𝐃𝐢́𝐚 𝟔𝟓 𝐲 𝟔𝟔

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POV LISA

En el instituto, me sorprendo mirando por la ventana y pienso: «¿Cuánto rato llevaré así?». Echo un vistazo a mi alrededor para ver si alguien se ha dado cuenta, casi esperando que todo el mundo esté mirándome, pero no. Me pasa en todas las clases, incluso en educación física.

En clase de inglés, abro el libro porque la profesora está leyendo y porque todos los demás leen con ella. A pesar de que oigo las palabras, las olvido en cuanto son pronunciadas. Oigo fragmentos de cosas, pero nada entero.

«Relájate.
»Respira hondo.
»Cuenta.»

Al salir de clase, me encamino hacia el campanario y me da igual que me vean. La puerta que da
acceso a la escalera se abre sin problemas y me pregunto si Jennie estará ahí. En cuanto llego arriba y estoy al aire libre, vuelvo a abrir el libro. Leo el párrafo una y otra vez, pensando en que tal vez si estoy sola podré centrarme mejor, pero en el instante en que termino una frase y paso a la siguiente, he olvidado la que acabo de leer. Hojeo otro libro, pensando que tal vez con este será distinto, pero me sucede lo mismo.

A la hora de comer me siento con Hyolyn. Estoy rodeada de gente, pero sola. Me hablan, hablan a mi alrededor, pero no los oigo. Finjo estar concentrada en un libro, pero las palabras bailan en la página, de modo que le digo a mi cara que sonría para que nadie lo note, y sonrío y asiento, y lo hago bastante bien hasta que Hyolyn dice:
-Tía, ¿qué te pasa? No me jodas.

En geografía de Estados Unidos, el señor Black se planta delante de la pizarra y nos recuerda una vez más que, precisamente porque somos alumnos de último curso y este es nuestro semestre final, no debemos aflojar en los estudios. Mientras habla, yo escribo, pero vuelve a pasarme lo mismo que cuando intentaba leer: las palabras están ahí y al minuto se esfuman. Jennie está sentada a mi lado y la sorprendo mirando de reojo mi papel, razón por la cual lo tapo con la mano.

Es difícil describirlo, pero imagino que lo que siento en este momento debe de ser muy similar a verse absorbida por un vórtice. Todo está oscuro y gira como un remolino, pero como un remolino lento, no rápido, y hay además un peso enorme que tira de ti, como si lo tuvieras sujeto a los pies aunque no lo veas. Pienso: «Es lo que se debe de sentir cuando te quedas atrapado en arenas movedizas».

Parte de lo que escribo es un inventario de mi vida, como si estuviera verificando los puntos de una lista de comprobación: Novia estupenda, visto. Buenos amigos, visto. Un tejado sobre la cabeza, visto. Comida en la boca, visto.
Nunca seré bajita, y tampoco creo que me quede calva, si mi padre y mis abuelos sirven de
referencia. Cuando tengo un día bueno, supero en inteligencia a la mayoría. Toco aceptablemente la guitarra y tengo buena voz. Compongo canciones. Canciones que cambiarán el mundo.
Todo parece estar en orden, pero repaso la lista una y otra vez por si me olvido alguna cosa, obligándome a pensar más allá de los hechos importantes por si acaso los pequeños detalles escondiesen algo más. En el lado de lo importante, mi familia podría ser mejor, pero no soy la única chica que se encuentra en esta situación. Al menos no me han echado a la calle. El instituto no está mal. Podría estudiar más, pero la verdad es que no lo necesito. El futuro es incierto, aunque eso puede que sea positivo.
En el lado de las pequeñas cosas, me gustan mis ojos pero odio mi nariz, aunque no creo que sea la nariz lo que me hace sentir así. La dentadura está bien. En general, mi boca me gusta, sobre todo cuando está unida a la de Jennie. Tengo los pies muy grandes, pero mejor esto que tenerlos demasiado pequeños. Si así fuera, estaría cayéndome cada dos por tres. Me gustan mi guitarra, mi cama y mis libros, sobre todo los recortados.
Pienso en todo, pero al final el peso puede conmigo, como si estuviera extendiéndose por el resto de mi cuerpo y succionándome.

Suena la campana y salto, y todo el mundo se echa a reír excepto Jennie, que me observa con atención.
Tengo hora para ver a Embrión y temo que se dé cuenta de que me pasa algo. Acompaño a Jennie a clase, le doy la mano y un beso, y le ofrezco la mejor sonrisa de la que soy capaz para que no me mire como me está mirando. Y entonces, como su aula está justo en el lado contrario de donde se encuentra el despacho de tutoría y no voy precisamente corriendo, llego a la cita con cinco minutos de retraso.
Cuando Embrión me pregunta qué pasa y por qué voy con esta cara, y si tiene que ver con lo de cumplir dieciocho años, recuerdo por vez primera que mi dieciocho cumpleaños está casi ahí.

𝐢'𝐦 𝐣𝐮𝐬𝐭 𝐥𝐞𝐚𝐯𝐢𝐧𝐠 (jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora