𝟑 𝐝𝐞 𝐦𝐚𝐲𝐨

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POV JENNIE

Me planto delante del espejo y estudio mi cara. Voy vestida de negro. Falda negra, sandalias negras y la camiseta negra de Lisa, que ciño con un cinturón. Mi cara parece mi cara, aunque distinta. No es la cara de una adolescente despreocupada que ha sido aceptada en cuatro universidades, tiene unos buenos padres, buenos amigos y toda la vida por delante. Es la cara de una chica triste y solitaria a la que le ha pasado algo malo. Me pregunto si mi cara volverá a ser algún día la misma de antes, o si siempre veré eso cuando me mire en un espejo:Lisa, Jennie, pérdida, congoja, culpabilidad, muerte.

Pero ¿serán los demás capaces de verlo? Me hago un autorretrato con el teléfono, posando con una sonrisa falsa, y cuando la miro, veo a Jennie Kim. Podría publicarla en Facebook ahora mismo y nadie sabría que es de Después, no de Antes.

Mis padres quieren acompañarme al funeral pero les digo que no. Están demasiado encima de mí, controlándome. Cada vez que me vuelvo, me encuentro con sus miradas de preocupación, con las miradas que se cruzan entre ellos y con algo más: rabia. Ya no están enfadados conmigo porque están furiosos con la señora Park, y seguramente también con Lisa, aunque no me lo han dicho. Mi padre, como es habitual, es más franco que mi madre, y lo oigo hablar sin querer de «esa mujer» y de que le encantaría cantarle las «malditas cuarenta», hasta que mi madre lo hace callar y le dice: «Baja la voz, que podría oírte Jennie».

Su familia ocupa la primera fila. Y está lloviendo. Es la primera vez que veo a su padre, que es alto, ancho de hombros y guapo como una estrella de cine. La mujer sosa que está a su lado debe de ser la madrastra de Lisa, que cobija con su brazo a un niño muy menudo y con unas gafas enormes. A su lado está Winter, y a continuación Rosé , y después la señora Park. Todo el mundo llora, incluso el padre.

Golden Acres es el cementerio más grande de la ciudad. Estamos en lo alto de una colina junto al féretro, mi segundo funeral en un año, por mucho que Lisa habría preferido que la incineraran. El sacerdote está citando unos versículos de la Biblia y la familia llora, todo el mundo llora, incluso Nayeon y algunas de las animadoras.
Están presentes Kai y Jackson, y unos doscientos chicos más del instituto. Distingo también entre la gente al director Wertz, el señor Black, la señora Kresney y el señor Embry, el psicólogo. Yo me he quedado junto a mis padres -que han insistido en venir-, Chae y Hyolyn. También ha venido la madre de Chae, que reposa la mano en el hombro de su hija.
Hyolyn está con las manos unidas delante de él, mirando fijamente el féretro. Chae mira a Jackson y al resto del lloroso rebaño, los ojos secos y la mirada rabiosa. Comprendo sus sentimientos.

Todos los que la llamaban «friki» y que jamás le prestaron atención, excepto para burlarse de ella o difundir rumores, están ahora aquí comportándose como plañideras profesionales, de las que puedes contratar en Taiwán o en Oriente Medio para que canten, lloren y se revuelquen por el suelo. Su familia, lo mismo. Cuando el sacerdote termina, todo el mundo se acerca a ellos para estrecharles la mano y darles el pésame. La familia lo acepta como si se lo mereciera. A mí nadie me
dice nada. De modo que permanezco inmóvil, vestida con la camiseta negra de Lisa y pensando.
El sacerdote ha dicho un montón de cosas y en ningún momento ha mencionado la palabra «suicidio». Su familia califica la muerte de «accidente» porque no han encontrado la nota de rigor y, en consecuencia, el sacerdote habla sobre la tragedia que supone que alguien muera tan joven, que una vida se acabe tan pronto, de las posibilidades que nunca se harán realidad. Yo, mientras, sigo pensando en que no fue un accidente y en lo interesante que resulta el concepto «víctima de un suicidio». Lo de «víctima» implica que el fallecido no tenía otra alternativa. Y tal vez Lisa no creyera que tuviera una alternativa, o tal vez no estuviera intentando matarse sino simplemente buscando el fondo.
Pero eso nunca lo sabré, ¿verdad?
Y entonces pienso: «No puedes hacerme esto. Tú eras la única que me daba sermones sobre la vida.
Eras tú quien decía que tenía que salir y ver lo que tenía delante de mí y aprovecharlo al máximo, y no desperdiciar el tiempo y encontrar la montaña, porque mi montaña estaba esperándome, y que todo eso iba sumando a la vida. Y luego te vas. No puedes hacerme esto. Sobre todo sabiendo lo que he pasado con la pérdida de Jisoo».

Intento recordar las últimas palabras que le dije, pero no lo consigo. Solo que fueron de rabia, normales y en absoluto remarcables. ¿Qué le habría dicho de haber sabido que nunca más volvería a verla?

Cuando todo el mundo empieza a dispersarse para irse, Kai se acerca y me dice:
-¿Te llamo luego?

Es una pregunta, de modo que respondo con un gesto de asentimiento. Él lo replica y se marcha. Hyolyn murmura:
-Qué puñado de farsantes.

No sé si se refiere a nuestros compañeros de clase, a la familia de Lisa o a la totalidad de los
allí reunidos.
Entonces dice Chae, con voz quebradiza:
-Lisa está observando todo esto desde algún lugar, todos los «¿Y qué esperabais?». Confío en
que no les haga ni caso.

El señor Manoban fue el que identificó el cadáver. Identificó a su hija a partir del historial dental y de la cicatriz en el vientre, la que él mismo le hizo. Según el informe, cuando Lisa fue encontrada llevaba ya varias horas muerta.

-¿De verdad piensas que está en alguna parte? -digo. Chae me mira y pestañea-. ¿En algún lugar? A mí me gusta pensar que, dondequiera que esté, tal vez esté mirándonos, porque está viva y en otro mundo mejor que este. El tipo de mundo que ella habría diseñado de haberlo podido hacer. Me encantaría vivir en un mundo diseñado por Lisa Manoban.
Y pienso: «Durante un tiempo, lo hice».
Pero antes de que Chae pueda responder, aparece la madre de Lisa a mi lado, sus ojos enrojecidos mirándome fijamente a la cara. Me estrecha en un abrazo y me retiene como si nunca pensara soltarme.

-Oh, Jennie -solloza-. Oh, mi querida niña-. ¿Estás bien?

Le doy unas palmaditas en la espalda, como se las daría a un niño, y entonces aparece el señor Manoban, me rodea con sus enormes brazos y me clava la barbilla en la cabeza. No puedo respirar, y entonces noto que alguien tira de mí y oigo que mi padre dice:
-Creo que nos la llevamos a casa.
Su voz suena brusca y fría. Me dejo arrastrar hasta el coche.

En casa, picoteo la cena y oigo a mis padres hablar sobre los Manoban/Park con ese tono de voz controlado y estable que han decidido con tanto cuidado emplear para no inquietarme.

Mi padre: «Ojalá hubiera podido hoy cantarles las cuarenta a esa gente».

Mi madre: «Esa mujer no tenía ningún derecho a pedirle a Jennie que hiciera eso. -Me mira de reojo y me pregunta, con un tono de voz exageradamente animado-: ¿Quieres más verdura, cariño?».

Yo: «No, gracias».

Antes de que puedan empezar a hablar sobre Lisa, sobre el egoísmo del suicidio y sobre el hecho de que ella se ha quitado la vida mientras que a Jisoo se la quitaron, «sin que ella pudiera ni tan siquiera opinar sobre el tema» -qué cosa más inútil, odiosa y estúpida de hacer-, pido que me disculpen, aunque apenas he tocado la comida. No tengo que ayudar a recoger ni lavar los platos, de modo que subo a mi habitación y me siento en el vestidor. Tengo el calendario en un rincón. Lo despliego, lo aliso y miro todos los días en blanco, demasiados para contarlos, que no marqué porque fueron los días que pasé con Lisa.
Pienso:
«Te odio.
»De haberlo sabido.
»De haber sido yo suficiente.
»Te fallé.
»Ojalá pudiera haber hecho algo. »Debería haber hecho algo.
»¿Fue culpa mía?
»¿Por qué no fui suficiente? »Vuelve.
»Te quiero.
»Lo siento».

𝐢'𝐦 𝐣𝐮𝐬𝐭 𝐥𝐞𝐚𝐯𝐢𝐧𝐠 (jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora