Sorbí por mi nariz y bajé mi vista. Las lágrimas escapaban de mis ojos, a pesar de que intentaba retenerlas. Mi mente era un mar de pensamientos inconclusos y lamentos. Mis labios temblaban en forma de puchero por culpa de los sollozos contenidos. Me encontraba sentada en una camilla, en ese cuarto blanco en el que mi padre me hacía pasar horas. Los médicos iban y venían con jeringas y frascos con líquidos asquerosos que me obligaban a tomar.
—Maia, basta de llanto —gruñó mi padre.
Se encontraba a unos cuantos metros, parado junto a uno de los señores de batas blancas. Sus ojos pálidos estaban clavados sobre mí, pero su atención la tenía el hombre que parecía muy concentrado mencionando todas las fallas en mi organismo, todas esas fallas que impedían que fuera útil.
Me sequé las lágrimas con brusquedad. No deseaba molestarlo más, no si quería asistir a la escuela en los días siguientes. Aunque sabía que eso no iba a suceder. Estaba rota y la escuela a la que mi padre me quería enviar solo aceptaban a personas completas, personas útiles.
—En conclusión, la niña tiene un defecto genético que le impide acceder a su energía —finalizó el hombre de la bata.
Los ojos de mi padre se posaron sobre el señor para luego regresar sobre mí.
Temblé mi lugar y pude ver por el reflejo de una de las pantallas que mi mirada grisácea estaba inyectada con sangre. Si seguía de esa manera, terminaría destrozada.
—Con las muestras que ya tienen, quiero que analicen una forma de arreglar esa falla —ordenó y yo sabía que no lo hacía por misericordia, tampoco porque yo le importara, sino por el simple hecho de que yo no le serviría de nada si terminaba demasiado débil.
Mi padre se acercó a la camilla y me tendió la mano para ayudarme a bajar. La rechacé. No quería su ayuda, no quería que se me acercara, porque todo ese dolor, esa pesadilla de realidad era por su causa. Lo seguí por los pasillos hasta el ascensor y me subí sin decir una sola palabra. Conté hasta quince y esperé a que las puertas de la máquina se abrieran para poder ir a mi cuarto.
Llevaba tres meses en ese lugar. Al principio, una o dos semanas, había disfrutado de mi estadía allí, aun cuando siempre parecía estar sola. Me había deleitado con comida exquisita y con largas horas de sueño en esa cama tan cómoda. Había jugado y reído como nunca antes en mi vida. Por un momento, había creído que podría ser feliz. Hasta que una tarde llegó mi nuevo padre. Me sentó en la mesa y me explicó el motivo por el que me encontraba allí:
—Tu examen demostró una cantidad inusual y rara de poder, por eso te adopté, porque representas la llave que estuvimos buscando por mucho tiempo—había dicho con tono frío. Yo no sabía a qué se refería, no sabía qué intentaba decir él al mencionar que tenía un poder—. Mañana van a comenzar los entrenamientos, van a ser graduales, cuando consigas superarlos, vas a irte a una escuela en Foirt.
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La sombra oculta (completa)
FantasyUn ser la acompaña desde pequeña. Un ser que se hace llamar su asociado. Un ser que parece conocer todos los secretos del universo: la sombra. *** Maia no tiene recuerdos de su verdadera familia. Según ella, nació y se crio en la calle, oculta entre...