09. Tensión sexual

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Palabras: 1,788.

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—Estamos cargando droga, ¿sabes? No hay ninguna razón por la que deberías estar aquí, pero aquí estás.

—Tener razones para todo está sobrevalorado, es mejor ser espontáneo.

Para comenzar, cabe puntualizar que es un sábado en la noche, todo es silencioso. Hay una briza que alborota cabellos, la luna brilla a lo alto sobre la marea y el olor salado de las olas al estrellarse con las piedras de la costa inunda las fosas nasales.

Todos los miembros de La Entidad laburan con precisión, llenando un yate pequeño con cocaína; por otro lado, Gustabo está observando sentado desde una caja de madera de gran tamaño que pone "Frágil" en ella a modo de advertencia, balanceando sus piernas (que están lejos de llegar al suelo) de un lado a otro. Lleva una sudadera varias tallas más grande, guantes peludos de algodón y un gorro. Parece más un chaval de paseo que otra cosa.

—¿No tienes cosas que hacer como Intendente, capullo? —Conway se acercó, recogió otra caja de mercancía y la alzó sobre su hombro—. Parece que nunca estás trabajando.

—Para tú información —el rubio levantó un dedo, indicando su punto— lo que estoy haciendo ahora mismo es trabajar.

—Los cojones —dijo, desembarcando su paquete y secándose el sudor de la frente—. Estás ahí sin hacer nada.

—Claro que hago cosas: veo que no hagan nada que no esté en nuestro protocolo de permiso mafioso y disfruto de la vista. Tú continúa levantando cajas.

Conway giró para encarar al mocoso descarado, sólo para recibir una alza de cejas coquetas, seguidas de una risotada. Decir que, ni por un instante, disfrutó del acto, sería una mentira enorme. Más con las facciones delicadas que poseía el objeto de sus frustraciones, frustraciones a las que ya estaba acostumbrado. Cada vez el tiempo transcurría más, entre la vida diaria, las misiones, reuniones y otras cosas extras; casi no se sentía, pero era constante. Percatarse de eso te deja en el aire, o al menos eso pensó Jack, cuya rutina ahora sí o sí, involucraba a Gustabo. Se lo encontraba hasta cuando iba al supermercado a comprar sopas instantáneas.

"Sí, Gustabo, también me alimento, como las personas normales" -le había dicho ese día, cuando el idiota le preguntó, sorprendidísimo, qué hacía ahí.

Dejó de agacharse para levantar otro paquete y se aproximó al lugar elevado donde el rubio se encontraba. Se colocó entre sus piernas, sin tocarlo realmente, quedando dos pares de ojos casi al mismo nivel.

—¿Por qué no vas y te agachas tú? Sería una gloria ver tu culo respingón tensarse por el movimiento.

—¡Pero bueno, que guarro me saliste! —Gustabo se sonrojó un poco por la cercanía. Tenerlo entre sus piernas lo distraía a pensamientos poco prudentes, poco probables y poco sanos— Y a parte de eso, gorrino, que quiere que yo le haga el trabajo.

〈INTENABO +18〉 Entrégate a míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora