11. Revelación (Parte 2)

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Palabras: 2,062.

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Conway ignoró la mirada de confusión que permeaba en las suaves expresiones de Gustabo. Tragó grueso, abrumado por lo desconocido, pero también sintiéndose como un hombre afortunado cuya plegaria había sido escuchada por el destino.

Volvió a colocarse detrás del Intendente, pasando un dedo desde su nuca hasta su espalda baja, curvando el dedo, dibujando meandros retorcidos al llegar a la columna, como el listón de un corsé. El dibujo se coloreaba por la punta de sus yemas, tardando en desaparecer con suavidad en, quizás unos segundos, quizás la estela de color nunca se iba realmente.

Ni un cuadro Monet, ni un Van Gogh, ni un Da Vinci, podrían acercarse a la belleza del lienzo que su mano hacía al contacto con su alma gemela.

—¿Conway? —El menor se retorcía un poco por la emoción y las ligeras cosquillas—. ¿Qué te pasa, yayo?

Jack no respondió per se, las neuronas que contenían almacenado el lenguaje parecían haber hecho implosión, pero, con mucho cuidado, lo giró para estar frente a frente. Ya en esa posición, lo tomó de los codos para tenerlo cerca, lo más cerca que pudiera. Como es lógico, el rojo apareció. Y con él, una expresión teñida de pánico en la que el mafioso no reparó.

—Te encontré —susurró. Quería demostrar con vehemencia el mar de emociones que le hervían dentro del pecho, dejar salir ese impulso explosivo de sus pulmones... Quería darle un beso.

Acercó el rostro, apañado en llevar a cabo su misión.

El contacto de sus labios con la suave boca de Gustabo era un sueño del que no quería despertar. Fue un toque que le erizó todos los vellos del cuello y lo dejó queriendo más. El chico en un comienzo tenía la boca cerrada, después la abrió gradualmente para sentir el hormigueo deleitoso directamente en su cavidad; incluso lo devolvió, sincronizándolos, como dos bailarines en un vals.

—Hostia puta.

Dicha exclamación incrédula, que provenía de la boca de Volkov, sacó a Gustabo del sueño en el que estaba inmerso. De forma errónea, Gustabo creyó entenderlo todo. Era fácil, ¿no?

Por algo no lo podía sacar de su cabeza, por algo tenía una necesidad innata de correr cerca de él, de desearlo como lo deseaba, de sentir que podía leerlo y saber qué pasaba por su mente. Eso estaba más allá de su cuerpo, de su ser, de todo lo que identificaba como "su persona". Sus puños, en jarras, temblaron. Con una mano, empujó el pecho de su destinado, apartándolo de un manotazo. Se colocó la camisa con rapidez y huyó, sin decir nada.

Los ojos le picaron avecinando una tormenta furiosa. ¿Por qué tenía que ser así? Él no quería ser amado porque no hubiera más remedio, él quería ser amado por quién era. Horacio siempre le dijo que ahí, por el mundo, habría alguien que aceptara sus defectos y aprendiera a quererlos. Pero él no quería un falso amor. ¿Conway lo hubiese besado con esa ternura si no hubiera sabido que eran almas gemelas?

〈INTENABO +18〉 Entrégate a míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora