✎Palabras: 2,670.
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Gustabo se removió entre las sábanas, acurrucándose en un capullo que sólo dejase por fuera su nariz para no ahogarse. De fondo podía escuchar muebles moviéndose, música a un volumen cuestionable, pisadas de personas corriendo y gritos estridentes. Siendo imposible volverse a dormir, soltó una maldición. Se sentó en su cama, es decir, la cama que le perteneció desde la adolescencia hasta que se consiguió un pequeño apartamento cerca de la playa. Dicho apartamento era más un motivo simbólico que un lugar para establecerse ya que casi nunca dormía ahí.
Aunque, ahora que no podía allanar la morada de Horacio (él se merecía y necesitaba tiempo a solas con Ford, como cualquier pareja casada); optó por usurpar la casa de sus padres para no estar completamente solo. Era una vivienda de dos pisos contigua al taller, había una cocina, dos baños repartidos entre plantas, cuartos suficientes para albergar a un equipo de fútbol, un almacén y un ático escondido dónde, por lo general, se guardaba la droga. Espaciosa, hogareña y caótica.
Gustabo llevaba puesto un short corto que a penas cubría su ropa interior, un suéter de gran tamaño que le robó a su hermano de otra madre y pantuflas rosas de cerdito que Manolo le había regalado por su cumpleaños. Así bajó las gradas, y el bullicio se incrementó.
—Buenos días —saludó el rubio, acercándose a un espacio en la sala ocupada por algunos de sus casi hermanos.
—Hola Gustabo —saludó Juanjo—. ¿Quieres hacer yoga con nosotros?
—¿Eso que están haciendo es yoga? —inquirió, con una sonrisa.
Juanjo asintió con efusividad, lo tomó de la mano y lo puso al centro. A su favor, Gustabo admitió que la alfombra acolchonada sí era especializada para hacer yoga.
—Hombre, claro. Mira, te explico: primero te pones así para hacer un saludo al sol.
Su hermanastro intentó darle el ejemplo.
—¿Así? —Quiso saber el rubio, copiando el ejercicio.
—Sí, así. Estira la pata.
—Vale...
El día en el que descubrió que tenía un alma gemela, Gustabo utilizó su respuesta innata de afrontamiento a los problemas: evadiéndolos. Se la pasó haciendo sus diligencias como intendente; patrulló con Rubier realizando códigos 3, hizo al menos cinco persecuciones, llenó dos resmas enteras de papeleo y se tomó el tiempo de dar una pequeña guía a los novatos que iban a presentar las oposiciones; hizo todo y más para ocupar su mente en otras cosas.
Por suerte, su puesto siempre exigía atención, así como todas las pobres personas que a cada cinco minutos tenían una nueva querella que poner en comisaría. Consiguió no pensar en Conway, en la lata de gusanos que se abrió, en lo malhumorado que estaba y, al acabar la jornada, Jacob lo recogió para dejarlo frente al taller. Yun y Armando estaban más que complacidos de verle ahí.
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〈INTENABO +18〉 Entrégate a mí
Hayran KurguEl Superintendente de Los Santos siempre está en la mira. Sabe más de lo que aparenta, tiene secretos guardados y, para variar, es el alma gemela de su criminal más buscado y principal dolor en el culo (aunque no literalmente, por ahora). 〉Mafioso J...