21. Despertar juntos (+18)

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Palabras: 3,100.

✎Palabras: 3,100

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El primero en despertar, fue Conway. 

Su sentido de la orientación no podía reconocer el lugar de forma automática, por lo que, despegando una mano de una espalda extremadamente suave y agradablemente tibia, se restregó los ojos. Se encontró cara a cara con el rostro apacible y dormido de Gustabo. La sábana que cubría la absoluta desnudez de sus cuerpos le llegaba por debajo del pecho, por lo que, notaba en su hombro, cuello y clavículas el rastro de marcas rojas redondas aquí y allá, con la forma de sus labios. 

Notó que ese cuerpo junto a él, era, bastante evidente, más pequeño que el suyo. Cabía entre sus brazos, las curvas acentuadas eran casi como la base de un rompecabezas y sus manos la pieza que hacía falta para armarlas. Tragó con fuerza, inundado por excitación y un calor abrumador en su interior. Se llenó con el impulso de apreciarle, de quedarse ahí admirándole, como un entendido del arte estudiando la pintura de un artista galardonado; como un caballero de la edad media descubriendo el Santo Grial. 

Entonces, como si tanta perfección visual no fuese suficiente, Gustabo abrió los ojos, adormilado. Sus pestañas revolotearon con delicadeza, su expresión era adorable, demasiado. Jack no se pudo resistir. Lo atrajo para pegarlo más y entre la bruma somnolienta de un nuevo despertar, le besó los labios. 

Gustabo, quizás por la circunstancia, quizás por el atontamiento, abrió la boca con gusto, deseoso por recibir una lengua juguetona en su cavidad que le hiciera cosquillas. Sus manos, finas y delicadas como todo en su ser (salvo su personalidad) le ahuecaron las mejillas, dejando el rastro dorado. Se separaron un instante para dar una bocanada de aire y esta vez fue Gustabo quien comenzó el contacto de vuelta. Fue despertando en gradientes, primero desorientado y después demasiado compuesto como para controlar el cosquilleo eléctrico que le surcó de su vientre para abajo. Jadeó dentro del roce cuando Conway mordisqueó su labio inferior y enredó las piernas de ambos, tocando zonas íntimas de su cuerpo por accidente.

El caliente besuqueo emigró de su boca a su cuello, dejando un rastro húmedo hasta el hombro y de regreso. Ya con sus labios liberados, un poco hinchados y resbaladizos por la saliva que se apropiaron, dejó escapar un gemido suave, le dio libre acceso a los puntos más débiles de su cuello ladeando la cabeza y le entrelazó los dedos en el cabello de ébano. 

—Buenos días, Gustabín — le susurró, incorporándose a su altura en la cama para que sus palabras fueran un tenue sonido discreto. 

—Buenos días —respondió este, con la misma voz furtiva. Le vio a los ojos y casi enmudeció, la coherencia le había abandonado, así que, un poco nervioso por lo que se desarrollaba en su corazón, bromeó—: ¿no te bastó lo que hicimos ayer? 

—No importa cuantas veces lo hagamos, nunca será suficiente —declaró el mayor, tomándolo de las caderas. Lo cambió de posición para que quedase boca arriba, más cerca de su alcance—. ¿A ti te bastó? 

〈INTENABO +18〉 Entrégate a míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora