El Superintendente de Los Santos siempre está en la mira. Sabe más de lo que aparenta, tiene secretos guardados y, para variar, es el alma gemela de su criminal más buscado y principal dolor en el culo (aunque no literalmente, por ahora).
〉Mafioso J...
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—Te siento de muy buen humor. ¿Ha pasado algo de lo que no me he enterado?
Gustabo intentó disimular su sonrisa.
—No, en realidad nada.
—¿Seguro?
—Segurísimo, Horacio.
Una vez más, se encontró a sí mismo idiotizado por pensar en su alma gemela (aunque aún se negaba a reconocerle como tal) y la noche y día que pasó con él. Habían pasado ya cinco días en los que interactuaban juntos y justo el anterior, habían repetido una sesión de sexo. El afán que tenía Conway por dejarle marcas dejó de ser excitante y se convirtió en una molesta esa misma mañana, en la que se vio obligado a maquillar un chupetón de su cuello y a cambiarse en su oficina en vez de los casilleros porque tapar semejantes marcas de su torso era una misión imposible.
Con todo eso, no le extrañaba pensar que su ánimo había sufrido un cambio. Es decir, tener sexo era terapéutico, pero no era nada más eso, por mucho que quisiese hacerse de la vista gorda.
—Ah, por cierto —dijo Horacio—. Pasado mañana regresa Smith, ¿viste el correo?
—¿Ah? —Dios, estaba más distraído de lo que creyó—, ¿qué correo?
—¡Dónde anda tu cabeza, Gusnabo! —le dijo este, burlón—, deja te hago un resumen y te digo yo la noticia: Viene Smith, pero trae una sorpresita con él. ¡Aiden viene a Los Santos!
—¡¿Qué?! ¡No me jodas!
—Que sí, hombre, ¡mira!
Horacio desbloqueó su celular, buscó el mail y le plantó la pantalla en la cara para que leyera.
—¿Y ya se sabe quién los trae del aeropuerto? —quiso saber, balanceando sus pies con emoción por debajo de su escritorio.
—Sí, van Greco y Nikolai.
Luego de esta noticia, Gustabo auguró un buen día.
Tenía historia con Aiden Pierce. Cuando era un niño e ingresó al centro de acogida en compañía de Horacio, este se encargó de protegerlos a ambos y cuidarlos de los mayores. Lo ayudó a reunir el dinero suficiente como para viajar a Los Santos por su cuenta, se mensajeaban habitualmente y a pesar de siempre cuadrar una visita, los trabajos de ambos lo impedían. Hasta hoy.
