05. Horacio Pérez y el FBI regresan a la ciudad

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Palabras: 1,477.

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Una de las cosas que más le dolieron en su momento y que aún le dan malos sueños a Gustabo, es perder a su hermano. Ambos pasaron juntos algunos años en la calle, sobreviviendo, pero juntos. Por esa razón, cuando los llevaron a un centro de acogida y Horacio fue adoptado dos años después por una familia acomodada, dejándolo solo, tuvo un ataque de pánico a escondidas. No quería quedarse sólo. Ahora siendo un adulto, la sensación se aplacó, pero la dicha de verle después de cada misión que realizara como Director del FBI era una alegría inmensa.

Esperó en el aeropuerto, moviendo los pies con nerviosismo. Ya habían aterrizado dos vuelos y ninguno era de su "osito." Algunos vuelos venían de Estados Unidos, unos cuantos eran escalas de viajeros cuyos destinos eran otro país y otros pocos provenían de otras áreas de España que requerían movilización aérea. Según lo que sabía, el vuelo de su hermano vendría de Francia y traería la compañía de su esposo.

"Se anuncia la llegada del vuelo 102-L proveniente del aeropuerto Beauvais Tillé, aconsejamos encarecidamente a los pasajeros del próximo vuelo, que procuren estar..."

Él, junto con otras familias que esperaban a sus seres queridos en el avión, hicieron un tumulto de gente e ingresaron a un pasillo inmenso. Se vistió a propósito con un buzo rojo de color vibrante, una gorra verde que lo cubría del sol que estaba haciendo afuera y llevó un osito de peluche mediano para ser fácilmente identificable y de paso regalárselo a su niño. Esa mañana se levantó madrugador y con una ligera resaca; a pesar de ello, estuvo puntual para su diligencia.

Lo reconoció al instante gracias a su cresta ostentosa (que anteriormente tenía un color rojo y ahora estaba teñida de un intenso azul eléctrico) y su ropa indiscreta. Se escabulló escondiéndose tras el peluche y cuando Horacio menos se lo esperaba, saltó encima de su espalda para colgarse como koala.

—¡Bebéeee! —gritó con alegría, muy cómodo desde su posición e ignorando el grito asustado del chico de cresta.

—Pero me cago en todo Gustabo, no me asustes así —su voz era un tanto enfadada por el susto. El rubio se tensó un poco y buscó bajarse de su espalda para no molestarlo. Entonces Horacio lo agarró de los muslos como para alzarlo a caballito e impedir que se bajase—. No te bajes, perla. Yo también te extrañé mucho.

Apretó con fuerza los hombros de Horacio y sonrió al ver que no había cagado el reencuentro con él.

"Si se siente incómodo conmigo, algún día se irá de mi lado y no podré soportarlo."

A unos pasos de ellos, el flamante esposo de su amigo recogió el juguete de felpa olvidado luego del intercambio entre ambos y se acercó a saludar. Movió la mano en la seña universal de "hola" y le revolvió el cabello, dejándolo adorablemente despeinado.

〈INTENABO +18〉 Entrégate a míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora