El Superintendente de Los Santos siempre está en la mira. Sabe más de lo que aparenta, tiene secretos guardados y, para variar, es el alma gemela de su criminal más buscado y principal dolor en el culo (aunque no literalmente, por ahora).
〉Mafioso J...
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Por muy incompetentes que los atracadores del banco parecieran, Gustabo tuvo que admitir que los había subestimado. Al momento de pitar, el hombre había tomado un rumbo hacia el Norte, donde abundaba el sector rural de Los Santos. Perderse entre los matorrales o escapar de forma temeraria por las montañas rocosas sería toda una hazaña. La mujer, por otro lado, regresó a los bullicios de la gran ciudad, dónde las urbanizaciones y transeúntes habituales le darían el factor de obstaculizar la aprehensión.
"Pero en su ruta no hay forma de que alguien la ayude..."
—Kylie y Leónidas se vienen al Norte, vosotros seguidla al centro —ordenó, arrancando su motocicleta. Los mencionados hicieron eco de la acción.
Los tres segundos de ventaja crearon una brecha de varios metros entre delincuente y autoridad y la poca planicie de la mano con el polvo que levantaban las ruedas los retrasaban gradualmente.
—A este paso es casi imposible que lo atrapemos —comentó Leónidas desde su posición. Los tres dieron una vuelta cerrada por una quebrada que tenía varias señales amarillas de precaución, para luego continuar en zigzag por un sendero irregular—. ¡Ah, Supeh'! ¡Casi me caigo!
Gustabo soltó una pequeña carcajada. El asunto de la poca habilidad que tenía Leónidas para salir ileso de usar una Mary era ya un chiste interno dentro de comisaría y al rubio poco le importaba que eso los distrajera. Él no escogía por habilidad, sólo se dejaba guiar por las vibras que los demás tenían con él.
—Pero no te caigas, joder —respondió, acelerando un poco más cuando el sendero fue más seguro—. O ya no utilices Mary's.
—Intendente —interrumpió Kylie—. Entrar a espacio restringido por Alto Voltaje y materiales explosivos es poner en peligro a la ciudadanía. Podemos activar Clave Robert de inmediato.
—Ahí, ahí, espectacular —alagó el rubio, dando su aprobación y desenfundando su arma—. Permiso para disparar concedido.
—10-4, súper.
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Utilizando una vía alterna desde su posición ventajosa, Michelle y Conway llegaron en tiempo récord al túnel donde el bloqueo se realizaría, con una pipa transportadora de agua. El túnel era estrecho, penumbroso y como cereza del pastel, la parte exterior plagada de rocas de buen tamaño facilitó la posición de todos como tiradores.
—¿Cuál es el fin de esto, Conway? —Preguntó un hombre, buscando algún objetivo por la mirilla del francotirador para estar atento y también para perder el tiempo—. ¿Lo hacemos un puto colador o lo dejamos vivir?
—Si se pone muy mariconetti lo matamos al instante. Pero si no hay mayor problema, vamos a dejar que se vaya. ¿Entendido, Ivanov?
—¿Por qué lo dejaríamos con vida si ya está en nuestras manos básicamente? —Freddy Trucazo rodó los ojos, impaciente. Michelle, que estaba cerca de él, le dio un codazo en las costillas—. ¡Ay, maldita sea!
