06. Incógnito fallido: tercer encuentro

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Palabras: 1,860.

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Durante toda la jornada laboral, Gustabo recibió ayuda de parte de Horacio y Ford para terminar más rápido y abarcar mejor la zona de Los Santos en busca de delincuentes en general. Trabajar con ellos fue... una experiencia extraña, por decirlo de alguna manera.

Su conocimiento sobre las Almas Gemelas era limitado. La ciencia de la época aún no sabía cómo explicar su existencia con teorías que no fuesen religiosas o conspiracionistas; en el mejor de los casos, "por confirmar". En psicología se conocían como dos mentes conectadas por estímulos que se ubicaban en los neurotransmisores, que al estar en contacto activaban la recompensa de dopamina y serotonina del cuerpo. Es decir, estar en contacto con tu alma gemela es la misma sensación que se percibe al comer cosas dulces, consumir sustancias desinhibidoras o tener un buen humor.

Tener esa conexión implicaba otras cosas más: conocer las emociones contrarias, sentir algunas punzadas de su dolor, ser solícitos entre sí, tener impulsos sexuales mutuos y la más llamativa: poder trazar un color característico en la piel contraria como si de un lienzo se tratara.

Cuando cumplió los 18 años creyó que no tenía una. Que era parte de esa reducida porción de la población que nace sin tener un alma gemela, o que esta había muerto y por eso nunca la conoció. Su teoría fatalista se vino abajo cuando Horacio, que tenía 30 años cumplidos, lo llamó un día de improvisto (a pesar de que estaba prohibido, ya que él se encontraba supuestamente en una misión muy importante) y le dijo que en dos semanas se casaría con su destinado. Tuvo que esperar tres décadas para conocer a su otra mitad y tomó la quizás irresponsable idea de ligarse a él de la nada. La cara de Gustabo era un poema en ese momento y ponía en tela de juicio el sentido común de su amigo.

—¿Quieres quedarte con nosotros ahora? ¿O prefieres que te demos un aventón al taller de tus padrastros? —El chico de cresta lo sacó de su ensueño mientras ambos descargaban en la armería.

—Papás —corrigió, automáticamente—. Y no, hoy no necesito aventones. Pienso quedarme un rato cerca de aquí, ¿sabes? Sólo dando vueltas por la ciudad.

—¿Y eso?

—Nada en especial.

Era evidente que no le creyó su escueta respuesta. Sin embargo, Horacio no lo presionó porque obligar a Gustabo a hablar cuando no quería hacerlo siempre acabaría mal.

—Vale, nos vemos mañana.

Cumpliendo con lo que dijo, cerró la comisaría y comenzó a dar una vuelta sin rumbo por toda la ciudad. No entendía qué le pasaba. En los últimos días se sintió irreconocible, más sentimental de lo que acostumbraba ser y también más "llorón." Quizás tenía que ver con que sentía tener una barrera más entre Horacio y él. Quizás tenía que ver con que extrañase a su antiguo jefe. Quizás sólo hoy no era su día. Oh, bueno, su semana.

〈INTENABO +18〉 Entrégate a míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora