El tiempo se me hacía eterno. Después de terminar con las compras estacioné a un par de cuadras de la dirección que David me había enviado en el mensaje, esperando que llegara la hora del encuentro.
Me daba miedo sentirme excluida. Sabía que todos ellos eran amigos hace años, tenían una conexión especial de la cual yo no era parte. Sólo tenía relación con uno de ellos, era mi único amigo y en realidad nunca me abrí lo suficiente con él como para generar el lazo que tenía con el resto. Sería difícil empezar desde cero con todo el grupo.
Cuando era una niña sólo deseaba poder ir a un parque, conocer a otros niños, tener amigos, pero las condiciones bajo las cuales crecí dejaron mis deseos al margen y así fue como pasé años dando lo mejor de mí en todas las artes, deportes y disciplinas que querían que aprendiera en vez de desarrollar mi vida social. Me enfoqué en ser la mejor en todo, pero perdí una parte importante de mi vida. No soy ni de lejos la mejor en cuanto a relaciones humanas.
Llegada la hora puse en marcha el motor nuevamente y en menos de 3 minutos estaba estacionando frente a la casa. No podía apreciarse el edificio del todo ya que un muro cubierto con enredaderas separaba la propiedad de la calle, pero se veía que el terreno era enorme. Dado que hablábamos de David Thomson, no había nada de qué sorprenderse.
Él se encontraba frente a la entrada con esa pareja de chicos morenos que conocí hace ya un tiempo atrás. Eran su mejor amigo y su novia, Daniel y Francisca.
Pese a las veces que me junté con el grupo y las conversaciones de las que poco participaba por WhatsApp, sentía que realmente no conocía a ninguno. Quizás era yo misma quien se hacía a un lado y quedaba en el margen, pero era difícil no sentirme ajena a todos ellos. La inseguridad me jugaba en contra.
Respiré profundamente antes de salir del auto. "La espalda recta y la frente en alto" era lo que mi madre siempre me decía, y en esta ocasión me era imposible no escucharla en mi cabeza. No quería mostrarme vulnerable, por muy nerviosa o temerosa que estuviera de todo esto.
-¡Amelie! Por fin has llegado - me saludó David, tan alegre como siempre, pero con más emoción que nunca.
-Lamento la demora. Tenía un par de cosas que hacer antes de llegar aquí - como esperar escondida en mi auto mientras rogaba para que todo esto saliera bien.
-No hay problema, aún faltan los chicos y nosotros llegamos hace poco - dijo mientras señalaba a la pareja junto a él.
Los chicos me miraron, saludando con la mano mientras unas enormes sonrisas cruzaban sus rostros. Desde la primera vez creí que se veían bastante amistosos.
Francisca era casi de mi estatura, pero con más cuerpo que yo, tenía unas curvas que yo no hubiese podido ni soñar. Sus ojos eran de un color pardo, que quedaban perfectos en esa piel morena. Y su cabello tenía todo el estilo que el mío no tenía, lo suficientemente largo para cubrir la mitad de su espalda, con ondas que le daban vida y con una mezcla de colores castaños y rubios
Daniel, por su parte, era un poco más bajo que David y también más delgado, sus ojos eran de un color similar al de su novia pero de un tono más oscuro, su cabello era negro, pero usualmente estaba oculto bajo su gorra. Abrazaba a Francisca por la cintura y juraría que sus ojos brillaban cada vez que la miraba.
-Un gusto verlos de nuevo - dije en un intento fallido de sonar amistosa -. Espero que mientras vivamos juntos nos llevemos bien - terminé con una especie de sonrisa que claramente no parecía nada de eso, arrepintiéndome al momento en que me miraron extrañados.
Estaba tan acostumbrada a la formalidad que naturalmente actué de esa manera. Mi primera frase antes de comenzar una vida con ellos fue un completo fracaso desde el comienzo. ¿Quién saluda a sus amigos como si empezara en un nuevo trabajo? Era claro que me tomaría un tiempo poder cambiar cierto tipo de hábitos.
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Azul Profundo
RomanceAmelie, una joven disciplinada y correcta que siempre ha puesto a su familia por delante de todo, sabe que una parte de ella puede deshonrar a quienes más ama. Sabe que puede decepcionarlos, que pueden rechazarla, pero cuando el corazón es el que m...