𝐃𝐢́𝐚 𝟏𝟓 (𝐬𝐢𝐠𝐨 𝐝𝐞𝐬𝐩𝐢𝐞𝐫𝐭𝐚)

366 58 0
                                    

POV LISA

Voy temprano a casa de Jennie y sorprendo a sus padres desayunando. Él es barbudo y serio, con profundas arrugas de preocupación alrededor de los ojos y de la boca, y ella es como será Jennie dentro de veinticinco años: cabello oscuro ondulado, cara en forma de corazón, todo esculpido de forma más marcada. Tiene una mirada cálida, pero su boca está triste.

Me invitan a desayunar y les pregunto sobre Jennie antes del accidente, puesto que solo la conozco de después.

Cuando ella baja, sus padres están recordando cuando hace dos años su hermana y ella tenían que ir a Nueva York durante las vacaciones de primavera pero decidieron, en cambio, seguir a los Boy Parade desde Cincinnati hasta Indianápolis y Chicago con la intención de que les concedieran una entrevista.

Cuando Jennie me ve, dice:
-¿Lisa?
Lo dice como si yo fuera un sueño, y yo digo:
-¿Los Boy Parade?

-Dios mío, ¿por qué le contáis esto?

No puedo evitarlo y me echo a reír, y entonces su madre se echa a reír y luego también su padre,
hasta que los tres estamos riendo como viejos amigos mientras Jennie nos mira como si nos hubiésemos vuelto locos.

Después, estamos las dos delante de su casa y, como le toca a ella elegir lugar, me explica más o menos la ruta y me dice que la siga. Cruza el césped del jardín en dirección al camino de acceso.

-No he venido en bici. -Y antes de que replique, levanto la mano como si fuera a hacer un juramento-. Yo, Lisa Manoban, sin estar en pleno poder de mis facultades mentales, juro no conducir a más de cincuenta kilómetros por hora por ciudad ni a más de ochenta por carretera. Si en cualquier momento quieres que paremos, paramos. Solo te pido que lo intentes.

-Está nevando.

Exagera. Apenas llueve.
-No de la que cuaja en la calzada. Mira, hemos recorrido todo lo que hay que recorrer en un
radio al que podemos llegar en bicicleta. Podemos ver muchas más cosas si vamos en coche. Quiero decir que las posibilidades son prácticamente interminables. Al menos entra y siéntate. Dame ese gusto. Siéntate y yo me quedaré aquí, justo aquí, ni me acercaré al coche, para que estés segura de que no puedo tenderte una emboscada y ponerlo en marcha.
Está paralizada en la acera.

-No puedes ir por la vida presionando a la gente para que haga cosas que no quiere hacer. Llegas, te instalas y dices vamos a hacer esto y vamos a hacer lo otro, pero no escuchas. No piensas en nadie más que en ti misma.

-De hecho, estoy pensando en ti encerrada en esa habitación o montada en esa estúpida bicicleta de color naranja. Vas allí. Vas aquí. Aquí. Allí. De un lado a otro, pero nunca más allá de este radio de seis o siete kilómetros.

-A lo mejor es que me gusta este radio de seis o siete kilómetros.

-No creo. Esta mañana, tus padres me han descrito una imagen bastante buena del «tú» que eras antes. Esa otra Jennie parece divertida, incluso de puta madre, aunque tuviera un gusto horroroso en lo que a música se refiere. Pero ahora no veo más que una chica que tiene miedo de volver allí. Todos los que te rodean van dándote empujoncitos tímidos de vez en cuando, pero nunca lo bastante enérgicos, porque no quieren molestar a la Pobre Jennie. Necesitas un buen empujón, no un empujoncito, puesto que, de lo contrario, te quedarás para siempre en esa cornisa que tú misma te has construido.

De repente, pasa por mi lado y sube al coche. Se sienta y mira a su alrededor, y aunque he intentado limpiarlo un poco, el salpicadero está lleno de trozos de lápiz, papeles, colillas, encendedores, púas de guitarra. En el asiento de atrás hay una manta y una almohada, y por la mirada que me lanza veo que se ha dado cuenta.

𝐢'𝐦 𝐣𝐮𝐬𝐭 𝐥𝐞𝐚𝐯𝐢𝐧𝐠 (jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora