Capítulo 6: Malos sueños.

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Los días pasaban rápido y, sin darme cuenta, la casa ya estaba lista.

Durante la primera semana las cosas se calmaron un poco y comenzamos a tomar nuestro ritmo de vida, el cual se volvió bastante ajetreado considerando que además de atender nuestras responsabilidades, estuvimos trabajando en la casa. El hacer la mudanza durante las vacaciones de la universidad nos dio el tiempo suficiente para dedicarlo a arreglar todo, pero a causa de nuestros trabajos, no siempre lográbamos estar los seis juntos ya que los horarios de cada uno no lograban coincidir con los del resto.

Frani estaba terminando de estudiar enfermería. Tenía pequeños trabajos relacionados a su área y además cuidaba niños de vez en cuando; David estudiaba ingeniería civil, sus horarios en verano eran fijos, dado que trabajaba en la empresa de su padre; Dan pasaba la mayor parte del día en la tienda de música donde trabajaba como vendedor a tiempo completo. Según dijo, las cosas no estaban para poder estudiar una carrera; Joe solía pasar el día en casa y se iba durante las tardes a trabajar al bar donde ya llevaba unos años, llegando casi siempre durante la madrugada. Tenía planes de comenzar a estudiar dentro de un año y estaba ahorrando el dinero para eso; Melanny se iba temprano a trabajar en el negocio de sus padres, un servicio de banquetería que se movía en diferentes eventos, también vendía ropa por Internet, diseños propios; y mientras terminaba mi carrera de derecho, la misma carrera que mis padres, yo daba clases de tenis a niños pequeños en el club al que iba con David, aunque esperaba que fuera sólo un trabajo temporal.

Cada vez que alguno de nosotros estaba en casa, intentábamos arreglar algunos de los detalles pendientes. Después de unos días llegaron nuestros muebles y poco a poco logramos instalar todo sin ningún problema.

Debo admitir que volver a dormir sola en una cama me producía algo de melancolía y, durante las noches, la tentación de entrar a la cama de Melanny, sólo para sentirla cerca mío, me abrumaba por completo, pero me obligaba a eliminar esos pensamientos y, en más de una ocasión, traté de imaginarme durmiendo junto a David. Claramente mis fantasías eran mucho más fuertes teniéndola a ella a unos pocos pasos de distancia.

Durante la segunda semana ya habíamos terminado de arreglar todo lo necesario. La casa estaba perfecta y mi relación con el grupo poco a poco se iba haciendo más cercana, en especial con Mel, apodo al que ya me había acostumbrado, con quien conversaba cada noche antes de dormir y con quien claramente compartía más tiempo.

Llegó el fin de semana y, con la casa lista, también llegaba esa fiesta a la que aún temía un poco. Ese sábado, durante el desayuno, al verlos a todos sentados frente a mí nuevamente, volví a sentir esa plenitud y calor en mi pecho. No sabía cuánto tardaría en acostumbrarme a ello, pero esperaba no hacerlo nunca. Ese tipo de alegría jamás había sido parte de mí, pues nunca había conocido eso a lo que llamaban "calor de hogar".

-¿Entonces todos confirmaron? - preguntó David, bebiendo un sorbo de café después.

-Para la cena, sí - respondió Mel -. Seremos hartos, pero los suficientes para que alcancen los puestos en esa enorme mesa - era tan grande que hasta ese entonces no la habíamos usado, nos manteníamos en la pequeña mesa de la cocina -. Para la fiesta de después, aún no sé cuántos seremos, pero sí habrá muchísima gente.

-¿Les dijiste a los chicos sobre los trajes de baño?

-Después de ese detalle, la mitad confirmó sin dudarlo - dijo Frani entre risas.

-Esto será maravilloso - canturreaba Mel.

Aún no lograba prepararme mentalmente para todo eso. Las únicas personas que vendrían por mi parte serían mis padres, a la cena obviamente. Cuando les comenté la idea aceptaron de inmediato, sabía que no perderían la oportunidad de ver el lugar en el que estaba viviendo y, para mi suerte, el conocer a los padres del resto de los chicos, lo cual seguramente les daría más tranquilidad. O quizás todo lo contrario.

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