Promesa

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Así que las cosas serían así. Misa se había ido y la casa, que tanto ruido tenía usualmente, lucía más fría y vacía de lo que cualquier cuarto de hotel que hubiera visitado en toda su carrera de investigador privado.

Cada día, L recorría la nada modesta casa en tres ocasiones pensando en las situaciones que ese lugar había albergado en los meses pasados y que sólo observaba -en ocasiones- por las imágenes de las cámaras de seguridad.

¿¡EN QUÉ MOMENTO SE HABÍA METIDO CON ESA NIÑA TAN CAPRICHUDA!?

Oh, sí, lo recordaba bien. Lo tenía presente cada día, porque desde que ella entró en su mente su vida no había sido la misma. Así que, ¿qué podía hacer, sino resignarse a sentir lo que sentía por ella y su ausencia?

Siempre había estado solo y lo bueno de estarlo era que nadie podía abandonarlo.

Sin embargo ella lo hizo.

Llegó, desajustó su vida, le hizo entender que tenía sentimientos y luego lo abandonó junto con sus dos descendientes... Y no entendía porqué.

Watari lo observaba en silencio. Tal vez L no lo expresaba, pero estaba realmente afectado. Así que cuando se cumplieron 93 días, decidió que eso ya no podía continuar así. Pensó en hablar con él y convencerlo de buscarla, pero al entrar al cuarto de investigación, la primera señal de que las cosas no estaban en orden era la rapidez con la que la comida desaparecía de la charola y la cantidad de papeles que había en el piso.

Cada archivo de resumen de caso que había entrado para L, para Coil e incluso para otros dos de sus decenas de sobrenombres se encontraban en su escritorio. Varios de ellos, los cuales no ameritaban si quiera tener que viajar, habían sido aceptados y resueltos de forma fácil y cada que terminaba con uno, un bonche de hojas engrapadas salía volando con fuerza hacia el piso.

Para el anciano estaba claro lo que pasaba, L estaba deprimido, sin embargo, esta vez no era como aquella en la que lo había consolado bajo la lluvia y sino como cuando Misa había decidido regresar a Japón con Namikawa. Es decir, en esta ocasión L estaba, además de todo, furioso.

-L... Han pasado tres meses, ¿no crees que ya es tiempo de solucionar esto?

No hubo respuesta, L sólo se limitó a teclear una respuesta en su computador tan rápido como su escritura a dos dedos le permitía. Luego revisaba la lista de casos que quedaban pendientes de aprobación.

-Aburrido, aburrido, aburrido...

No sólo era el hecho de que Misa se hubiera ido en verdad y le hubiera herido el ego al dejarlo. Eran todas esas preguntas que su mente fabricaba inconscientemente lo que estaba terminando de joderle ese día y la vida.

¿En qué momento había llegado a necesitarla? ¿Qué estaría haciendo? ¿Los gemelos estarían bien?¿Estaría con alguien más en ese momento? ¿por qué no regresaba a disculparse?...¿Estaría con Namikawa?

-Basta de preguntas- se recriminó en silencio en cuanto llegó a esta última, el origen de su mal humor.

Por eso se mantenía ocupado, porque el trabajo era su barrera natural. Mientras distrajera su cerebro en asuntos externos, más pronto pasaría el tiempo y por lo tanto, más rápido Misa vendría a pedirle perdón. Porque era ella quien debía hacerlo, ¿o no?

Porque Misa podría estar con otro

Porque Misa ya no quería estar con él

Porque Misa quería separarse...

Tomorrow / LxMisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora