Ya era cerca del medio día y ocupaba el asiento del copiloto en el auto de Joe, mientras sentía la brisa entrar por la ventana y The Bangles sonaba en la radio.
La noche anterior me prohibí volver a cerrarme. Sabía que necesitaba apoyo y acepté la compañía de todos una vez que pude calmarme después de que Bárbara conversara conmigo a solas.
Esa maravillosa mujer se preocupó de contenerme, de demostrarme su apoyo y su amor. Habló conmigo por largos minutos y cuando recuperé la compostura me preguntó si quería irme a la cama o estar con ellos un rato. Fue ahí cuando nos unimos a Astrid, Pía, Joe y Dayana, quienes claramente nos estaban esperando y consideradamente, me recibieron sin preguntar nada.
Sin embargo, sentí necesario ponerlos al tanto de lo que había pasado. No quería volver a llorar como lo había hecho en la cocina, por lo que me limité a contar lo principal sin entrar en detalles.
Los chicos me abrazaron, no buscaron ahondar más en el tema y, durante el resto de la noche, sólo se preocuparon de hacerme sentir mejor. Podía sentir en todos ellos aquel apoyo y contención que no pude recibir de mi familia.
Unas horas después, mientras compartíamos algunas de las cosas que había traído de la tienda, mi celular comenzó a sonar con una llamada entrante. Lo miré por unos segundos y finalmente decidí rechazarla por el momento. Era David.
Mi primer amigo era una de las personas que más se había esforzado por contactarme después de aquel día. Esa noche también me enteré de que había acudido a los chicos en un intento casi desesperado por hablar conmigo, pero que ellos se negaron rotundamente al no creer que estuviera lista para hacerlo. Se los agradecí hasta ese entonces, sin embargo, luego de un rato decidí que David sería la siguiente persona a la que debería enfrentarme.
No necesitaba que me dijeran que lo que él había hecho conmigo estuvo mal, lo tenía más que claro, pero debía ser consecuente y aceptar que, de otra manera, yo había actuado mal con él también. Era evidente que había mucho que hablar entre nosotros y, después de haber dado un paso adelante hablando con mi madre, aprovecharía el impulso para solucionar unos cuantos pendientes en mi lista, siguiendo con él.
Decidido a cuidarme y no estando dispuesto a escuchar una negativa, Joe se ofreció, o más bien, dejó en claro que me acompañaría. No dejaría que fuera en mi auto por miedo a que no estuviera en condiciones de conducir después de nuestro encuentro ya que era incierto el cómo reaccionaría y, además, sentía un nuevo nivel de desconfianza hacia David que de algún modo podía entender.
Por lo que a la mañana siguiente íbamos en su auto en dirección a la que antes era también nuestra casa, después de haberle enviado sólo un mensaje a David diciéndole a qué hora estaría ahí.
Estacionamos fuera de la propiedad. No me di cuenta de cuánto me estaba demorando en salir del auto hasta que Joe abrió la puerta por mí y me ofreció su mano acompañada de una suave sonrisa ladeada. Sabía que estaba intentando tranquilizarme antes de enfrentarme a lo que venía.
-¿Estás segura de hacer esto? - preguntó cuando ya estaba de pie junto a él - Puedes posponerlo un tiempo, nadie te apura.
-Estoy segura, pero eso no me quita los nervios ni el miedo.
-Estaré junto a ti todo el tiempo, y si quieres irte de ahí sólo dilo y te sacaré en un segundo.
-Gracias - respondí, apretando un poco su mano -, pero no pienso irme de aquí hasta aclarar todo con David, sea como sea que esto termine.
Vi la aprobación en su mirada antes de comenzar a caminar hacia la casa. De alguna manera recordé la primera vez que nos encontramos en ese lugar, cuando me saludó con cariño después del abrazo que había recibido de Melanny. Quise borrar ese recuerdo de mi mente al instante, no era momento para pensar en ella, pero sólo entonces consideré la posibilidad de que ella estuviese ahí también.
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Azul Profundo
RomanceAmelie, una joven disciplinada y correcta que siempre ha puesto a su familia por delante de todo, sabe que una parte de ella puede deshonrar a quienes más ama. Sabe que puede decepcionarlos, que pueden rechazarla, pero cuando el corazón es el que m...