23. Abstinencia y Aiden Pierce

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Palabras: 2,300.

✎Palabras: 2,300

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Desde antes que el despertador de su teléfono sonase, Gustabo ya estaba despierto, con la mirada fija en una pared. Tenía una almohada entre sus brazos, rodeándola y acoplándose a su tamaño. Durmió con ropa deportiva y en lugar de utilizar una sábana, se tapó con la gabardina de Conway, utilizando como excusa para sí mismo que estaba demasiado cansado el día anterior como para buscar sábanas limpias con las que cobijarse. Hizo su rutina diaria listo para ir a su trabajo; estaba ajustándose las pistoleras a los muslos cuando su celular vibró dentro de su bolsillo trasero.

Por un momento pensó en ignorarlo. No tenía cabeza para nadie; francamente le dolía la cabeza, en general el cuerpo, le costó demasiado dormir y sentía un malestar en su estómago. Con humor pensó que de ser una mujer, seguro estaría embarazada por las noches que compartió con Conway... Y su cerebro se iluminó al recordar: Jack le había dicho que le mandaría un mensaje todos los días.

Sacó su móvil y aún con la pantalla bloqueada, supo que era así. Había recibido un mensaje de "Tío Tom/Papu", según el contacto. Los dedos le picaron por abrirlo, pero se obligó, con una fuerza de voluntad inhumana, a esperar un mínimo de diez minutos antes de darse el gusto. No quería que pareciese que estaba esperando dicho mensaje, o demostrar el efecto que tenía en él. 

Al abrir el chat, encontró lo siguiente:

"Buenos días, muñeca. Espero que no te duela tanto la cadera por los saltos que diste anoche."

Como no, Conway siendo Conway. Esbozó una sonrisa boba y tecleó su propio mensaje:

"Buenos días, viejo. Ojalá no te pete el marcapasos."

Con eso, el primer día tuvo un mejor sabor... Pero los problemas comenzaron el segundo.

El mensaje de la mañana no fue suficiente para aliviarle el malestar que se cargaba, o la sensación apabullante de desespero que se presentaba de manera aleatoria cada tantas horas. Patrullar así fue difícil, o ya de por sí hacer lo que siempre hacía en su vida común. Ignoró a Brown cuando quiso hacerle pelea, sus reflejos apagados casi le ganan una bala en su hombro durante una rotura de negociaciones y seguía con su migraña. 

Por esa misma razón, rebuscó en el escondite la medicina que Horacio le proporcionaba casi casi de contrabando (sin razones aparentes, porque según Horacio, eran píldoras normales) y se las empinó con agua fresca, con la esperanza de que le hicieran efecto. No hicieron milagros, pero lo aliviaron un poco.

—Gus, Jacob y Aiden nos esperan en la sede del CNI —le informó Horacio, irrumpiendo en su despacho justo en el momento que guardaba el resto de pastillas en el frasquito. Su hermano de cariño reparó en este hecho y algo en su rostro pareció cambiar—, mierda, las píldoras. ¡Lo he olvidado completamente!

〈INTENABO +18〉 Entrégate a míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora