Capítulo 18: Madre.

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No se volvió a tocar el tema durante el camino y sabía lo difícil que sería que lo volviéramos a tocar alguna otra vez. Por un lado me preocupaba la clase de sentimientos que Joe pudiera tener por Mel actualmente. Podía decir que se había convertido en mi mejor amigo, aunque sonara precipitado, y por ende no quería hacerle ningún daño, pero por otro lado también me quedó dando vueltas su asunto con Dayana y cómo se podría sentir ahora con respecto a ella y a toda la situación.

De alguna manera buscaría la forma de resolver mis dudas y aclararlo todo, así como también debería comenzar a pensar en la manera de revelarle lo mío con Mel sin causarle tanto daño en caso de que sus sentimientos siguieran siendo los mismos.

Todo esto también me hizo pensar en el lado feo de encariñarte con las personas, pues nace el miedo a perderlos. Hasta entonces no le había tomado el peso a lo que Joe significaba en mi vida ahora, lo importante que estaba siendo para mí y lo terrible que sería perderlo y volver a estar sola.

Llegamos por fin. Era una pequeña casa en un sector un tanto alejado de donde vivíamos. Según entendía, la mayoría de los chicos vivía por esos lados.

-Supuse que llegarías tarde. Astrid también despertó hace sólo un rato atrás - se escuchó la voz de una mujer desde el patio -. Te extrañé mucho, mi bebé.

-Hola, mamá - dijo Joe, llegando junto a ella y dándole un fuerte abrazo que realmente envidié -. Invité a Amelie para que viniera conmigo, supongo que la recuerdas.

-Buenas tardes, señora - dije mientras me acercaba a paso lento y le daba una leve reverencia con un poco de vergüenza.

-Oh, por favor, dime Bárbara. Es un gusto verte, Amelie. Joe y Astrid me han hablado mucho de ti - saludó ella, dándome un abrazo más cariñoso que cualquiera de los que mi madre pudiera haberme dado nunca -. Pasen adentro, Pía y Astrid están preparando la comida. Yo terminaré un par de cosas aquí y los alcanzaré.

Joe me guió dentro de la casa, las chicas se encontraban en la cocina.

-Hola, hermanito. Llegaste justo a tiempo para ayudar a poner las cosas en la mesa - lo saludó Astrid mientras se limpiaba las manos en el delantal para darle un abrazo de bienvenida -. Hola, Amelie. Me alegra que hayas venido.

-Yo me alegro por la invitación. Hola, Pía - dije mientras saludaba con la mano a la pequeña chica, quien se acercó a mí para darme un beso en la mejilla y un abrazo.

Al parecer las muestras de cariño y afecto dentro de una familia o de un grupo de amigos eran mucho más comunes de lo que creía, lo que me hizo lamentar el hecho de que en mi familia esas cosas no pasaran nunca y que yo no hubiese podido vivirlo hasta ahora.

Ayudamos a las chicas a terminar de preparar todo y unos pocos minutos después estábamos sentados comiendo. Me auto regañé por no haber pensado en llevar alguna cooperación para la comida, algo para el postre o similar, era lo mínimo que podía hacer por la invitación.

Los temas de conversación y las risas abundaron y el tiempo del almuerzo se me hizo demasiado corto, pero mientras hacíamos sobremesa la charla siguió adelante.

-Años atrás soñaba con este momento, pero jamás pensé realmente que tendría las cuatro sillas frente a mí ocupadas en un almuerzo familiar.

Las miradas de Joe y Astrid se cruzaron y sonrieron con complicidad.

-¿A qué te refieres mamá? - preguntó Joe, como ya sabiendo la respuesta, mientras Astrid me guiñaba el ojo.

-A esto - respondió Bárbara mientras extendía las manos hacia nosotros -. Mis dos hijos de sangre, con mis dos nuevas hijas. Mis bebés emparejados y los cuatro compartiendo tiempo con su madre. Me encanta ver tanto amor aquí. Sobre todo porque, después de todo este tiempo, pensé que Joe jamás traería una chica a casa.

Azul ProfundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora