En el corazón de Joseph...
Vagué por las calles durante unas cuantas horas. Llegué a la casa de algunos amigos sin avisarles que estaba ahí y arrepintiéndome incluso antes de tocar la puerta. Ya había llegado la tarde y me detuve mucho antes de llegar de vuelta a casa. No quería que Astrid viera el rostro que llevaba y tener que lidiar con su inminente interrogatorio. O al menos no aún, no estaba listo.
Saqué un cigarrillo y caminé a una banca en el parque donde estaba, sin percatarme de que había alguien más ahí. Pensé en dar media vuelta e irme, pero la chica que estaba ocupando ese espacio me parecía familiar.
Caminé lentamente, preparado para seguir adelante en caso de no ser quien creía, pero no me equivocaba.
Dayana levantó su rostro, mirándome fijamente con sus ojos hinchados. Estaba llorando.
-¿Necesitas algo? - preguntó con actitud prepotente, a lo que sólo negué con la cabeza - Entonces vete, estoy bien sola.
Sabía que no lo estaba. Me senté al otro extremo de la banca sin decir ni una palabra mientras fumaba mi cigarrillo. Había llegado a ese lugar queriendo olvidar mis problemas y me encontré con los de alguien más.
Pensaba en cuál sería la mejor manera de actuar en ese momento, pero dado lo poco que conocía a esa chica no sabía qué podría hacer. Sabía que era la novia de turno de David y sabía que las relaciones de él no solían ser estables. Quizás tenía algo que ver con eso.
Dayana no dejaba de mirarme mientras su mentón tiritaba, se estaba conteniendo, pero el tiempo le jugaba en contra y, ya no pudiendo aguantar más, escondió el rostro entre sus manos y comenzó a llorar desconsoladamente.
-Parece que no soy la única persona que se esconde en estos lugares cuando tiene cosas en las que pensar - dije después de un rato mientras me acercaba un centímetro más a ella.
-Perdón por invadir tu espacio. No sabía que el lugar tuviese dueño - respondió cortante, mirando en otra dirección -. Además llegué aquí sin darme cuenta.
-No hay problema. No sé tú, pero yo creo que un poco de compañía no me vendría mal ¿sabes?
Estuvimos en silencio por un rato, no había nadie más en los alrededores. Al cabo de unos minutos su respiración se acompasó y giró sutilmente la cabeza para mirarme de reojo.
-No pareces ser alguien con problemas.
-No dije que tuviera problemas, sólo cosas en las que pensar - respondí.
-¿Acaso no es lo mismo?
-No realmente. Sólo son cosas que pasaron y en las que quería pensar un momento, pero no es algo que pueda solucionar por lo que no es un problema en sí.
-Mmm...
-¿Qué hay de ti? - pregunté después de dar la última calada a mi cigarrillo - ¿Quieres hablar de lo que te tiene así?
-¿Por qué debería hacerlo?
-No es necesario que lo hagas, pero si quieres hacerlo, soy todo oídos.
-¿Y por qué lo haría? Ni siquiera te conozco bien.
-Quizás ese sea un buen motivo.
Había escuchado algunos comentarios sobre ella, como el hecho de que la llamaban "la reina de hielo". Según sabía era una chica frívola y superficial, pero aquella descripción no me calzaba con la chica que tenía junto a mí en ese minuto, la cual me miraba con unos ojos que rogaban por comprensión.
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Azul Profundo
عاطفيةAmelie, una joven disciplinada y correcta que siempre ha puesto a su familia por delante de todo, sabe que una parte de ella puede deshonrar a quienes más ama. Sabe que puede decepcionarlos, que pueden rechazarla, pero cuando el corazón es el que m...