27. Operación de rescate

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Palabras: 2,063.

✎Palabras: 2,063

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Desde niño Gustabo había sido un chico de poca masa muscular. A sus 25 pesaba 54.8 kg y medía 1.72. Las manoplas reforzadas y los bates de béisbol que se robaba del gimnasio de su institución eran su mejor oportunidad para ganar un mano a mano con los chulos de su barrio. Ser peque le jugaba en contra, por lo que procuraba innovar, ser escurridizo y perfeccionar sus derechazos. La práctica callejera también le reveló una cosa más: forcejear puede ir muy bien o muy mal.

Lo tuvo presente y siguió sus propias recomendaciones. Primero agarró el mango de la pistola y la mantuvo elevada para salirse del área de fuego, evitando así que el hombre tuviera apertura de dispararle. En segundo lugar hizo uso del ligero tacón de su zapato y le propinó un pisotón. Finalmente le dio un rodillazo y el tipo dejó caer el arma al suelo. Tampoco pudo cantar victoria por ello; el muy desgraciado alcanzó a darle una patada para quitarla de su alcance.

—¡Eres un hijo de puta! —escupió el hombre, que alcanzó a darle un revés.

Gustabo trastabilló hacia atrás y poco le faltó para caer de espaldas. En retroceso se acercó a la ubicación de la pistola, se acuclilló y la afianzó con fuerza. Hincado y sin pensárselo mucho, el Intendente disparó al frente varias veces queriéndose asegurar de matar a su agresor, salpicándose de la sangre del hombre. Este hecho le dio náuseas momentáneas: detestaba sentir el calor de la sangre sobre su piel. Dio bocanadas de aire, ajustó el cañón del objeto para que quedase sujeto entre la tela de la corbata que apresaba sus manos y volvió a disparar, haciéndola jirones. Sabiéndose libre de su restricción, se puso de pie, sin preocuparse por no patear el cadáver bajo su cuerpo.

Corrió hasta el sector que colindaba con las puertas corredizas del tren, disparándoles también, haciendo estallar el vidrio. En última instancia agarró lo que identificó como la mochila con las cosas que guardaba su captor y se la ajustó a la espalda. A penas tuvo tiempo de golpear con la culata los bordes astillados de la salida para facilitar el salto que debería realizar.

Aquí Caín a Abel desde la torre de control, ¿me copias? —se escuchó por la radio del reciente cadáver—. ¿Abel, estás? ¡Responde!

Gustabo ignoró el llamado intentando normalizar la respiración; estaba intranquilo. Y por fin sucedió: salió del túnel, la luz volvió a dar de lleno en el tren. Listo para su faena se trepó en el respaldo de un asiento, de ahí al marco de la puerta y se agarró con fuerza de las asas. Necesitó darse valentía antes de alejarse de su zona segura y arrojarse al lago.

Cuando su cuerpo conectó con el agua en caída libre, dio manotadas para ir a la superficie y aspiró lo más breve que pudo antes de sumergirse otra vez. Estaba cansado, agitado, temblaba de pies a cabeza, pero necesitaba avanzar a tierra. Aún así, él sabía que eso sólo significaría otros inconvenientes más en el camino.

〈INTENABO +18〉 Entrégate a míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora