo, un poco enredado por las horas de discusión con la almohada, pero muy manejable y suave, por lo que pudo peinarlo con facilidad en cuestión de un par de minutos.

-¿Es todo?

-Sí, a veces mi mami me peina y agarra el cabello pero no me gusta...

-Entonces no lo haré, vayamos a desayunar

Él se giró sobre sus talones y caminó desganado hacia la salida. Sus manos casi podían sentir lo tenso que aquella "acción de mujeres" le había provocado. Realmente esperaba no volver a tocar un cepillo para cabello en su vida.

-¡espera ahí, jovencito! –habló su hija de forma autoritaria

-¿Jovencito?- escuchó en su propia mente al voltearse con una cerca arqueada

-Tú también tendrás que peinarte para salir a conocer Inlatela- ordenó mientras lo señalaba e iba tras él

-De ninguna forma

.

Un gemido involuntario escapó de su boca por decimocuarta vez en un lapso de dos minutos. Cada jalón, cada vez más fuerte y doloroso, batallaba por hacerlo perder el equilibrio que él dominaba a la perfección. Acuclillado frente a la cama, Ryuuzaki Rue estaba sucumbiendo a los designios de su hija al dejarse, por lo menos, cepillarse el cabello. Mientras que ella, hincada en el borde del colchón, batallaba para que el cepillo pasara con facilidad por los desastrosos mechones oscuros de su padre.

Tomorrow / LxMisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora