Prólogo: La sombra en la mochila

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Caminaba por el medio de la calle, sin importar que en pocos minutos el tránsito iba a aumentar

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Caminaba por el medio de la calle, sin importar que en pocos minutos el tránsito iba a aumentar. Mis ojos viajaron de un lado a otro, me sentía observada. Pero nadie me veía, esa sensación solo era producto de mi mente cada vez más paranoica. Cada pocos segundos, mis manos viajaban a la mochila que colgaba de mi espalda y mis dedos buscaban con suavidad el frío intenso que debía sentir. Suspiré una vez más, como cada vez que lo encontraba, mientras que la corriente helada atravesaba mi mano. Me relajé. Diez segundos después, repetí el proceso.

—¡Ya basta! —ordenó una voz por detrás. Mi mochila se movió y el frío se concentró en el lado derecho de mi espalda—. Nadie va a vernos, ni va a sospechar, pero si sigues de esa manera, lo más probable es que te detengan pensando que tienes un arma —renegó en tono bajo la criatura en mi mochila.

No podía ver mi reflejo, pero sabía que mi rostro estaba pálido, demasiado. Mis ojos se encontraban muy abiertos, lo que demostraba mi para nada disimulado nerviosismo. Y tenía muy en claro que mi respiración acelerada la podía percibir cualquier persona, incluso las que se encontraban en el interior de los altos y viejos edificios.

—Es que...

—Es que nada —zanjó el ser con voz ronca—. Y no me hables, que vas a parecer una loca —agregó al adivinar mi intención—. Solo camina derecho hasta llegar a la iglesia, una vez allí, dobla a la izquierda y verás un edificio viejo, frente a él habrá unas escaleras que llevan al piso subterráneo, tendrás que bajarlas.

—Pero no conozco a nadie allí —me lamenté.

Mis ojos plomizos recorrieron la calle centímetro por centímetro. Nadie me observaba, por suerte.

—No fui yo quien determinó que debías ver a esas personas —replicó la criatura y mi mochila una vez más se sacudió con sus movimientos—. Solo te recuerdo lo que Samuel dijo.

—Estaría más tranquila si te hubieras quedado en la casa, así por lo menos no tendría que preocuparme ante la posibilidad de que te descubran —mascullé y le sonreí a una señora que me miró con extrañeza.

—Si me quedaba en la casa, no habría nadie que te protegiera en caso de que todo salga mal —contrapuso el ser.

—Samuel no me mandaría a un lugar donde podría estar en peligro, soy demasiado valiosa como para...

—Con lo desesperado que está con que demuestres tu valor, con que manifiestes algo de todo tu poder, yo creo que sí te enviaría a un lugar crítico, las amenazas de muerte son un buen impulso para despertar el poder, muchos de la facción lo utilizan como método básico para niños con tus problemas —explicó con tono cada vez más bajo.

—No todos en este mundo son parte de las facciones —traté de replicar y enseguida supe que había mentido.

Todos, absolutamente todos, formaban parte de una u otra facción, yo lo sabía desde que tenía conocimiento de esa extraña vida doble, hacía casi ocho años.

La sombra oculta (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora