04. Encuentro en el Vanilla

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Palabras: 2,500.

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A pesar del nuevo cargo, para Gustabo las cosas en comisaría no habían cambiado tanto. Seguía siendo "el pequeño" del cuerpo, hacía de las suyas (aunque de forma un poco más moderada, para cumplir con la promesa de calmarse con Jacob) y se divertía como siempre. Era un fin de semana común y corriente, justo cinco días después del atraco al banco y seis desde que le nombraron intendente. A pesar de la hora y la fecha, las personas en la sala de espera de la comisaría se abarrotaban unas a otras como sardinas en una lata, apretujadas, en busca de soluciones para los incontables delitos que sufrían a diario.

—Nikolai, te dejo a cargo de comisaría mientras vuelvo —ordenó. Pudo haber dejado a Greco, pero este estaba en su día de descanso—. Voy a llevar mi patrulla al mecánico, ¿vale?

—10-4, súper.

Manejó con su patrulla hasta la entrada del taller más conocido de Los Santos y gran parte de España, y no precisamente sólo por sus trabajos en vehículos. Era una sede extraña en la que se vendía drogas, repuestos ilegales del mercado negro, armas simples a buen precio y se facilitaban métodos para el lavado de dinero para todos aquellos pudientes que pudieran costeárselo. Era una mafia con todas las letras, pero estaba protegida por el CNI. De hecho, dos de los mejores agentes retirados trabajaban ahí, liderando los actos delictivos.

Adentro del establecimiento, los trabajadores eran identificables gracias al uniforme naranja a modo de Romper que vestían para proteger la ropa casual de grasa de motor y el óxido de las herramientas. Olía levemente a gasolina, detergente y ambientador con olor a pino. 

Varios coches yacían ubicados en sectores distintos con un mecánico que se encargaba de arreglarlos en cada área. La más cercana a donde él estaba parado era la del Tuning a cargo de Manuel Fernández, alias Manolo. Un tipo bastante mecha corta pero leal hasta la muerte, carismático y protector con los suyos.

—¡Eh, eh, perraco! —gritó Gustabo, dándole un golpe amistoso en el hombro. A cambio recibió uno parecido—. Madre mía, estás guapísimo.

—Tú sí que estás guapísimo, te comía todo el culo —para hacer énfasis, Manolo le dio una palmada amistosa en dicha área, pues así era como estaban acostumbrados tratarse. Dentro de su espacio seguro, toda la formalidad que Gustabo fingía como intendente se esfumaba como padre que no quiere hacerse cargo de sus hijos—. Oye, Armando nos ha estado contando todo lo de tu nuevo puesto, es una pasada.

—Ya te digo yo, me siento un tío importantísimo. Aunque también ha sido un coñazo, más responsabilidad y más restricciones.

—Pero El Calavera te está tratando bien, ¿no?

—Sí, tranquilo. Me vigila y me guarda las espaldas, como siempre lo ha hecho —respondió. Eso era cierto, su "tío" de cariño siempre estuvo para limpiar sus metidas de pata y esconder sus cagadas—. Por cierto, ¿y papá?

〈INTENABO +18〉 Entrégate a míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora